Dicen los expertos que el cielo de Málaga es el fondo en el que más especies distintas de gaviotas pueden verse. La gaviota cáspica es una de las más inteligentes por sus largas experiencias aventureras, siempre volando tras los arrastreros para colmar su hambre solo con los despojos que lanzaban los marinos a la mar.
Contaba una de ellas, más sabia por su edad, que desde el aire observó como los naseros hilaban redes cada vez más tupidas, incapaces de retener a los tiburones pero eficientes para una morralla indefensa.
En cierta ocasión al bajar en mar abierto se encontró con un pequeño pececillo blanco. Le preguntó hacia donde iba, a lo que le contesto que iba hacia Génova, para encontrar la libertad. Allí me bautizaron como ‘giancheti’ y luego aquí me lo tradujeron por ‘chanquete’. La gaviota le deseó buena proa y que alcanzase la libertad.
El acuerdo de pesca alcanzado esta semana en la UE vuelve a poner énfasis en medidas para la sostenibilidad del sector. Una sostenibilidad ecológica y económica que intenta, a duras penas, sublimar Europa para que otros se contagien. Muchos se preguntan porque las exigencias son sólo para nosotros, mientras que otros, en muchos sectores, desprecian la deriva de este planeta, bajo el postulado de que ellos también quieren tener acceso a un desarrollo despilfarrador como lo fue el nuestro.
Esto es lo que tiene seguir abriendo todas esas brechas que rompen la frágil rueda de la humanidad. El derecho para todos a un salario digno, a una educación básica de calidad o a las mínimas necesidades para una buena salud, distinguen cada vez más a los países pobres de esos ricos que ahora quieren poner veda al crecimiento de los desfavorecidos.
Si preocupa la revolución en cierne de los BRICS, los cinco estados emergentes del orbe, a los que intentamos dar una referencia de ese modelo de desarrollo sostenible, no lo es menos aceptar que en buena parte dependerá de cómo los poderosos naseros digitales condicionarán un futuro más incierto que nunca.
Las traíñas globales que nos han atrapado, con sofisticadas artimañas, parecen estar diseñadas para ampliar más aquellas brechas. El objetivo se concentra en extinguir a la incómoda clase media y perpetuar un modelo neofeudal, en el que los poderosos CEOs puedan lucrarse del trabajo servil de unos siervos de la gleba, analfabetos y hambrientos.
Tal vez porque me mecieron y protegieron unos brazos de piel curtida, llena de arañazos, con permanente olor a brea y salmuera, aun respeto con más ahincó la profesión de los pescadores. Era mi abuelo Ángel uno de aquellos que en un frágil redero faenó, hasta que el cuerpo se lo permitió, por mares aunque amados siempre inhóspitos. Siempre me decía que habría un día que acabarían con la pesca, pero mantenía la esperanza de que los pequeños y albidos pececillos, los chanquetes, se revelasen contra los pérfidos naseros.