Hace unos días recibí con inquietud a Adrien González, un arquitecto francés al que su segundo apellido revela sus ancestros españoles, y más en concreto del Valle del Guadalhorce. En su inquietud Adrien prepara ahora una interesante tesis doctoral en sociología, a través de la que pretende observar como dos territorios distintos se preparan ante el advenimiento de los efectos de la crisis climática.

Los territorios elegidos son tan dispares como la atlántica región de Burdeos, su ciudad de residencia, y la mediterránea área metropolitana de Málaga, tierra a la que se encuentra familiarmente unido. Nada más en común que los buenos caldos, que rivalizaron mundialmente en algún momento de la historia, hasta que la puñetera filoxera desmanteló nuestros viñedos, y menos mal que se descubrió el caldo bordelés en aquella región gala para acabar con aquella plaga que dejó nuestros montes en barbecho.

Cuatro horas de diálogo sin pausa, ni siquiera para tomar café, van precipitando ideas, ejemplos, modelos, la evolución histórica del territorio, y como sus pobladores han ido adaptándolo ante el devenir de periodos de abundancia y aquellos otros peores de flaqueza. En el modelado territorial, en la creación del paisaje, el cincel es siempre el paisano y el martillo, para bien o mal, la economía.

Pasamos revista con detalle desde la intrusión de los cultivos subtropicales y el daño en una tierra seca hasta la anárquica distribución, sin la necesaria planificación, del panelado de energía solar en algunas partes del Valle. Todo ello pasando por el análisis en la distribución de las infraestructuras y de los frentes de crecimiento urbanístico. Recalamos en el debate de la ciudad de los quince minutos y analizamos algunos ejemplos sorprendentes como los modelos autárquicos de las ciudades fortalezas de Carranque y Girón, en su origen a extramuros de la ciudad y pensadas para ser autosuficientes. Singulares paradigmas del modelo de ciudad compacta que hoy consideramos como la más cercana a la sostenibilidad. Pero a Adrien le fascina la idea de la planificación en el caso de Villafranco del Guadalhorce, similar a los anteriores, pero aun en estado casi puro al no haberse sumergido por la metrópolis.

Acabamos manejando ideas para la metrópolis malagueña del futuro. Si las predicciones no cambian, comento, tendremos que pensar en un modelo de desarrollo similar a la nueva ciudad de Line en pleno desierto saudí. No seamos pesimistas, me apostilla, confiemos en nuestra capacidad de adaptación. Con un ‘qué así sea’ nos despedimos quedando emplazados para ver su tesis acabada.