Ver Openheimer en Imax en el Chinese Theater de Hollywood, donde celebraban los Oscar hasta que dos números más abajo construyeron el Dolby Theater, impresiona. Por el contexto, por el lugar, por la enorme cantidad de estrellas que hay en las dos aceras con los nombres de muchos de los actores, directores, músicos que han marcado nuestra vida, incluyendo a Banderas, Cruz y Bardem. La influencia del imperio nos permea. En apenas 3 semanas he estado a los dos lados del Pacífico. En Corea, Vietnam y China y ahora aquí. ¿Cómo no comparar? ¿Cómo no pensar?
Dice Borrell en una entrevista en El País que el ascenso de China es imparable. Lo suscribo. En Hollywood había un tufillo decadente. California y, en particular Los Ángeles, se ha ensimismado, eso dice The Economist. Los impuestos, los salarios, la productividad y la competitividad se han ido hundiendo. Muchas empresas y trabajadores de Silicon Valley se han ido a otros estados más competitivos, muchos a Texas. Austin está en auge, con un sistema menos oneroso para los ciudadanos, pero también más pelado de servicios. Pagan menos, pero tienes menos. La industria del cine y la televisión tiene ya más trabajadores en el resto de los EEUU que en California. Vimos los piquetes y no pudimos visitar algunos estudios. Los trabajadores del sector están en huelga. Se percibe entorno de crisis a pesar de las impresionantes casas de Beverly Hill, de las boutiques de Rodeo Drive, por cierto, no está la icónica de Pretty Woman en el número 479. Las calles huelen a marihuana. Hay carteles de proveedores de Cannabis en muchos sitios. Mientras tanto China se ha convertido en el primer exportador mundial de automóviles desbancando a Japón, que lo hizo hace años con EEUU. No han necesitado la parafernalia de los buques factoría de los nipones. A pulso y sin truquitos.
Uno de los mejores sitios del mundo para ver en mentalidad hispana, las dos orillas del Pacífico es, sin duda este. California fue uno de los mayores receptores de población China en el siglo XIX. Casi 12 millones de inmigrantes entre 1870 y 1900 llegaron al país, la mayoría blanquitos, Alemania, Irlanda e Inglaterra fueron los principales emisores. En 1844, justo después de la primera Guerra del Opio, el presidente de turno de los EEUU, John Tyler firmó el Tratado de Wangxia con el imperio chino para el comercio en régimen de reciprocidad. Apenas doce años después, se alían con sus amigos británicos les ahorraron los esfuerzos diplomáticos a cañonazos, obligando en las guerras del opio a que China abriera más puertos al comercio internacional mediante el Tratado de Beijing de 1858 en el que humillan a la dinastía Qing y fuerzan su declive.
En 1880 había en EEUU poco más de 100.000 chinos, la mayoría de Guangdong. No eran ni el 0,02% de la masa total de población, pero se concentraron en California y Nevada, donde llegaron a ser el 10%. Antes, en el siglo XVIII los franciscanos habían establecido misiones en toda Nueva España, ojo al nombre, y llevaban desde el XVI construyendo presidios, puertos fortificados en la costa hasta Alaska, y construyendo caminos. El simpático de Humboldt, que entregó a Jefferson todos los planos que en su visita de 5 años a Nueva España (en cinco años recorrió un amplio territorio los actuales países de Venezuela, Cuba, Colombia, Perú, Ecuador, México) las autoridades, en deferencia al ilustrado viajero entregaron para que pudiera conocer más y mejor, dicen ahora, que inventó la Naturaleza. La inventó y la descubrió. Ya. Los americanos usaron sus mapas como Cook y Drake usaron las cartas de navegación que habían “hackeado” a los españoles siglos antes, con el afán de apropiarse de lo que no era suyo (lean el libro Humboldt y Jefferson de Sandra Rebock si quieren detalles). Y de Félix de Azara o de los naturalistas españoles, de la tradición enseñada en las universidades de la América Hispana que se apropió el prusiano, ni pio. No vaya a ser que se sepa que no he descubierto yo esto sino que había mucho conocimiento indígena que se preservó en las tres docenas de universidades en las que se enseñaba medicina, farmacopea, español, latín y las principales lenguas indígenas.
