‘Erase que se era’ fue el título de un LP de Silvio Rodríguez que conmovió a mi generación, y que modeló muchas personalidades. Como él mismo contaba no era más que la insistencia en reparar un vacío. Un vacío que se ha hecho más grande, oscuro y profundo en esta última década. Por eso prefiero, como lo hizo Goytisolo, soñar un mundo al revés.
Érase una vez que en las primaveras llovía tanto café en el campo que cuajaban con fuerza inusitada los frutales y crecían abundantes cereales y hortalizas.
Érase una vez que la naturaleza no necesitaba de ser protegida porque el respeto hacia ella era asumido desde la infancia.
Érase una vez que ya no hubo migrantes, porque nadie tenía que ser un refugiado político, ni climático, ni que huyese del hambre y de la miseria.
Erase una vez una Inteligencia Artificial que velaba para que su uso fuese en exclusividad para generar el bien común y que avanzaran los conocimientos para que la felicidad fuese la fuerza de la humanidad.
Erase una vez ciudades en las que primero se plantaban los árboles y luego se construían edificios inteligentes que cuidaban de aquellos.
Erase una vez que los océanos volvieron a ser limpios, sin rastros de plásticos ni de crudos, y en donde las ballenas y delfines no varaban en las costas.
Érase una vez, cuando por fin, después de miles de años de guerras, palestinos y judíos firmaron una paz duradera para la concordia de las tres culturas mediterráneas.
Érase una vez que Corea del Norte se comprometió desmantelar todo su arsenal nuclear, y así lo siguieron todos los demás estados del mundo.
Érase una vez que Putin dejó que durmiesen en paz, sin sobresaltos, a los ucranianos.
Érase una vez que los drones dejaron de ser armas de destrucción masiva y se convirtieron en artefactos que sembraban, recolectaban y transportaban sus frutos para mitigar el hambre en el mundo.
Érase una vez una ONU que decidió por unanimidad mandar casos azules a todos los países en conflicto, para que se impusiese la paz.
Érase una vez una COP en la que todos los países firmaron un acuerdo para reducir de verdad y de inmediato las emisiones de gases de efecto invernadero, sin ningún tipo de ambages ni condiciones secundarias.
Érase una España en la que se reconocía de verdad la diversidad de sus pueblos, de sus lenguas, de sus culturas y de sus formas de identificarse.
Érase una vez que toda la región mediterránea gozaba de sus cuatro estaciones, unas frías y otras cálidas, unas secas y otras lluviosas.
El poema de Silvio Rodríguez acaba diciendo estas palabras, que hago ahora mías: Yo no sé si ha servido de algo o de nada, que haya habido pasado y que quede recuerdo. Yo no sé si mañana pensaré lo que hoy vivo. Érase que se era una vez.