La pasada semana volví a EADA Barcelona. Una jornada con CEO’s de muchas de las empresas más importantes de Barcelona. El reto, apasionante, es trabajar en mejorar en sostenibilidad y aumentar el impacto positivo en el entorno y en la comunidad.
Colaborar con otros directivos y otras empresas de sectores variados como farma, salud, transporte público, químico, robótica, comunicación… Aprendí muchísimo. Otra vez en la misma aula en la que compartí clases con grandes profesionales y amigos en distintas promociones. Por la ventana se veía, justo enfrente, el que fue mi hogar durante 15 años. Un piso de 1895 con techos altísimos y molduras de escayola originalmente policromadas.
¿Cómo se mide el éxito? Nos preguntó una joven Doctora y profesora de la casa. Todo el mundo participaba y ella tomaba muchas notas en la pizarra. Nos llevaba, a una veintena de egos, por el camino que quería. Una reflexión conjunta para llevarnos a un consenso.
El éxito tiene muchos componentes, a corto, a medio a largo plazo. ¿Podemos tener éxito sin los demás, sin el entorno?
Tras varias rondas habíamos llegado al tema mollar. Los mercados y los inversores piden resultados económicos. Un CEO aguanta máximo 3 trimestres con malos resultados. Invertir en sostenibilidad es incompatible con la rentabilidad. Algunas compañías eran cotizadas y los compañeros y compañeras sabían bien de lo que hablaban.
Algunas empresas eran de una familia, y tenían un compromiso más explícito y visión más a largo plazo. Recordé que en España hay muchas empresas, unas 1.800 que suponen el 18-19% del PIB y que tienen este perfil, mayor apuesta a largo plazo, mayor inversión en innovación, internacionalización, más atractivas para el talento joven, más resilientes ante las crisis y más industrializadas. Las ETI’s.
Una compañera, imposible de olvidar, se preguntaba cómo podemos emitir moneda y deuda sin un patrón, como antes el oro, algo físico y limitado. La masa monetaria y la deuda crece y crece por encima de los límites del planeta y para devolver la deuda hay que crecer, crecer, consumir, endeudarse, crecer, ahora sin límite, sin considerar que nos cargamos los recursos de la tierra en 4-5 meses cada año si todos consumiéramos como los estadounidenses que se funden 5,1 veces la biocapacidad del planeta, los alemanes 3 veces, los portugueses 2,9 veces. España, con Francia y Suiza 2,8 veces. Es insostenible. Nos cargamos 1,75 veces la biocapacidad del planeta cada año en promedio.
Me recordaba a otra amiga, Anna Palli, que me aseguraba que nos quedan, a este ritmo, 9 cosechas. A la vez yo pensaba que se puede crecer en valor sin consumir más, con innovación, con tecnología, con otras formas de producir, reduciendo los consumos, usando otros materiales, reutilizando materiales, con transporte verde, con robótica e IA, produciendo energía renovable y reutilizándola… Otro modelo es posible, sin tener que volver a la caverna.
Otras empresas estaban más al albur de los mercados financieros. Pensaba para mí que las empresas no son de los financieros, ni de los accionistas. Las empresas son de todos. Lo que es de los accionistas es solo el “Equity”, una parte, solo una parte del balance, que no refleja muchos activos importantes e intangibles. Los jóvenes deben sentir que el proyecto es de todos. En “El bien común” escribí sobre esto. ¿De quién es el bosque? No me voy a repetir.
Me acordé de una noticia del verano pasado. La fiscalía alemana investigaba a la gestora de activos financieros DWS en Frankfurt, la mayor de Alemania. El CEO, Asoka Woehrmann perdió su puesto. El Deustche Bank, principal accionista de DWS y ya muy tocado en su reputación por su papel estelar en la crisis “subprime” recibió otro golpe. La causa fue una denuncia de un “whistleblower”, un delator interno, sobre las credenciales verdes de las inversiones que vendía. Una práctica conocida como Greenwhasing. La SEC de los EEUU investigaron también el caso, el 9 de junio Woehrmann dimitió.
Esta misma semana El País se hacía eco de una investigación sobre 24 grandes compañías, asegurando que mantienen compromisos ambiguos y que no cubren en la mayoría de los casos todas sus emisiones de efecto invernadero. "Los autores advierten de que al menos tres cuartas partes de las empresas que han evaluado dependen en gran medida de la compensación a través de proyectos forestales y relacionados con el uso de la tierra para alcanzar sus promesas climáticas en el futuro. La ciencia ya ha advertido de que la capacidad de absorción de los bosques es limitada y se está reduciendo, por lo que las compensaciones deben ser el último recurso y no estar en el centro de la estrategia climática de una compañía" (El País, 13 de febrero 2023)
El estudio lo realizaban el New Climate Institute y Carbon Market Watch. Aseguran que solo Maersk (naviera) tiene una estrategia climática “razonable”. A Apple, Arcelor Mittal (acero), Google, H&M, Holcim (cementos), Microsoft, Stellantis (automóvil) y ThyssenKrupp (elevadores) les asignan un nivel “moderado de integridad”.
Siguió la sesión y hablamos de los jóvenes, del talento. ¿Cómo no? Alguno aseguró que quizá no tengan los mimos valores. Me negué a reconocerlo. Los jóvenes tienen los mismos o más y mejores valores. Son más solidarios, más colaborativos, están más conectados y son más conscientes de que el planeta es uno, pequeño y estresado y tienen una mucho mayor sensibilidad medioambiental que nosotros los boomers. Quizá el problema es que debemos empezar a dejarlos en el asiento del conductor. Al fin y al cabo, el futuro es de ellos. Insistí en que lo que cambian son las motivaciones. No tienen las mismas. Y por supuesto prefieren trabajar en una empresa que tenga un propósito positivo, y sea coherente con el mismo, que en una que no lo tenga o que haga “green washing” porque la coherencia se ve en cada detalle de la gestión.
