Es posible que entre las neuronas de cada uno de nuestros cerebros habite un chiripavirus, una especie de microduende cachondo que le gusta hacernos sufrir cuando buscamos desesperadamente algo y no lo encontramos. Es tan mordaz que posiblemente nos induzca a pensar que algún desaprensivo nos birló aquello tan ansiado, incluso pondremos cara y nombres a los sospechosos.
Cuando más claro tenemos quien perpetró la rapiña, entonces el juguetón chiripavirus nos ayudará a encontrar lo buscado. De esa manera nos enseñará lo nocivo que son los prejuicios. Pero si algo caracteriza a este microbio es su facilidad para mostrarnos un nivel superior de su poder, así no nos mostrará el camino para hallar lo buscado, pero a cambio nos permitirá encontrar aquello otro que ya dábamos por extraviado, mostrándonos que el desasosiego es sofocado por el reencuentro con aquello que ya dimos por perdido. A este acto de encontrar lo inesperado es lo que conocemos como chiripa, y en lenguaje culto como serendipia.
Muchos de los grandes descubrimientos científicos fueron y son el resultado de pura serendipia, de pura chiripa. Así fueron desde el descubrimiento de la penicilina hasta el descubrimiento de América, desde la formulación de la fuerza de la gravedad por Newton y su inspiradora manzana hasta los rayos X, pasando por decenas de ejemplos que incluyen también a otras disciplinas, en especial las más creativas actividades artísticas.
El éxito de las ciudades está igualmente basado en esta curiosa circunstancia. La elección del lugar, las condiciones de confort, el uso histórico del territorio, las presiones culturales e históricas son variables dependientes del azar.
Aunque el urbanismo moderno pretende reglar todas las tendencias de esas componentes principales, al final es la chiripa la que impondrá su criterio. En buena parte, si analizamos todo cuanto ha concurrido en Málaga en las últimas décadas hasta alcanzar el palmarés de las urbes más deseadas, se deduce que hay mucho de actos en donde ha mediado aquel microduende, el chiripavirus. Todo cuanto hemos alcanzado es fruto de la necesidad y la casualidad inexplicable, en suma la serendipia. Pero como decía Pasteur esta solo favorece a las mentes privilegiadas.