Con la distancia que permite hablar del verano, su experiencia y aprendizajes cuando ya ha comenzado el otoño, me permito acercarme al terreno personal para vincularlo a mi experiencia profesional. Espero que no les parezca extemporáneo.

Algunos procuran cargar el verano de actividad como si el descanso y la reflexión no fuesen con las vacaciones. También existe el extremo contrario: quien considera que descansar es no hacer nada de nada. Incluso no pensar.

De mi adolescencia y juventud guardo como un tesoro la relación que fuimos capaces de construir con Esteban, Albert y Pedro. Curiosamente, o quizás no tanto, los cuatro nos hemos dedicado después al mundo de la salud. Pedro es traumatólogo, Albert enfermero y profesor de enfermería en Barcelona, Esteban psicólogo y yo mismo médico, aunque dedicado a la gestión. Ni los kilómetros de distancia, ni los años transcurridos, ni el escaso contacto han hecho mella en saber el valor que los tres tuvieron en mi construcción como persona y en el cariño que les profeso.

El verano no pudo empezar peor. Esteban falleció repentinamente. Todos han tenido pérdidas semejantes, de manera que no es preciso explicar qué se siente. Pero como él dedicó sus últimos años de profesión al cuidado de los mayores y esta pretende ser una columna de gestión sanitaria, de él aprendí lo importante que es abordar la soledad para cuidar la salud de los mayores. Luego lo he visto reflejado en muchos estudios y en otros tantos planes de cuidados. Esteban ya me lo había enseñado.

Continué el verano haciendo el Camino de Santiago. No es la primera vez. Tampoco lo sería si comparase el Camino de Santiago con el camino de la vida. Pero vi paralelismos con la gestión sanitaria (quizás con cualquier tipo de gestión) que me parece interesante resaltar.

En primer lugar, la necesidad de preparación. Claro que puede hacerse a la aventura. Pero merece la pena haberse preparado un poco antes. En la gestión también. El conocimiento es imprescindible y saber aplicarlo más.

También es importante la planificación. Qué etapas, dónde descansar, dónde comer, qué calzado llevar… en definitiva, no podemos gestionar sin conocer los recursos que se precisan, dónde obtenerlos, cómo ordenarlos, cuáles son los planes, sus fases, sus responsables y los resultados esperables. Gestionar es proyectar a corto, a medio y a largo plazo.

El Camino tiene una meta: Santiago. La gestión tiene objetivos. Seguramente el principal es cumplir el presupuesto. Pero a mi equipo siempre le repito que se va de la asistencia al dinero y no del dinero a la asistencia. No es obligado compartirlo conmigo, pero es mi forma de entender como lograr los objetivos en términos de valor para el paciente y para el accionista.

Uno puede hacer el Camino sólo. No se puede gestionar sólo. Hay que construir equipos que incluyan a todos, porque todos tenemos un papel relevante en la gestión sanitaria. Desde el que cuida la instalación, hasta el que cuida el paciente y quien cuida de la organización y sus valores. No creo en los gestores brillantes. Creo en los equipos brillantes. Insistiendo en que los equipos no son solo equipos directivos.

En el Camino es obligado adaptarse y resistir. Hay terrenos más sencillos y otros más complicados. Las condiciones del clima no siempre ayudan. Te aparecen ampollas o las rodillas te duelen a rabiar. Soy experto en acabar con las rodillas desechas. La adaptación y la resiliencia también resultan imprescindibles en la gestión. Qué mayor ejemplo de adaptabilidad y resiliencia que la respuesta de la sanidad en su conjunto a la Covid. Pero todos los días es preciso adaptarse atendiendo a un número de pacientes inesperado en las urgencias, solventando la rotura de stock de un fármaco o aplicando cambios en los tratamientos a medida que surge evidencia científica.

El Camino presenta una oportunidad de reflexión que debe convertirse en aprendizaje y el aprendizaje es crecimiento personal. Algunos peregrinos viven en su Camino experiencias de transformación personal. Otros no llegamos a tanto, pero sí apreciamos cambios en nuestra forma de valorar algunas cosas. El espíritu crítico es preciso para la gestión de calidad. Repetir la receta no sirve durante mucho tiempo. Así que la apertura al cambio desde la reflexión y el aprendizaje es un atributo de la buena gestión.

No se hace el Camino sin esfuerzo. Precisa de la disciplina de seguir cuando todo duele y de volver a levantarte, aunque todo te duela. No hay gestión que no requiera disciplina. No hay decisión difícil (sobre todo las que afectan a las personas) que no requiera del esfuerzo de no dejarla para más tarde. No hay negociación que no precise sacrificio. Y es que ya lo dijo el gran Antonio Machado en uno de sus poemas más ilustres: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Sustituyan el segundo “camino” por la palabra “gestión” y el significado es casi idéntico.

Y cuando los aprendizajes personales y profesionales del Camino ocupaban el final de agosto, toda la luz del sol se fue a negro. Falleció en un terrible accidente la nieta de Albert. No hay dolor más estéril e injusto. Cuesta encontrarle sentido a lo demás. De Albert aprendí desde siempre la generosidad de poner primero a los demás y después a los demás también. Y la sonrisa del que da. Eso es crucial en el cuidado de la salud. Poner a los otros en el centro y saber escuchar qué necesitan.

La mejor historia clínica la hace el paciente con lo que nos cuenta. La mejor gestión nos la facilita también la voz del paciente. Por esa vocación de escucha y generosidad, Albert Gallart siempre ha sido el mejor amigo, enfermero, maestro y gestor que yo he conocido.