A quien no sobrecogen las imágenes que hemos visto de esos jóvenes entrando en escuelas acribillando a sus compañeros. Pensábamos que era un mal de Norteamérica, en donde la posesión de armas está legalizada.

Tal vez por ser un pueblo con tan corta historia occidental, ya que la aborigen fue erradicada, tuvieron que construir su épica a través de pérfidos enemigos. Su gran fábrica de mensajes que es la industria cinematográfica nos ha dejado superproducciones que deleitan estrambóticos finales victoriosos. Desde los amerindios hasta los rusos, pasando por los nazis, los chinos o incluso los extraterrestres, han servido para crear la necesidad de estar bien armados.

Qué distinto fue el pasado verano cuando sentimos el dolor cercano de una noticia tan luctuosa de esta tipología. Recuerdo que aquel mismo día alcancé un grado de indignación máxima.

En un mupi de la marquesina del autobús se anunciaba una liga muy especial. Me llamó la atención y me quedé esperando más detalles al respecto. En la siguiente pantalla se veía un arma que disparaba a personajes supuestos asesinos. Lo comento con algunos amigos y uno de ellos me describe de que se trata de la supuesta liga.

No es más que un concurso para probar la destreza con determinados videojuegos. Concluye justificándome que no será tan nociva dicha liga cuando tiene los patrocinadores que tiene, afirmando finalmente que en estos tiempos no hay que tener la piel tan fina.

Tres meses más tarde el mupi sigue ofreciendo la misma imagen violenta. Parece que el juego en cuestión engancha y que es frecuente que haya jugadores que se pasan horas disfrutando de él. La publicidad manda.

La no-violencia es una práctica antigua y arraigada con fuerza en Europa desde mitad del siglo pasado, con el fin de humanizar la sociedad mediante el poder de la vida y la prevención ante cualquier tipo de conflicto.

Los pilares culturales y educativos son fundamentales para alcanzarla. Aprendimos que la violencia es capaz de escalar a cotas cada vez más altas y que la violencia es la madre de una violencia mayor. Asumo la fineza de la piel, y en ella no deja de ocuparme la necesidad una liga de la no violencia.