Mientras me movía de parque natural en reserva marina, de la costa a la montaña y al desierto, mientras descubría en Mojave que el Joshua Tree no era un disco de U2 sino una bellísima planta del desierto, escuchábamos las emisoras a 55 millas por hora. Todos te pasan, pocos respetan los limites de velocidad, hasta camiones inmensos con dos y tres remolques me pasaban. Trenes kilométricos de la Union Pacific con hasta seis locomotoras mueven los graneles y la madera por el país. Campos infinitos de hortalizas, de vides, de almendros, de las famosas nueces de California, a lo largo de la 101, el viejo Camino Real de más de 900 kilómetros desde Loreto en Baja California a más allá de San Francisco, pasando por San Diego, Los Ángeles, San Luis Obispo… El de Tierra adentro, tenía 2574 kilómetros e iba de Ciudad de Méjico a Santa Fé que recorrió Humboldt asegurando que los caminos de la España americana eran mejores y más seguros que los de Europa. ¿Cómo no imaginar cuando ves restos de misiones de adobe a aquellos frailes intentando llevar la civilización a nuestra manera? ¿Cómo no pensar en el contraste con Wounded Knee?
En la radio en el coche se oyen emisoras de entretenimiento, música, anuncios, y cosas superficiales, a veces pillabas algo interesante, una entrevista, noticias. Sorprende que hablen mucho más en la tele y en la radio de Trump y su imputación en Georgia que de Mahui, que, en los planos de 1555 de Ruy López de Villalobos, más de doscientos años antes de que Cook pasara por allí, la llama “Desgraciada”, y de la calcinación de la antigua capital de Hawái. Cuando volvíamos iban por el centenar de muertos y el millar de desparecidos, muchos niños, que todo el mundo imagina que son también muertos, pero nadie llama al pan pan. A nuestra vuelta habían pasado dos semanas de semejante infierno sin que el presidente Biden hubiera aparecido.
La debacle de la primera globalización, la caída del real de plata y el cambio de sistema monetario al patrón oro destrozó a España y a China. La fiebre del oro empieza en 1848 en Coloma, California, casualmente justo al acabar la guerra con los mejicanos por la que se quedan con ella. Emergía América, el Reino Unido lo sabía, pero hasta la crisis de los 70 del siglo XIX y luego la primera Guerra Mundial no se notaba mucho. El oro del Oeste, por el que explícitamente pedía planos y mapas Jefferson a Humboldt de las minas de Nueva España, y la balcanización de Hispanoamérica liderada desde Londres obraron su magia.
En el SFMOMA, el museo de arte moderno de San Francisco tienen expuesto temporalmente un mural de enormes dimensiones (casi 7 por 23 metros) de Diego Rivera de 1940. Se trata de La Espina Roja: Unidad Panamericana. En el centro aparece Frida, con su paleta y sus pinceles, como si fuera ella la autora auto retratada. Rivera acogió a Trotsky en su casa hasta que Ramón Mercader a sueldo de Stalin lo ejecutó con un piolet ese mismo año. Muestra a los padres, a Washington, a Jefferson, a Hidalgo y Bolívar con notas de la primera convocatoria del último en Panamá por una Unión Panamericana. Iluso pirado de él. A Jefferson le pone una nota en la que dice que de vez en cuando es bueno que se derrame sangre de unos cuantos patriotas y de unos cuantos tiranos. Qué fácil disponer de la sangre de unos y otros desde la atalaya en la que Rivera pinta a los indios siempre ahí, machacados, subyugados. En uno de los paneles muestra la conquista de California, las sequoias cortadas por varios leñadores, la mecanización del campo, la explotación de las riquezas minerales, la metalurgia. Imposible no pensar en los 500.000, sí 500.000 muertos militares que atribuyen las fuentes americanas a la guerra de Ucrania. Una guerra civil europea que beneficia, fundamentalmente, a los Estados Unidos. En defensa de Ucrania, hasta la muerte…. de los ucranianos, claro, escribía Juan Luis Cebrián mientras aterrizábamos en la costa de San Luis Obispo, que, casualmente se llama Ávila Beach.
Y sin embargo son capaces de los mayores progresos. Llevar a mi hijo a San José, a Los Gatos, explicarle Berkeley, Stanford, Caltech, UCLA o la misma Universidad de California en San Francisco, explicándole que allí están muchos de los mejores del mundo, fue emocionante. Entre las 20 primeras universidades del mundo hay 15 americanas cinco de las cuales son californianas. Dos centros de investigación de la NASA nos aguardaban. La señora Julie Packard hija de David de los famosos Hewlett y Packard, impulsó el que para nosotros, hasta ahora, es posiblemente el mejor Aquarium del mundo en Monterrey. Ver la transformación de un enclave que explotaba su bahía de recursos pesqueros, lleno de fábricas de conservas de pescado, prohíbe la pesca, hace un santuario marino y se reinventa es impresionante. Subirte en un Cruise, un robotaxi sin conductor, en San Francisco, viéndolos como te llevan sin nadie al volante es emocionante. Se te coge una cosilla en el estómago. El coche te lleva solo.
