Por qué el famosísimo servicio de inteligencia israelí, el Mossad, no vio venir el ataque de Hamás, se preguntan todos los medios en estos días. Tampoco la CIA detectó los atentados del 11S, ni ningún organismo científico previno del Covid-19 y así innumerables ejemplos en acontecimientos históricos que afectaron a la geopolítica mundial. La imprevisibilidad y la sorpresa son componentes inherentes de la vida y la mayoría de los hechos relevantes del último siglo no han sido predichos. Decía Seneca que “en tres tiempos se divide la vida: en presente, pasado y futuro. De estos, el presente es brevísimo; el futuro, dudoso; el pasado, cierto”.
No escapa a este contexto el mundo empresarial donde se toman decisiones muy complicadas todos los días que, con perspectiva, cuestan entender. Algunos clásicos fueron el rechazo del dueño de Blockbuster a la oferta de colaboración que le hicieron desde Netflix, la apuesta de Sony sólo por Spiderman, rechazando al resto de superhéroes de Marvel, que ahora arrasan en las salas de cines, la negativa de Kodak a apostar por la fotografía digital (tecnología que además tenían) que los llevó a la quiebra, la negativa de la Western Union a hacerse con la patente del teléfono o cómo el inventor de la Coca-Cola no creyó en su potencial y la vendió.
Tampoco suelen acertar los analistas sectoriales. Hace unos meses la mayoría de los economistas más relevantes predijeron que el Euribor no superaría el 4% y ya hace meses que lo hizo, con su gran impacto en las hipotecas a tipo variable. Como un consultor español dijo una vez, "los videntes echan las cartas, nosotros echamos el PowerPoint". Y no digamos de los tertulianos, que, con la presión de opinar sobre una variedad de temas, también se enfrentan a este desafío constantemente, lo que puede hacer que sus análisis sean superficiales o basados en información incompleta.
Incluso cuando consideramos certezas, con el tiempo pueden dejar de serlo, como pasó con António Egas Moniz, premio Nobel de Medicina, por crear una cirugía hoy olvidada y repudiada, la lobotomía. O al revés, errores que se convierten en aciertos, como el denominado “La locura de Seward”, cuando el secretario de estado de Estados Unidos promovió la compra a Rusia de Alaska por 7,2 millones de dólares, lo que se consideró en el S. XIX como un error inmenso, al definirlo como un trozo de tierra helada y desolada. Dos décadas después de su compra, EEUU encontró depósitos de oro a lo largo del río Klondike, cosa que provocó una ola de inmigración masiva. Por si fuera poco, a mediados del siglo XX se descubrieron enormes yacimientos petrolíferos.
Por tanto, la incertidumbre es una parte inevitable de la vida y, en lugar de temerla, podemos aprender a aceptarla y trabajar con ella. En vez de buscar certezas, podemos enfocarnos en mejorar nuestras habilidades de análisis y adaptación para enfrentar los desafíos que se nos presenten. Como dice el famoso dicho “lo único permanente en la vida es el cambio”.