Es fácil odiar. Querer odiar. Sí, debe ser eso. Que hay gente que quiere odiar, que tiene facilidad. Que se encuentra cómoda en ese traje, ¿no? Hay gente que debe querer odiar. Gente que, por la mañana, mientras se prepara una cafetera y contempla la encimera de la cocina, mientras desliza su dedo índice sobre el dispositivo móvil se dice «¿a quién puedo odiar hoy?». Gente que, mientras echa algo de azúcar al café, insulta, ridiculiza, miente y se siente grande en su cobardía. Qué extraña sensación de deber cumplido. Debe ser eso, ¿no? Lo de la cobardía es importante porque suele ir vinculado al suelo moral. Y si es fácil odiar, todavía más fácil es ser cobarde. Me cuesta más entender la ausencia de suelo moral. Es fondo de armario, no se cuestiona.
Sí, debe ser eso. Es eso. O no lo entiendo. En realidad, también hay mucho de esto, de no comprender el mundo, ¿no? Vivo en un estado de perplejidad que se consolida a cada paso que este orden social da. Bueno, a cada patada que nos da la sociedad de la que participamos. Me resisto a escribir sociedad que hemos creado. El margen es estrecho y en permanente cambio de piel, pero es margen. No lo olvidemos. Es como la nostalgia, esa obsesión por ponerla en valor. Qué cosa tan absurda. En una ocasión, el pensador Fernando Broncano me dijo que «ser nostálgico impide ocuparte del presente». No se puede ser más grande. Frase y filósofo. También me resisto a pensar en el escenario que tendremos cuando ya no exista ese margen. Hay un ismo muy empeñado en acelerar ese de hacerlo desaparecer. Y el siglo pasado tuvo algún que otro matrimonio, de divorcio duro, con él. Con ese ismo. La crueldad y su cronología.
Hay un ensayo reciente, ‘Ética para desconfiados. Filosofía esencial para sobrevivir a este mundo hostil’ (Ariel, 2023), de David Pastor Vico, que centra buena parte de su envergadura en explicar la importancia de la ética y la moral en un presente tan desquiciado y fragmentado como el nuestro. Lo nuestro. Sublima el escribirlo. Qué belleza de posesivo. Todo cabe ahí. La complejidad del ser humano, la pluralidad de la actividad de lo humano. Toda nuestra diversidad. Ese espacio que se construye exclusivamente desde la inclusión, desde la convivencia, siendo consciente de la presencia del otro. Poniendo en valor, con cada acto cotidiano, por pequeño que sea, los valores de la cultura democrática.
Decía que Vico ha escrito una obra que busca incorporar al lenguaje más cercano y, por ende, a la conversación pública – aquí radica su importancia- los otros que hay en nosotros. «Todo sistema compuesto por animales humanos será ético por definición, pues así nos relacionamos; por consiguiente, también habrá una moral que diga cómo tiene que darse esas relaciones, qué está bien y qué está mal, aunque todas esas percepciones y convenciones cambien y evolucionen». Cuando las cosas no están claras, la filosofía ha de marcar el camino. Lo demás es un no lugar.
Entiendo el desconcierto. Entiendo tu desconcierto. El mío. Cómo no entenderlo. La falta de sosiego para pensar. El agotamiento extremo que nos lleva a todos a galope. Los mundos pequeños, las miradas cortoplacistas. La última semana de cada mes y la cesta de la compra. Cómo no entenderlo. La audiencia de Barcelona confirma la prisión provisional para Dani Alves por la agresión a una joven de 23 años en una discoteca y dos señoras le dan voz en un programa de máxima audiencia y lo blanquean. No sé si podemos exigir a alguien que esté a la altura de una sociedad plural y democrática – por ahora- como la nuestra. Pero sí podemos exigir a quien no tiene suelo moral y fomenta el odio otro tipo de comportamientos no participando de sus verbenas, usos y costumbres. La mentira es un lugar muy poco aseado. Que se queden a vivir en ella.