Si les hablo de Palma Palmilla lo más probable es que, en el mejor de los casos, guarden un educado silencio. Y no les culpo, en pocos territorios a nivel nacional pesa tanto la losa de un estigma como en esta barriada malagueña. Pero como, es habitual, no todo es como parece.
No voy a ahondar en las diferentes problemáticas que se asocian a la barriada, de eso ya tendrán mejor o peor información. Hoy quiero poner de relieve otros aspectos del día a día y presentarles algunas de las personas, vecinas del barrio, a las que el acceso a las nuevas tecnologías les ha abierto nuevas ventanas.
Hace ya unos 30 años, a través de la asociación ASIT y liderados por Pepe Pérez Palmis, pusimos en marcha diversas actuaciones que considerábamos de interés para el barrio. Una de ellas era un aula de alfabetización digital a la que denominamos Eneas, en homenaje al valeroso emprendedor y héroe de la guerra de Troya.
Eran tiempos, los de los 90, en los que la tecnología apenas jugaba un papel relevante en la vida cotidiana de la barriada y en los que Internet era ciencia ficción. De hecho Palma Palmilla fue posiblemente la última gran barriada en obtener acceso al servicio ADSL, ya con el milenio cambiado y tras una dura pugna propia de nuestro mítico protagonista.
Pues bien, solo en los primeros años, se llegó a alcanzar la cifra de 400 asistentes / año al Centro Eneas de Informática. Y tuvo un impacto brutal. Vaya si lo tuvo. Con Jose al frente, permitió a jóvenes y mayores conocer y capacitarse en herramientas necesarias para su vida personal y laboral a las que no tenían acceso.
Recuerdo a Iván y su hermana, a Johnny y sus amigos, a Juan, siempre dispuesto a ayudar, y a mucha otra gente abrirse un camino con esos equipos Pentium III, monitores CRT y teclados que les permitió mejorar en mucho su calidad de vida. Sería imposible calcular cuánta gente ha preparado y enviado sus currículum, hecho cursos de teleformación, realizado trámites o conectado con familiares en lugares remotos desde allí.
Luego llegaron Jose (otro Jose), Roberto y Yolanda, que cogieron el guante de facilitar el acceso de familias sin recursos a equipos informáticos y han sido un pilar fundamental en el proyecto de reutilización de ordenadores, de los cuales se han distribuido más de … ¡800 equipos! en Málaga, Andalucía e, incluso, en el extranjero.
Ese proyecto ha permitido a decenas de jóvenes continuar con sus estudios. Sin ir más lejos, el mencionado Iván, beneficiario de alguno de esos equipos, no solo ha progresado en sus estudios sino que presta servicios profesionales de marketing digital a la vez que se prepara para obtener un doctorado en la UMA desde el entorno de la plaza de la parroquia de S. Pío X.
Hay jóvenes que encauzan sus inquietudes tecnológicas de forma diferente. Es el caso de Antonio y Víctor que, fuera del mercado laboral y educativo, se han formado durante casi un año como técnicos de impresión 3D en GarageLab, una iniciativa conjunta del Polo Digital y la Fundación Orange que les ha permitido conocer nuevas posibilidades del mundo de la tecnología.
Podemos añadir, en otro contexto, la experiencia vecinal de la emisora Color Comunitaria, donde es el propio vecindario el que programa, realiza y emite sus programas en el 107.3 del dial. Alguno de sus programas ha sido reconocido incluso en la gala de los Premios Ondas.
No sé si habrá espacio suficiente ni si disponen del tiempo necesario para seguir leyendo una mayor enumeración de ejemplos en el ámbito de la lucha contra la brecha digital. Otro día les hablaré de vecinas con gran éxito (incluso internacional) en el ámbito literario, o de profesionales que se han convertido en referentes en el mundo de la empresa, el deporte, el arte o en otros sectores de la actividad.
No lo olviden, hay vida más allá del prejuicio.