Como máximos responsables de nuestras organizaciones, es nuestra responsabilidad y deber, establecer momentos durante el año donde podamos parar y salir de la zona de influencia del día a día (en la que tan cómodos estamos).
Es obligatorio frenar en seco para poder reflexionar cuáles deberían ser los pasos que la empresa debe acometer en los próximos años.
Cuando hablo con compañeros directivos en eventos y formaciones, el comentario más habitual suele ser:
“Mi día a día es tan exigente que me imposibilita aplicar más tiempo a desarrollar la estrategia o simplemente a poder pensar.”
“Ojalá pudiera bloquear una mañana al mes para ello”.
“Soy consciente que parte de mis funciones es diseñar la estrategia a medio y largo plazo, pero no llego y voy sobreviviendo. Entre reuniones, comités y consejos, no es viable”
Entonces, ¿qué podemos hacer? Empezar a aplicar el pensamiento estratégico como rutina en nuestro desempeño diario.
¿Pero qué significa exactamente eso?
Sencillo y directo. Esto se traduce en pensar dónde debe ir la empresa en el futuro. Poner sobre la mesa el entorno altamente cambiante, la competencia, las tendencias, mis clientes, mis productos y servicios y analizar en profundidad qué se debe “tocar” para seguir creciendo. Y ahora marcar los objetivos estratégicos y diseñar el mejor camino para cumplirlos.
Este proceso a mí me gusta trazarlo con la técnica del folio en blanco. Sin distracciones porque hay que estar muy concentrado y dedicar tiempo de calidad.
En este proceso podemos ayudarnos de matrices estratégicas como por ejemplo las 5 fuerzas de Porter; el análisis PESTEL; el DAFO y la matriz CAME; la matriz BCG o la de Ansoff o tener nuestra propia matriz estratégica adaptadas al modelo de negocio.
Personalmente estas matrices me ayudan a aterrizar factores claves que son punto de partida del pensamiento estratégico. Lo crucial aquí, es el compromiso de sacar ese tiempo de calidad cada mes. Bloqueate en tu agenda esa mini reunión (máximo de treinta minutos) los próximos 6 meses y verás los resultados. Empieza a esbozar un conjunto claro de objetivos, planes, kpis y nuevas ideas, necesarias para sobrevivir y prosperar en un entorno competitivo y cambiante. Esa es una de tus principales funciones. Y lo sabes.
Como afirmó Michael Porter el pensamiento estratégico no es ni más ni menos que “la creación de una posición única y valiosa de nuestra empresa en el mercado”. Vamos a hacerlo posible.
Eso sí, este camino es de ida y vuelta porque como afirmó Peter Drucker, “la cultura se come a la estrategia para desayunar”, pero de nada sirve una estrategia excelente si nadie en la empresa es capaz de ejecutarla. La implantación de la estrategia se materializa con la ejecución de proyectos. Por eso, si la empresa define, planifica y ejecuta bien sus proyectos, aumentará por ende su impacto estratégico. De la misma manera, si la parte de ejecución falla, la definición de una buena estrategia es inútil.
Por eso el liderazgo y el pensamiento estratégico siempre van de la mano.
En definitiva si queremos seguir creciendo de manera sostenible y rentable en el tiempo en este camino de mejora continua que os propongo, se hace necesario aplicar el pensamiento estratégico.