Las olas de cambios en las tecnologías son cada vez más rápidas. Se suele afirmar que de la electrificación a la automatización pasó un siglo, de ésta a la digitalización unos cuarenta años y a la personalización solamente transcurrieron diez. Eso complica nuestra capacidad, la de la mayoría de los mortales, para asimilarlas. Incluso en su expansión se ha acelerado el ritmo: el ChatGPT alcanzó los cien millones de usuarios en dos meses, su velocidad de crecimiento ha sido ocho veces más rápida que la de TikTok y multiplica, en mucho, los de Instagram, WhatsApp o Facebook.
Adelanto ya que pienso que debemos regular y ser conscientes de que ha llegado un momento donde nuestras creaciones, como la Inteligencia Artificial, serán un riesgo más para la humanidad. Afirmaba hace unos días Vitalik Buterin, creador de Ethereum, que la “IA superinteligente, si decide volverse en nuestra contra, podría no dejar sobrevivientes y acabar con la humanidad para siempre". Pero conviene recordar que no deja de ser un peligro más, ya existente hace muchas décadas por otras creaciones humanas, como es el riesgo de la destrucción del mundo por el armamento nuclear o la capacidad que tenemos para crear y expandir una pandemia global. Es decir, que ya hace mucho tiempo que tenemos la posibilidad de acabar con nuestra existencia. También hay factores externos como la desoxigenación, el estallido de rayos gamma, el impacto de asteroides, .... que podrían hacerlo.
No se nos debe escapar que es imposible garantizar lo que la sociedad haga con una creación. Thomas Edison inventó el fonógrafo para que las personas pudieran grabar sus pensamientos para la posterioridad y para ayudar a los invidentes, quedando perplejo cuando la mayoría lo usó sólo para reproducir música. Alfred Nobel creía que los explosivos únicamente se usarían en la minería y en la construcción de ferrocarriles. El microondas fue inventado para luchar contra los aviones nazis, en la Segunda Guerra Mundial, pero hoy en día es un electrodoméstico imprescindible en cualquier cocina doméstica. Son inventos que han sido utilizados para fines diferentes a los que fueron creados originalmente. Así que sabemos que la IA tiene como objetivo imitar el razonamiento, el aprendizaje, la percepción y la toma de decisiones que hasta ahora se consideraban exclusivas de los seres humanos, ... veremos en qué depara.
Y como las frases de los abuelos nunca pierden vigencia y además permanecen en nuestro recuerdo de por vida, me tomo la libertad de recordar la célebre, “no se puede poner puertas al campo”. Tengamos presente que los inventos no pueden desinventarse o regularse del todo y para todos, igual que el conocimiento una vez propagado no se puede limitar. Preocupémonos por ello, sin aprovecharlo para limitar nuestras libertades aún más. Es un equilibrio fundamental que debemos cuidar y defender. Decía Eisenhower, de manera algo exagerada, sirva a modo de ejemplo que, si “solo quieres seguridad total, ve a la cárcel. Te alimentan, te visten, te dan cuidados médicos. Lo único que falta es la libertad”.
Debemos regular la Inteligencia Artificial, ya en la UE nos hemos apresurado a ello. Pero también debemos preocuparnos por nuestra libertad, recordando que la misma no es un fin, sino un medio. Ya he comentado en otros artículos como la democracia está en retroceso y el exceso de “gusto” existente en los gobiernos por la reglamentación y el control. Habría que lograr un equilibrio entre la regulación y la libertad individual y la necesidad de competitividad de las empresas, porque al poner puertas al campo, también se corre el riesgo de normalizar que las haya.