Desde el corazón del aula animo al alumnado a que observen la célula de una planta al microscopio. A buen seguro que desde ese momento valorarán aun más lo que significa la vida, su complejidad desde la sencillez, su grandeza desde su pequeñez. Hasta posiblemente descubran un vertiginoso Universo allí encerrado.

Medio siglo después de vivir aquella experiencia, desde la poderosa imaginación juvenil, construí mi primera utopía. La bauticé como Citópolis, la ciudad célula. Conté con la ayuda entre otros de venerables malagueños, como el siempre crítico Carlos Larrañaga, el ingenioso optimista Rafael Molina o la sabiduría burlesca de Francisco Picornell ‘Pico’.

En las células, como en nuestras ciudades, existe un centro para la gobernanza. En su núcleo, además de su ayuntamiento, el nucléolo, se custodia una enorme biblioteca. Sus libros se escriben en un lenguaje especial cuaternario, es decir en base cuatro, que constituyen sendos aminoácidos. Aquí estriba la grandeza de la vida, este lenguaje es superior al simple lenguaje binario de las máquinas o al común decimal aceptado socialmente por su redondez.

En tan extensa base de datos se encuentra desde la Carta Magna cromosómica, que tanto determinará el futuro de los seres vivos, desde su aspecto físico hasta nuestra condición anímica. Pero también es el Centro documental en el que se edita cada segundo toda la información necesaria, de forma coordinada, para que la célula responda en todo momento a sus necesidades.

En ese centro se publican diarios, como El Español de Málaga, que se distribuyen por toda Citópolis a través de perfectos modos de transporte sostenible. Los ribosomas en permanente agitación circulan por un citoplasma en busca de entregar lo antes posible la hoja informativa a la mitocondria, órgano de producción energética limpia, al cloroplasto encargado de la generación de alimentos, o incluso a vesículas encargadas de acumular y reciclar residuos.

No cabe duda de que Citópolis obedece a un perfecto diseño de ciudad sostenible, de ciudad saludable y de ciudad inteligente, mucho más de las que el ser humano pueda imaginar.

Hoy para explicar la planificación urbana, exhibo una placa base de un ordenador, también conocida con el anglicismo motherboard. Inspira en la disposición de sus componentes a una urbe a la que apodo como Mainboard City. Es una ciudad, como muchas de las actuales, fría y sórdida, sin ninguna muestra de vida. Conectores, puertos y chips distribuyen la información supuestamente a gusto de un consumidor que goza cada vez de menos independencia y privacidad.

La ciudad es la más bella creación del hombre, en palabras de Walt Withman, pero puestos a elegir me quedo con Citópolis, porque la célula es la más bella creación de la Naturaleza