Hoy nadie cuestiona que la empresa familiar posee recursos únicos e inimitables, de carácter financieros, humanos, sociales, e incluso, relacionados con la reputación.

Hablemos hoy del capital financiero que aporta frecuentemente la familia a la empresa y que hace a este tipo de empresas distintas de las no familiares. El capital financiero incluye a los recursos financieros y otros activos tangibles de la familia.

Éste puede incluir activos tales como un cuarto que pueda hacer las funciones de oficina en la casa de la familia, vehículos de la familia, móviles, u ordenadores, por poner algunos ejemplos.

Es difícil encontrar empresas que en sus inicios no utilizaran bienes de la familia. Steve Jobs, fundador de Apple, se benefició del garaje que generosamente le cedieron sus padres para comenzar la compañía.

Rafael Domínguez de Gor (Mayoral) acogió con inmensa alegría las 7.000 pesetas (unos 42 euros) que su madre le dio al dejar Yunquera para buscarse la vida en Málaga y proseguir con la fábrica de medias y calcetines -que fundó su abuelo en 1941 con el nombre de “Domínguez Toledo”-, junto a sus hermanos en una vieja factoría textil.

Pero, ¿supone siempre este capital singular una ventaja para el negocio familiar? ¡Cuidado! Los fondos financieros y el resto de activos puestos por la familia a disposición de la empresa familiar pueden traducirse en una ventaja, pero también en una desventaja competitiva. Veamos a continuación algunos ejemplos ilustrativos centrados en el capital puramente financiero.

La cuantía de los fondos procedentes de la familia tiende a ser limitada, en cuanto que la familia es la principal fuente de financiación -con la excepción de las empresas familiares que cotizan en bolsa-. Por una parte, estos fondos limitados pueden cercenar las posibilidades de crecimiento de la empresa, pero por otra, pueden hacer que la empresa los utilice con mayor moderación y eficiencia.

En segundo lugar, la retribución de dichos fondos suele ser menor que la ofertada en el mercado para inversiones de igual riesgo, pero la obtención de dicha financiación puede suponer asegurar la continuidad de la empresa en manos de la familia.

Tercero, el capital proporcionado por la familia suele ser vital para inversiones a largo plazo (estrategias de innovación, internacionalización, etc.), en cuanto la familia está dispuesta a esperar más tiempo el retorno de las inversiones -el llamado capital paciente-. Sin embargo, este mayor aplazamiento en el tiempo de la devolución del mismo puede llevar a inactividad y falta de disciplina en el negocio familiar para lograr su devolución en tiempo y forma.

Asimismo, las características de los contratos de financiación entre prestamista (empresa familiar) y prestatario (familia) pueden relajarse. Por ejemplo, los contratos pueden no incluir detalles importantes como los tipos de interés o los periodos de devolución de los préstamos.

Esto incrementa la flexibilidad para redefinir las condiciones de los acuerdos financieros, pero también puede llevar a que la empresa se aproveche del esfuerzo de la familia sin cumplir con sus obligaciones adecuadamente.

En definitiva, las empresas familiares no sólo deben apreciar y conservar el capital financiero de la familia, sino además protegerlo e incrementarlo, en la medida de los posible.

Este capital financiero, no sólo es de mucho valor para las empresas en sí mismas, sino que también puede resultar vital para que los miembros de la familia cumplan sus propios objetivos individuales. Empresa + Familia = Bienestar social.