“Yo es que soy muy sincero y eso a la gente le molesta”, decía Andrés, mientras sacudía el cigarro como si fuera una varita mágica. En su última bronca con su jefe, se había despachado a gusto: “Si no quieres que te mientan, no preguntes”. Y ahí lo tienes, con cara de mártir moderno, convencido de que su brutal sinceridad es un regalo para la humanidad. Pero, claro, la humanidad no le dio las gracias; su jefe lo mandó al paro con la delicadeza de un martillazo.

Así empieza la historia de Andrés, un tipo que se siente víctima del mundo por simplemente ser "sincero". ¿Te suena? A ver, ¿cuántas veces te han soltado un “yo solo digo la verdad” y esa personita no piensa que el problema lo tenga ella, sino que el resto no sabe aceptar una "opinión honesta"? Porque, claro, cuando alguien dice lo que piensa, espera que el universo le haga la ola, pero, por lo que sea, no siempre pasa. El problema no es la verdad; el problema es cómo se dice. Ser sincero no convierte a nadie en mártir, lo más, si no se hace bien, en alguien una mijita odiado.

A Andrés, como a tantas personas, le falta trabajar en ese superpoder al alcance de todos que hace del mundo un lugar mejor: la asertividad. No es otra cosa que expresar lo que piensas sin que el otro sienta que le has lanzado un ladrillazo a la cara. No se trata de envolver la verdad en un caramelo dulce o de mentir para caer bien, sino de decir las cosas poniéndonos en la mente del otro. Pensando cómo va a recibir lo que le voy a soltar. Es como si, en vez de tirar el ladrillo, llamaras a la puerta.

Esto de ponerse en la mente del otro es la maravitupenda Teoría de la Mente, algo propio y exclusivo de los humanos que usamos constantemente, pero que, a ratos, ponemos en stand by. A veces se nos olvida que los demás también tienen pensamientos y emociones, y si ya es difícil gestionar las nuestras, ni te digo la de los demás. No podemos controlar lo que van a pensar o a sentir, pero sí podemos decir las cosas de forma más amable.

El problema es que este fenómeno no es exclusivo de Andrés. En el día a día, todos conocemos a esos “honestos” que reparten verdades como si fueran caramelos en Halloween y luego se quejan de la “hipersensibilidad” del resto. Creo que ser asertivo no debería ser la excepción, sino la norma.

Me alegra mucho ver tantos espacios públicos en los que la gente da su opinión. También me parece muy sano que haya desacuerdos y se expresen. Lo que ya no me convence tanto es la forma en que mucha gente lo hace, y cada vez lo veo más. Citas célebres como la de Andrés de “yo es que soy muy sincero y eso a la gente le molesta” o “yo es que soy así”, suenan, para mi gusto, demasiado.

Creo que el diálogo asertivo es un deporte en peligro de extinción. Nos quejamos de que nadie nos escucha, pero estamos todo el día lanzando verdades como si fueran petardos. Luego, cuando alguien te responde en el mismo tono, claro que no hace gracia. Pero es lo que pasa cuando la empatía y la escucha se quedan en la puerta del bar. Cuando nuestra Teoría de la Mente nos avisa de que “oye, que si lo dices así le va a molestar” y nos respondemos con un “pues es su problema, porque es la verdad y punto”.

Cambiar todo este panorama así, de pronto, es imposible. Pero empezar a cambiar nuestro entorno y que ese efecto acabe cambiándolo todo, sí es posible. Por ahora, vamos a empezar cambiando la historia de Andrés, así que hagamos un poco de magia viajando al pasado: volvamos a ese momento en que sacaba su sinceridad arrolladora con su jefe. Pero esta vez, antes de lanzar su perla, se toma un segundo para pensar.

“Jefe, creo que esto se puede mejorar y tengo algunas ideas, ¿le parece si las hablamos?”. ¡Pum! Magia. Ya no hay despido, sino una conversación. De repente, Andrés ya no es el que se queja en el bar de que “la gente no soporta la verdad”. Ahora es el que ha aprendido que ser sincero no significa que todos deban salir huyendo.

El pasado no se puede cambiar, pero el futuro sí. Tú no puedes volver a ese momento y evitar que Andrés se convierta en la víctima de su propia sinceridad, pero sí puedes decidir que, en tu próxima interacción, serás un poco más asertivo. ¿Te animas a cambiar la historia?