Son rutinarias las preguntas sobre qué se puede hacer para prevenir los desastres de unas riadas, como las que estamos viendo y presenciando. Las parcas respuestas suelen estar limitadas por el coste elevado y diligentes presupuestos.
Hace una década se formuló un concepto que, por obvio, no deja de ser menos valioso. Se describió con el nombre de Soluciones basadas en la Naturaleza, y es más conocido por sus siglas SbN, aunque tal vez hubiese sido mejor denominarlo Remedios basados en la Naturaleza.
Lo que para el urbanita era toda una sorpresa, para las gentes del medio rural era lo habitual. Siglos observando los comportamientos de la tierra, del cielo, de los ríos y de los seres vivos, llevaban a encontrar allí mismo una respuesta al más mínimo desastre.
Así, si la buena tierra de un cultivo en ladera peligraba, lo mejor era reproducir lo que en su cercanía la historia natural había creado. Algo tan sencillo como un balate, es decir un murete de piedra seca era lo ideal para contener el lateral de un bancal. Al no llevar argamasa, la tierra podría percolar el agua, no retenerla, y así aportar el necesario aire a las raíces. Esta es una excelente imitación de cómo responde la Naturaleza, a la que hoy laureamos con el neologismo SbN.
La mayor parte de intervenciones así catalogadas están vinculadas al ciclo del agua. Desde su captación hasta su depuración. Los éxitos son moderados si nos referimos a grandes magnitudes, pero para pequeñas comunidades de las regiones sin posibilidades de acceder a grandes y costosas infraestructuras grises, los resultados son extraordinarios.
El uso de unas cuantas especies vegetales, como la lenteja de agua, el papiro o algunos juncos, es capaz de regenerar el agua de esos pequeños asentamientos, ofreciendo a la vez recursos utilizables como alimento para el ganado u obtención de fibras textiles.
Lluvias torrenciales y sus consecuencias sociales y económicas no son una exclusividad nuestra, aunque ahora la Región Mediterránea se haya colocado como uno de los puntos calientes de la crisis climática a nivel planetario.
En el mundo de clima verdaderamente tropical, aquel que tiene solo dos estaciones, una seca y otra lluviosa, esta última se manifiesta en gran medida con enorme torrencialidad. Allí es imposible plantearse opciones de colosales presas, canalizaciones artificiales o encauzamientos hormigonados.
Entonces recurren de nuevo a la Farmacia de remedios de la naturaleza. Así, ya existen buenos ejemplos de cómo, para paliar los daños de grandes riadas, construyen en los alrededores y en el interior de los asentamientos tanques de lluvia a la vez que recubren las cubiertas de sus casas de vegetación natural, lo que aquí ahora llamamos cubiertas vegetales. La eficacia de tan sencillas y naturales medidas parece que es alta, reduciendo hasta en un tercio la fuerza de la escorrentía.
Podríamos avanzar mucho investigando sobre esos posibles remedios que podemos encontrar en la farmacopea natural, pero seguimos empeñados en las infraestructuras grises. Y en ese empeño seguiremos esperando a que algún día se apruebe un megapresupuesto para poder llevarlas a cabo.