Esta semana, la UE se dio otro tiro en un pie votando a favor de la imposición de aranceles a los vehículos eléctricos chinos. Alemania se quedó en minoría, ni siquiera España, que se abstuvo con una decena de Estados, le apoyó en la oposición.
El mes de agosto se habían registrado en Europa las ventas más bajas de vehículos de los últimos 3 años con una caída interanual del 18%. Ni el paulatino abaratamiento de los créditos, que siempre estimula la compra, ni la bajada de los carburantes, que anima las ventas de los de combustión, han servido de nada.
Las políticas cegatas de Macron, egoístas y de estricto y único interés francés, han alineado los intereses de Italia, compartidos en Stellantis, que en julio cayó del 3.6% al 2.7% de cuota de mercado, el fabricante europeo peor preparado para la electrificación.
No pasa nada, mi accionista es el estado francés y me protegerá con aranceles. Vallas al campo. Como todos llevamos un móvil made in Asia acabaremos, si no despabilamos, llevando un coche asiático.
La reconversión de la industria automotriz es urgente o nos pasará como a Ford y GM, los inventores de la cosa que no paran de caer. Volkswagen, que en julio tenía un 6.6% de la cuota mundial de coches eléctricos y BMW con el 4.6% lo han hecho mucho mejor, llevan una inversión y un esfuerzo de transformación enormes y tienen enormes intereses en el mercado chino. La primera vende más de 3 millones de coches allí, la segunda 825.000.
La nueva comisaria de competencia y vicepresidenta de la comisión, otrora valiente adalid de la descarbonización, no ha podido evitar que la del transporte avance con vehículos eléctricos competitivos. ¿De qué sirve que se hayan alcanzado esta semana récords de producción renovable? Durante los últimos 12 meses, más del 50% de la producción ha sido renovable, 22.3% solar, y 67.5% hidroeléctrica.
Hasta que esta semana se ha barajado que Israel puede atacar la capacidad de producción petrolífera de Irán, los combustibles han estado bajando. En enero valía 92 dólares el barril, en julio había bajado a 76 y el 2 de septiembre había hecho el mínimo del año en 70,7.
Pero la actividad mundial no para de desacelerarse, con China y Europa en estado catatónico. La excepción española, con un nivel de turismo por las nubes, un aumento de la actividad industrial y las exportaciones de la industria, no debe hacernos olvidar que los destinos en el Norte de África han perdido atractivo y que los destinos lejanos con el petróleo a 90 dólares el barril, los vuelos intercontinentales disparados y el euro débil no son para siempre.
Las exportaciones de productos industriales han crecido, pero a base de bajar precios. La cotización de las aerolíneas ha subido con la caída del petróleo. IAG cotizaba en enero a 1.66 libras la acción, cerró septiembre a 2.5. Airbus no da abasto a fabricar aviones, con la friolera de 24.208 aviones en pedidos llevaba 447 entregados hasta agosto.
El competidor directo, Boeing, llevaba solo 175 aeronaves comerciales entregadas a 31 de julio. En una nota de finales de agosto, Boeing, como si ignorara que su país está hostigando la economía china, anunciaba que el mercado en el gigante asiático crecería hasta en 8800 aeronaves.
Cuando lo vi pensé que muchos de esos pedidos los haría Airbus porque Boing tenía el lastre de la guerra comercial EEUU- China, el conflicto con Taiwán y la “estrategia de la anaconda”, además de sus propios desafíos relacionados con la fiabilidad o las huelgas.
Hoy no lo tengo tan claro. ¿Alguien piensa que China no tomará medidas de reciprocidad por los aranceles a sus vehículos? EE. UU. está ahora vetando también a los vehículos que lleven sistemas operativos o software chino. En construcción aeronáutica, en 2022 llevábamos un ritmo de crecimiento del 24% en la década, se empleaban más de 50.000 personas y se facturaron más de 12.000 millones. Desde entonces no ha dejado de crecer. Parece que a los jóvenes les cuesta mucho menos coger un vuelo de bajo coste que sacarse el carné de conducir.
