Las declaraciones del ministro José Luis Escrivá en el Parlamento esta semana sobre la próxima instalación del IMEC en Málaga y el subsiguiente júbilo de los medios e instituciones han sido toda una sorpresa para muchos. En julio y en septiembre ya hubo declaraciones públicas desde el Ministerio de Economía, el propio IMEC y desde el equipo del Comisionado del Perte Chip. Cualquiera que hubiera estado atento habría entendido que uno más uno era dos.
Todo el mundo buscaba al héroe o heroína que lo había conseguido. Me temo que no lo han encontrado.
Por si fuera poco, en agosto, con la canícula y desde San Francisco envié, fiel a mi columna dominical en El Español de Málaga, una con el título IMEC. Ahí explicamos el contexto, y lo que era, lo que significa y lo bueno que fuera para España y para una Europa con la máxima soberanía estratégica.
Esta semana, con la faena que tiene uno, hemos tenido una persecución mediática para que expliquemos lo que ya estaba explicado. He oído expertos repentinos y neo conversos a la causa del Instituto Ricardo Valle de Innovación defendiendo y explicando lo que era la microelectrónica y relatos simples que se basan en lo anecdótico, que si esto empezó aquí, o acá, que si fue el Cid o Rodrigo Díaz, que si los políticos se ponen los méritos, que si patatín, que si patatán.
Lo real es que la importancia de los Semiconductores lo hemos explicado aquí hace ya un año. Que la apuesta por estrategias y políticas de futuro es solo para valientes con visión que apuestan por sus territorios, lo contamos en noviembre del 2022.
Hemos ido dando cuenta de nuestros sueños, de nuestros objetivos, de nuestros encuentros, de nuestras sanas y compartidas ambiciones a todos en este medio, que se acabará convirtiendo en la bitácora digital que evidencia que nunca vivirás el sueño que no has soñado. También que el éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano. Ahora aún falta muchísimo para que el proyecto produzca mi sueño de la primera oblea de chips “made in Málaga”. No olvidaré nunca las miles y miles de obleas que fabricó Isofotón y la falta de estrategia y de política industrial que nos llevó a perder al líder tecnológico mundial del momento sin que nadie en el sector público viera que era clave ayudar a la soberanía estratégica de Europa echándoles un cable. Cuatro perras comparado con los miles de millones consignados en el Perte Chip o en el Chip Act de la UE.
Un día del futuro conversé con el sucesor de Miguel Ruiz Montañez en la EMT, era chino y me lo encontré en el muelle 1, desde lejos se veían las siluetas de las plantas de semiconductores, yo necesitaba bastón y paseaba con calma cada día, con la secreta socarronería de haber trabajado con los mejores para los mejores propósitos, de los que solo un puñado salieron bien.
Lo que hace única esta historia, es que muchos, muchos, han trabajado juntos y alineados por una visión compartida de un futuro de progreso compartido. Sin el aliento de Francisco de la Torre, la energía permanente de Susana Carillo, el sí incondicional de los patronos fundadores, Sando, Mayoral y Miramar, y la financiación imprescindible de Unicaja Banco, que recibirá multiplicado por mucho esa aportación, no se podría haber reunido a un pequeño equipo para trabajar en proyectar desafíos y proyectos de gran calado. Sin cada aportación de todas y cada una de las empresas colaboradoras de Innova IRV y sin el trabajo incansable y pro-bono de sus vicepresidentes, no se podría haber arrancado. Sin el demiurgo del ecosistema, Felipe Romera y su equipo de directivas, con Natalia Pérez, Clara Pérez y Lourdes Cruz peleando, sin horario, inasequibles al desaliento, con el coche lleno de juguetes, de sillitas, llamándonos mientras los niños hacían de las suyas en casa, todos con mocosos dando saltos detrás, conciliando y empujando. Sin la pericia de José Manuel Leceta, ágil para meternos en la alianza europea de regiones por los semiconductores, sin el apoyo del Rector Narváez y el compromiso del Vicerrector Javier López, los directores de las Escuelas de Ingeniería y sin Mario Nemirovsky, nada de esto hubiera pasado. Pero no nos equivoquemos, el mérito es de unos ciudadanos que son servidores públicos, que se presentan a rendir cuentas cada cuatro años y que han confiado en una institución como Innova IRV que apenas tiene 2 años. ¿A dónde van estos galos? ¿Habría yo, en el puesto de Carolina España o en el de la Secretaria de Estado de Telecomunicaciones María González Veracruz, confiado en la visión de unos cuantos guerreros galos en una ciudad de provincias de la periferia de la Galia?
La credibilidad, importante palabra, la aportaba la trayectoria y compromiso de tantos que arrimaron el hombro en el proyecto, desde Bernardo Quintero, malagueño tecnológico del año y una de las personas con una mayor coherencia y compromiso que conozco, hasta Fernando Hardasmal, Enrique Colilles, Antonio Urda, Toni de la Prieta, Rafael Sánchez, Antonio Gómez Guillamón, Manolo Melero, Enrique Serrano…
¿Podría haberse conseguido sin el respaldo de toda la patronal del sector de la tecnología? Ametic es la madre de Innova y de la red de polos que se está desarrollando para que haya tantas aldeas galas que estos galos sean invencibles a lo largo y ancho de la piel de toro. Pedro Mier y su comité ejecutivo han estado ahí siempre.
Me maravillo, en cualquier caso, del acto de confianza y compromiso que, para nuestros dirigentes políticos en Málaga, Sevilla y Madrid, significa comprometer muchos recursos públicos durante muchos años para que sumemos prosperidad compartida y no seamos meros espectadores del futuro, sino actores hasta el máximo de nuestras luces y fuerzas. A ellos que cada día les deben venir unos cuantos pidiendo recursos públicos, siempre escasos para salvar el mundo, les debemos dar la gracias. ¿A los políticos? Sin duda. Ya vale de aquello de “piove, porco goberno”. Cuando se trabaja duro y bien, apartando diferencias partidistas por un proyecto común se debe reconocer. Es de justicia y de buenas formas darles las gracias. Se lo debemos a las generaciones de europeos, españoles y andaluces que vienen. A esos enanos que saltan por ahí, rompiéndonos la tele mientras estamos teletrabajando, todos a una. Fuenteovejuna señor.