Aunque la primera Dana otoñal se acerca, todavía se puede disfrutar, con matices, de una buena siesta. Me desperté a los veinte minutos, tiempo justo recomendado para sestear, sobresaltado por el recuerdo de una escena de la serie Fundación que durante las noches estivales he ido saboreando visualmente como una de esas delicatesen que hay que degustar en pequeñas dosis. Aunque con algunos retoques obligados al guionizar el difícil conjunto de la gran obra literaria de Asimov, el despliegue de artificios escenográficos bien merecía la pena al compararlos con aquellos imaginados cuando leí el libro Los límites de la Fundación publicado hace justo cuarenta años.
No me ha defraudado, a pesar de tantos años después, las que hoy han creado las innovadoras tecnologías visuales han superado lo que mi imaginación había creado. Curiosamente tuve conocimiento de Asimov años antes, al leer un artículo publicado en la revista Playboy. Aquel ejemplar giró puerta por puerta por toda la residencia de estudiantes, pero de aquellos jóvenes criados bajo la más feroz censura, muy pocos repararon más allá de las sensuales fotografías. Había textos de grandes escritores y, en especial, de los grandes maestros de la Ciencia Ficción, Ray Bradbury, Arthur Clarke o Isaac Asimov.
Para una juventud ávida de imaginar un futuro distinto, frente aquel presente que estaba moldeando sus idiosincrasias, la ciencia ficción era una invitación a imaginar, como aquella obra en la que participaron con aportaciones los tres bajo el título Democracia electrónica. El artículo de Asimov versaba sobre la defensa del colesterol como base para la evolución de nuestra especie, para los mecanismos de defensa ante las adversidades y responsable último del aumento de la esperanza de vida. Algo inaudito en aquellos momentos, cuando se criminalizaba hasta el aceite de oliva, como precursor de tan terrible sustancia. Desde su amplio conocimiento de todas las ciencias, Asimov explicaba con magia divulgativa la importancia de lo que hoy ya todos conocemos como el HDL o colesterol bueno. La capacidad imaginativa y predictiva de Asimov es incuestionable, tal vez solo superada por Julio Verne, quien no dispuso en su época de tanta información científica.
La ciencia que ocupa el eje central de Fundación es la psicohistoria, una rara miscelánea de disciplinas a priori tan inconexas como la psicología, la historia y, vertebradas y aderezadas por la estadística, más concretamente por el cálculo de probabilidades. El producto final es la conclusión adivinatoria de cómo transcurrirá el futuro.
A duermevelas inicio un juego sobre la psicohistoria de Málaga. Hago unos sencillos cálculos sobre como nos afectaran los recientes hechos que acontecen a escala planetaria, regional o local. Al ver los resultados pienso que mejor dejarlo para más adelante. Es preferible seguir disfrutando del presente. Antes de perderme en una cabezadilla, sonrío al recordar la sentencia de Mark Twain: Hay tres clases de mentiras: las mentiras, las grandes mentiras y las estadísticas.