En Albacete pude ver Eurocopter, el lunes Juama Moreno y Pedro Sánchez inauguraban las instalaciones del INTA en Huelva. He tenido la suerte de conocer al director de innovación de Oesía, de la que forma parte Tecnobit, y comprobar que están a la vanguardia en tecnologías de vuelo, satélites, navegación de drones en estado de denegación de señal de GPS, y otras tecnologías punteras.
Mis admirados y compañeros en Innova IRV, Cre100do, Málaga Techpark, Aertec, han dado a conocer su nueva compañía con foco en drones para defensa y la lista de incorporaciones al clúster andaluz y madrileño de la industria aeroespacial no para de crecer. Las ingenierías vascas como Sener, o Idom, o la que para mí es la empresa más audaz en crecimiento desde un taller de precisión a un actor relevante en defensa y accionista de Indra, Escribano, crecen.
La descarbonización del transporte aéreo no es trivial, pero no paran de llegarnos iniciativas muy bien fundadas y estructuradas para la producción de SAF o queroseno sostenible producido a partir de energías renovables. El denominado HEFA (Hydrotreated Esters and Fatty Acids) se fabrica a partir de residuos, generalmente aceites usados y grasas, que se desoxigenan e hidro procesan para conseguir un producto puro para combinar con los hidrocarburos tradicionales.
Agua y energía renovable son la clave. Producirlo a pie de pista importante para reducir los costes logísticos ya que se transportan más fácil las materias primas y la energía que el producto acabado. Una industria que refuerza la competitividad de la aeronáutica mejora la descarbonización y aprovecha la enorme ventaja competitiva que suponen que tengamos el mayor potencial de producción de energía renovable de Europa.
¿Entonces, por qué nos damos un tiro en el pie absteniéndonos y dejando a Alemania sola? ¿Por qué provocar que China tome sus propias medidas? Exportamos coches, aviones, pero a China, sobre todo carne. No es casualidad que Incarlopsa, que produce jamones serranos a millones en Tarancón y factura más de 1100 millones, produce más de 343.000 toneladas de alimentos y exporta más de 150 millones sea una pieza de gran interés para la industria agroalimentaria china. Si Talgo es estratégico, con las cosas de comer no juguemos.
La balanza comercial España China es muy deficitaria. Nuestras exportaciones desde 2015 se han duplicado desde los 4.300 millones a 8.000 en 2022. Pero en el mismo año importamos 49.800 millones del gigante asiático. No veo el sentido a las visitas de Pedro Sánchez en septiembre y las de Juanma Moreno que anunció inversiones de los chinos en Andalucía precisamente en campos clave como el hidrógeno sostenible y el almacenamiento energético para ahora hacer esto.
¿Qué pensarán las autoridades chinas de un país que los anima a que compren más productos nuestros para equilibrar la balanza, a que inviertan en España y Andalucía, a que pongan más vuelos directos para impulsar los intercambios y el turismo y a los 20 días se pone de perfil en algo tan clave como la electrificación del transporte?
Nuestra industria europea está medio catatónica. Seat, que nos toca de cerca, ya avisó que estas medidas no le benefician, al contrario, porque algunos de sus modelos los fabrican en las plantas que el grupo VW tiene en China en alianza o JV con fabricantes locales.
Desconozco si el voto de España al lado de Alemania hubiera servido de algo, pero con el revés del tribunal europeo sobre la pesca en el Sahara, solo mostramos comportamientos erráticos. Proteger las industrias europeas no es esto. Como Alemania y Francia no vuelvan a tomar el liderazgo, con la visión de los padres de la UE, vamos cuesta abajo y sin frenos. Escuchen a Draghi. Esto no se arregla con aranceles, sino con productividad, inversión e innovación.