Vaya por delante la importancia de ser buena persona en la vida, algo ya de por sí difícil de definir, pues está sujeto a la valoración de otros. Pero algunos rasgos que solemos destacar en ese perfil, es que se trata de personas empáticas, coherentes, humildes, bondadosas, ... En la actualidad, la sociedad se encuentra inmersa en un constante diálogo sobre la moralidad, la empatía y el compromiso con el bienestar global. Sin embargo, en este debate, ha surgido un término que ha capturado la atención de muchos: el "buenista". La RAE lo define como la “actitud de quien ante los conflictos rebaja su gravedad, cede con benevolencia o actúa con excesiva tolerancia”. Opina el escritor Humberto Pérez-Tomé que el buenismo “es una de las enfermedades modernas del alma, un sustituto barato meramente humano que se desliga de un bien superior que es Dios”.
No es que sea nada nuevo, siempre han existido. Recuerdo en los tiempos del instituto, cuando compañeros defendían la grandeza del comunismo soviético y eran pacifistas, menos cuando se sentían legitimados para ser agresivos y violentos contra todo aquel que le dijese lo contrario o en las manifestaciones contra la “policía opresora”, justificando la falta de libertad, pobreza, etc...en aras del supuesto bien común. Otro ejemplo estaba en el debate sobre la religión, que se caracterizaba por criticar la mayoritaria en España (de la que hay muchísimas cosas que repudiar), pero se justificaba y alentaba otras religiones que asesinan a personas por su condición sexual, denigran a la mujer y, en muchos casos, justifican y alientan el terrorismo. En fin, al menos se tenían profundos e interesantes debates, en un modelo educativo que también ha sufrido ese buenismo, con la consiguiente devaluación del sistema, no sólo en su calidad sino en la transmisión de valores de esfuerzo y mérito.
El buenista moderno quiere constantemente demostrar que está por encima del bien y del mal, creando una imagen de virtuosidad y altruismo. Pero en su afán por mostrar su superioridad moral, ¿está realmente priorizando el bienestar de los demás o solo busca alimentar su propio ego? Esto lo convierte en una paradoja moral, ya que sus acciones pueden ser, o no, beneficiosas para la sociedad, pero su motivación subyacente puede estar impulsada por el ego. En lugar de actuar en función de las necesidades reales de los demás, podría estar impulsado por la necesidad de destacar y sentirse superior a los demás. En ese caso, estaríamos hablando de personas absolutamente egocéntricas y que creen ser los únicos conscientes de los sufrimientos del mundo.
El buenista de manual, además de tener su foco en que casi todo lo de fuera es mucho mejor que lo de su entorno, suele ser más respetuoso y tolerante con todas las culturas, salvo la propia. De ahí que se haya sumado, tan de moda hoy en día, al revanchismo histórico que juzga la historia con los códigos éticos actuales, sin tener en consideración los valores propios que se forjaron tras siglos de guerras, luchas sociales y conquistas ciudadanas. En el caso de España, hay que pedir perdón, entre otros, por Colón o los Reyes Católicos, como supongo que nosotros deberemos exigírselo a los árabes, fenicios, romanos, ... En fin, quizá habría que entenderla en su contexto y más que estar ocupados en el pasado de hace muchos siglos, sería mejor colaborar y trabajar para que todos tengamos un mejor futuro. Porque esos continuos discursos de solicitud de perdones y contra perdones en todo el mundo, no hace sino avivar nuevos odios.
Por tanto, el buenista es un tipo abierto y respetuoso con todas las culturas… salvo con la propia y cuyo concepto revela la intrincada relación entre la virtud y el ego.