Últimamente está muy de moda hablar de la relación con el dinero pero, sorprendentemente, se habla del mismo más desde cómo lo personal influye en el mismo y no al revés. Supongo que vende más por aquello de que nos crea una fantasía de control, todos preferimos poder influir en una variable que la misma nos influya… Pero a la vista de los datos, parece ocurrir otra cosa muy distinta.
Numerosas investigaciones científicas han demostrado que el nivel económico de una persona es un gran predictor de su posibilidad de padecer una enfermedad mental, y que la situación de vulnerabilidad social es un factor de riesgo claro en el bienestar psicológico de los individuos. ¿A qué se debe esto?
Sería incorrecto decir que el dinero da la felicidad, pero influye decisivamente en factores que son determinantes para la misma. No se trata tanto de poder comprar cosas sino, sobre todo, de la estabilidad y la seguridad que proveen, dos factores que sí son clave para el bienestar psicológico.
El cerebro humano odia la incertidumbre y lo desconocido, esto puede no tener sentido en el tecnológico mundo actual, sin embargo, en la prehistoria, lo incierto y desconocido podía significar entrar en la zona cercana de la guarida de un depredador o comer una fruta que podía ser venenosa. En cambio, lo conocido permitía inferir el peligro y saber cómo reaccionar al mismo… Es por esto que la incertidumbre nos genera ansiedad lo deseemos o no.
Estar en una situación de precariedad y pobreza, desde luego es un continuo de incertidumbre, además relacionada con factores muy básicos (¿me quedaré sin vivienda? ¿podré pagar la comida? ¿qué hago si enfermo?...) por lo que dicha respuesta ansiógena, sería aún mayor.
Por otro lado, la seguridad es otra de las necesidades psicológicas básicas, tal y como estudió el psicólogo humanista Abraham Maslow. Son las relacionadas con la seguridad de la propiedad privada, de recursos, de sanidad, de familia, de empleo, de moral y de integridad física las más importantes. El dinero juega un rol clave en todas ellas, en el mundo actual, el poder adquisitivo y la renta determinan si podemos tener seguridad en todas estas variables (salvo la moral, y de forma directa familiar no, pero indirecta sí).
Por tanto, el dinero no influye en la felicidad por poder comprar cosas superfluas o lujos. De hecho podemos ver cómo su impacto en el bienestar mental se reduce conforme más dinero gana una persona (es decir, ganar un 20% más de dinero tiene un gran impacto cuando tienes un salario bajo pero apenas es significativo cuando eres rico), pero tiene un papel clave de forma indirecta, al ser capaz de garantizar la estabilidad y seguridad en la vida de una persona.
Es por esto por lo que es llamativo cómo actualmente, cuando hablamos de salud mental, lo hacemos únicamente abordando aspectos como disponer de “herramientas psicológicas” o gestión emocional como forma de manejar el malestar emocional. Sobredimensionamos variables como la influencia de las redes sociales (que desde luego están ahí y tienen un impacto pero mucho menor que los aspectos materiales de la vida que apenas reciben el foco) o se propone como panacea hábitos como el deporte o la consecución de objetivos y metas personales para poder alcanzarlos.
La psicoterapia es una disciplina individualista, ya que cuando trabajamos en consulta, hemos de hacerlo con la persona que acude a terapia, y es genial que desde ese abordaje individual, seamos capaces de mejorar la vida de las personas. Sin embargo, creo que es importante tener en cuenta los datos que nos brinda la investigación de tipo social para no caer en importantes sesgos que nos hacen ver el árbol pero no el bosque.
Ahora que todas las formaciones políticas parecen muy preocupadas por el incremento de problemas de salud mental y que rápidamente los atribuyen a sus “importantes” proclamas identitarias (el perverso machismo o la pérdida de valores) deberían ver estos estudios para entender que si quieren mejorar la salud mental de la población, lo primero que deberían abordar es la pérdida de poder adquisitivo de los españoles y cómo vamos a reaccionar a un entorno cada vez más cambiante y dinámico que va a poner a prueba nuestra estabilidad y tolerancia a la incertidumbre.