Cada vez que me reencuentro con mi admirado amigo Carlos Taillefer siempre sale a relucir su odisea por el desierto argelino. Hace unos días me envió una invitación para algo extraordinario. Por fin podría visionarse el producto de aquella aventura, ‘Fin de viaje, Sahara’.
Un trabajo que, como los grandes tesoros desempolvados de la historia, se estrena cuatro décadas más tarde para ad maoirem gloriam. Carlos, como Director de producción en su primer largometraje, llevó a cabo un trabajo excepcional, como queda de manifiesto en el exquisito producto final.
A la vez que recibo tan honorable invitación sale a la luz un artículo científico que en resumen viene a concluir que España dejará de tener clima mediterráneo en 2050 y pasará entonces a ser estepario y desértico, en especial en la mitad sur. Y nos llamaban agoreros, asustaviejas y mil lindezas más cuando advertíamos de ello.
Septiembre se nos ha escapado batiendo récords. En estas cinco décadas la temperatura en Málaga se ha incrementado en más de dos grados, aproximándose demasiado rápidamente a los 25 grados de media anual. Demasiado calor para estar ya en el otoño meteorológico, y ni una sola gota en el horizonte.
Simulando a Juego de tronos aquí deberíamos ir acuñando el lema ‘el desierto se acerca’. Tal vez a Taillefer esto le sugiera, desde su óptica cinematográfica, siempre crítica, responsable y valiente, iniciar ‘Un nuevo viaje, Saharriarán’, y que no sea el fin de un viaje al desierto de Málaga.
Nota bene, Saharriarán palabra compuesta de Sáhara que significa desierto y Arriarán, isla que se situaba en pleno centro de Málaga. Podemos seguir haciendo cientos de chistes con el calentamiento global, podemos seguir queriendo que vengan cada vez más personas, podemos seguir queriendo cultivar más frutos tropicales que procedan del mismo centro de la Amazonia, pero el desierto se acerca.
Nunca se ha hecho tan necesario incorporar en nuestra vida aquel manido mandamiento de ‘hacer un uso racional de nuestros recursos naturales’.