A los 30 años de la guerra del opio y del acuerdo de comercio con China, los EEUU estaban prohibiendo la inmigración de chinos. Ya habían traído bastantes, ya les habían explotado las minas y construido, a costa muchas veces de la vida, sus ferrocarriles. En el hotel Riu del Fisherman Warf de San Francisco, la mayoría del servicio son americanos de origen chino. La ciudad está llena de descendientes de Han y de hispanos. Los hijos y nietos de aquellos primeros chinos no obtuvieron ciudadanía hasta un siglo después en 1952 y pudieron votar a partir de 1965. Catorce años después, en 1979, Jimmy Carter y Deng Xiaoping establecían relaciones diplomáticas plenas que incluían el STA o acuerdo de Cooperación en Ciencia y Tecnología que, hasta hoy sigue vivo, pero se renueva cada 5 años. El 27 de agosto vence. ¿Qué pasará?
¿Dónde están los indígenas? Jerónimo hablaba español y estaba bautizado. En los inmensos bosques de Sequoia sempervirens (redwoods) de Muir, a unos 45 minutos de San Francisco cruzando el Golden Gate, no quedaban más que 14 indígenas Miwok de la costa a principios del siglo XX. Las explicaciones que dan siempre ponen la pullita a los españoles. “Primero los misioneros les explotaron para hacer las misiones” dicen en sus propias explicaciones. Lo de que Muir era un amante de naturaleza, que compró los bosques para protegerlos y que llevó a Theodore Roosevelt de acampada a Yosemite para convencerle de extender la protección del parque lo ponen con una pequeña referencia a que era un racista que despreciaba a los indios, algo es algo.
Escuchar en una entrevista a dos congresistas hablar de China, es sorprendente. Hablan de que impulsar la ciencia, la innovación, cambiar los requisitos de inmigración para atraer a los mejores, avanzar en metamateriales, en inteligencia artificial y en ciencia es un asunto de seguridad nacional. Me muero de pena y de envida mientras los oigo. ¿Cuándo habrá una entrevista a dos parlamentarios españoles en la que se asegure que la innovación, la educación, la atracción de cerebros y la ciencia son asuntos de Estado? Probablemente nunca.
Hoy muchos de los líderes de las mejores empresas tecnológicas de EEUU son de origen asiático, en Google Sundar Pichai, en Microsoft Satya Nadella o en Nvidia Jensen Huang. En Meta (antes Facebook) en 2021 el 46% de sus empleados eran asiáticos de los que el 27% eran directivos, en Cisco el 15%.
Y la semana daba la matraca con China, sus medios, insisten en que van mal, que se hunden, que Evergrande, su mayor inmobiliaria, ha presentado la quiebra en los EEUU y que arrastraba unos 300.000 millones de dólares de deuda, que el paro juvenil en las ciudades supera el 20% y que han dejado de publicar la cifras, que la juventud china está desilusionada, etc… mientras un señor vendía camisetas “made in China” a 3 por 20 dólares en el muelle 39 de San Francisco y el CEO de la Taiwanesa TSMC alega que los atrasos en el arranque de la planta de semiconductores en Arizona se deben a las dificultades para encontrar personal cualificado y lo cierto es que las importaciones de productos Chinos no paran de crecer con un volumen de compra de 537.000 millones de dólares, con un déficit en 2022 de 383.000 millones, un 8% más que en 2021.
Aquí la Fed se plantea una última subida de tipos, todo está carísimo y las tiendas vacías. Culpar a China y los chinos no es nuevo y es lo fácil. Sigo convencido de que hay más valor en la colaboración y el comercio a ambos lados del Pacífico, especialmente ahora que el Canal de Panamá, consecuencia de la sequía empieza a ser otro cuello de botella. Méjico, ayudando a los que desde el grito de Dolores, en menos de 20 años, les privaron de la mitad más rica de su territorio, acababa de poner un arancel del 25% a los productos importados de algunos países de Asia como Corea del Sur, China e India, ahora que celebran ser los primeros que han puesto una sonda en el polo de la luna que cuenta con hielo.
Al pasar por Fresno hay una salida de la autovía 99 que pone Málaga. ¿Qué hago yo aquí?