En los últimos días, la sociedad española ha recibido un master acelerado sobre discriminación y acoso en el puesto de trabajo, por cortesía del Sr. Luis Rubiales. Las primeras clases versaron sobre el acosador y el acto en sí y, en sesiones posteriores, hemos aprendido sobre la importancia de un sistema de apoyo, control y difusión de este tipo de conductas.
Si el piquito sin deseo y el levantamiento de genitales real fueron bochornosos, más aún lo han sido unas justificaciones zafias y prepotentes. La sociedad española se ha escandalizado. Nos hemos escandalizado, porque reconocemos el tono y las justificaciones alegadas por el Sr. Rubiales, las hemos escuchado y aceptado muchas veces en un pasado muy cercano y nos reconocemos cómplices de ello.
El error de cálculo del Sr. Rubiales ha sido no calibrar que el mundo ha cambiado, quizás hace tan poco y tan rápido, que muchos aún no se han dado cuenta. Y no hay nada tan vergonzoso para una sociedad como reconocerse cómplice de delitos que durante décadas han sido impunes.
Este esperpéntico caso de surrealismo ibérico me lleva, sin embargo, a pensar en la idea del iceberg de la ignorancia, concepto gráfico que expone cómo en la empresa la mayoría de errores se producen por desconocimiento. Mientras que el staff de base detecta y reconoce el 100% de los errores, solo un 4% llegan al conocimiento de la cúpula de la empresa, impidiendo su resolución. Y esto es lo que le ha ocurrido al Sr. Rubiales, que no lo ha visto venir.
Si una institución nacional como la RFEF pone el foco y cuestiona el comportamiento de una campeona de mundo, existiendo pruebas gráficas irrefutables y millones de personas como testigo, todas las campañas que el Gobierno de España pueda realizar sobre igualdad y llamadas al 016 quedan invalidadas, porque son mentira. Si en un entorno público se acepta y defiende un comportamiento en el que impera el uso de poder, qué no se permitirá en el ámbito privado de una empresa.
Y sin embargo el Sr. Rubiales, con vehemencia habla de feminismo y amenaza con denuncias indiscriminadas. Porque aunque finalmente el veredicto ha sido unánime, han sido varios los días en los que el debate se trasladó al ámbito político y de nuevo unos y otros tomaron como suya la bandera del feminismo, mientras nuestro país era motivo de escarnio a nivel internacional.
En el discurso de la vergüenza, aparecen expuestos claramente los roles de poder, y el Sr. Rubiales se excusa ante su Majestad la Reina, pero no se excusa ante las jugadoras, cuando describe que su levantamiento fue un homenaje al entrenador, un “ole tus huevos” en toda regla. Qué cuidada la elección del gesto, para celebrar la primera victoria mundial en el Fútbol femenino.
Deberemos esperar a sesiones posteriores para conocer los mecanismos de corrección y sanción de este tipo de conductas, al final tendremos que darle las gracias al Fútbol por poner en primera plana el acoso laboral.