La guerra de Ucrania ha puesto a medio planeta a quemar más carbón que antes, los gigantes petroleros del Golfo han recibido contratos multimillonarios de gas licuado y de petróleo. La árabe y mayor del mundo Saudi Aramco y ADNOC de los Emiratos están aumentando su producción al máximo y acumulando enormes beneficios.
La paradoja es qué se hace con dinero público. Los gobiernos subvencionan la energía a los ciudadanos para que pasen el invierno. El profesor Mariano Marzo, experto en hidrocarburos, llevaba años hablando del “peak oil”, el momento en que se alcanzaría la producción máxima de petróleo y empezaría a declinar.
Yo hace años le escuché en el Círculo Ecuestre hablando de este asunto y me parecía irrefutable. La realidad, 12 años después, es que se superó el pico del 2013 y que el consumo de carbón, algo impensable hace 2 años, ha subido un 1,25% superando los 8.000 millones de toneladas por primera vez en la Historia. Nos estamos fumando el planeta literalmente. Japón y Corea del Sur, pero también Alemania, China, están quemando como locos. Los chinos han aumentado la producción un 8% y los indios un 11% en 2022.
Los estudios científicos internos de la petrolera americana ExxonMobil entre 1977 y 2003 predecían con más detalle y precisión el calentamiento global, según ha desvelado en enero un estudio de la Universidad de Harvard y del instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático.
Con todo esto, uno se pregunta qué hacen 20 pulgas en EADA discutiendo sobre cómo mejorar en sostenibilidad y en impacto. Llamadme optimista patológico. Nos hemos propuesto en Premo tener huella 0 en 2030, para ese momento debemos haber doblado las ventas (a personal constante). El reto no es menor, duplicar la producción y la productividad a la vez que reducimos a 0 las emisiones. ¿Se puede? Solo un reto enorme puede atraer y motivar a los mejores. A lo mejor no lo consigo, pero si me quedo a la mitad, ¿no habrá valido la pena?
A partir de 2025 los proyectos en curso en los EEUU, Qatar y otros estados aumentarán la producción de gas, menos contaminante que el carbón. La Agencia Internacional de la Energía prevé que China produzca 1.000 Tera watios hora renovables en 2025. Para que se hagan una idea es equivalente a toda la producción actual de Japón.
En total, gracias a que el invierno ha sido suave, este año llevamos un 8% menos consumido en Europa y la inversión total privada y pública en eficiencia energética en 2022 superó los 560.000 millones de euros, muchos de los cuales fueron a coches eléctricos y bombas de calor (aerotermia).
Ahora, con los precios actuales, una planta fotovoltaica tiene un retorno de 3 años en lugar de los 11 de hace 10. Los tejados de Europa se llenan de paneles y la producción eólica ha crecido en 128GW, un 35% en solo un año. Se prevé que la inversión en renovables en 2023 (casi 600.000 millones de dólares) supere a la de Oil &Gas.
Hay razones para el optimismo. Las previsiones actuales, post guerra de Ucrania, son mejores en términos de emisiones de CO2 que tendrán un pico en 2027 (según S&P Global) y bajando desde 35,5 Giga toneladas a 32 en 2050, dos GigaTm menos que ahora. ¿Es suficiente? No.
¿Podemos hacer algo? Mucho. Lo primero es dejar de pensar que la sostenibilidad no es rentable. No tenemos que elegir sostenibilidad o rentabilidad, es un “y” no un “o”.
Para muestra un botón. Transportar nuestra producción de Tánger a Europa ha supuesto usar barco hasta Barcelona, Marsella, Lyon con una reducción importantísima de emisiones y coste frente al camión. A final de marzo tendremos capacidad fotovoltaica propia para 2 GWh. Toda nuestra actividad de innovación, fiabilidad, calidad, dirección comercial, finanzas corporativas, prototipado de Málaga es “net positive” desde hace más de un año. En China fuimos tan pesados que el gobierno local nos pone los paneles y nos vende la electricidad, en Vietnam hemos contratado con Total Energies que nos suministrará la energía verde de nuestras cubiertas fotovoltaicas. Todo con 0 CAPEX (inversión en activos fijos): “Bueno, verdito y barato”. En Tánger y Málaga lo hacemos a pulmón (de momento).
Desarrollar nuestros propios materiales termo-conductores ha reducido en un 75% el uso de polímeros provenientes de hidrocarburos y mejorado los costes. El almacenamiento energético con baterías de litio recicladas de los coches eléctricos es otra oportunidad para rentabilizar y optimizar.
La eliminación de los plásticos no retornables y la racionalización del “packaging” ha mejorado un 5% nuestros costes, la optimización de los caudales de los compresores y la revisión de los consumos de los motores eléctricos ha disminuido nuestro consumo un 30% y la inclusión del coste interno de CO2 en todos nuestros costes está permitiendo, a igualdad de precio, elegir al proveedor o el diseño más sostenible. Medirlo todo. Aislar los hornos, mejorar la climatización, aislar paredes y techos… y suma y sigue….
En la Fundación Ricardo Valle (Innova IRV) tenemos en marcha un área de sostenibilidad y economía circular que lidera Rafael Sánchez, de Endesa, con numerosas iniciativas y muchas empresas colaborando, desde una Academia de sostenibilidad y economía circular hasta posibles comunidades energéticas.
Tengo la convicción de que las empresas podemos hacer mucho más, que además es rentable y que aún no nos hemos “puesto las pilas” para usar esta enorme amenaza como una oportunidad para mejorar la cuenta de explotación y el planeta y, de paso, salvarnos. Es “Y” no “O”.