Málaga está de moda, para lo bueno y para lo malo. Una ciudad irreconocible en la actualidad para los que vivimos nuestra juventud en los setenta y ochenta, donde nada nos recuerda ahora a esa urbe decadente de antaño, capital de la Costa del Sol, pero en la que casi nadie quería pasar ni una noche. Ahora todos quieren pasar no una sino muchas noches, disfrutando de su gente, de su clima, de sus infinitas opciones de ocio y cultura y de su calidad de vida. Todo un cambio, que sorprende aún hoy día a muchos malagueños.
A mediados de los noventa, cuando no existía la autovía en dirección Almería, pasar por Torre del Mar a través de la antigua N-340 se convertía en un absoluto martirio para todos los conductores, no solo los fines de semana sino incluso a diario.
Recuerdo perfectamente que el apartamento familiar que tenemos en Caleta de Vélez no lo usamos durante cinco años para evitar pasar hora y media por trayecto en el coche para recorrer solo 30 kilómetros a través de la carretera de la costa. Así, una zona muy querida por los malagueños, quedó mermada de visitantes durante un lustro hasta que entró en servicio en 1998 el tramo hasta la salida Algarrobo, simplemente porque las infraestructuras viales disponibles hasta entonces eran insuficientes.
La calidad de vida de nuestra ciudad está atrayendo a ciudadanos de todos los rincones de mundo que a su vez vienen a trabajar a grandes empresas que se están instalando aquí. Su mayor poder adquisitivo hace que puedan acceder a precios mayores que los ciudadanos locales, lo que incrementa la demanda y, por tanto, los precios. Y esto es algo que difícilmente cambiará. Si queremos una ciudad pujante y viva, donde todos quieren vivir, hay que asumir esos peajes, aunque algunos piensan que sería mejor volver a la Málaga de los ochenta.
Con todo esto, muchos malagueños llevan varios años vendiendo sus viviendas en la ciudad ante la alta demanda, aprovechando de paso para hacer caja e irse a vivir a mejores viviendas. La mayoría acaba mudándose a municipios cercanos, donde la vivienda es más barata que en la capital. Pero todos esos nuevos habitantes de las poblaciones limítrofes de Málaga tienen que seguir entrando en la ciudad para llegar a sus trabajos.
Y claro, unas carreteras que se diseñaron para los flujos de tráfico de los noventa, son totalmente insuficientes en la actualidad. Pero el problema real no son los atascos desesperantes y diarios entrando por la zona este. Lo más grave es que a día de hoy ni quiera se han planteado estudios serios para construir alternativas a la autovía que viene desde el este.
Se habla de un tercer carril desde Torre del Mar, que por otra parte no haría más que trasladar los atascos más adelante porque, recuerden, hay varios sitios en los que esa circunvalación de Málaga tiene solo dos carriles y nunca podrá tener tres, por ejemplo, en el falso túnel de San José donde sale el ramal hacia Antequera o también en el túnel de Carlos Haya, donde es imposible que haya un tercer carril a su entrada.
Incluso más adelante, a la altura de Palacio de Ferias, también se pasa a dos carriles. Es decir, un tercer carril no serviría para nada porque la única manera de que fuese útil es que todo el recorrido, todo, tuviera tres carriles. Además, la circunvalación actual de Rincón de la Victoria, inaugurada en 1990, tiene un trazado penoso, que se autorizó en su día con curvas totalmente fuera de lugar para los estándares de seguridad de hoy día.
La única opción es un trazado nuevo al norte del actual, como se hizo en el oeste con la MA-30 o más conocida por hiperronda. Sin embargo, la complejidad orográfica y la cantidad enorme de expropiaciones de particulares que conllevaría su construcción hace temer lo peor: que su construcción se eternice. Solo el proyecto constructivo puede tardar dos años en acabarse, otros tres para las expropiaciones y mínimo cinco para la construcción, por lo que, si todo encaja, podríamos tener nueva autovía para el este en 10 años. Así que vayan haciéndose una idea de lo que nos espera.
Por suerte, estaré jubilado antes.