"Se apagaron las velas de El Harén", escribía Javier Lozano, el propietario de la mítica tetería malagueña situada en calle Andrés Pérez, al inicio del comunicado sobre el que informaba del cierre del establecimiento, que emprendió su aventura en el año 1999 como una gran puerta abierta a la cultura malagueña.
"Nunca pretendimos más que disfrutar de la vida, ofreciendo a nuestros amigos y clientes un espacio en el que escapar de la rutina y encontrar un poco de paz y armonía, tan necesarios en este mundo actual", prosigue en su despedida. Y es que El Harén, además de un lugar donde se encontraba la paz, era un lugar donde encontraban las primeras oportunidades aquellos que, en su juventud, ya sobresalían como artistas. Desde el humor hasta la canción o la poesía. En El Harén todo valía.
Allí echaron los dientes, musicalmente hablando artistas como Pablo Alborán, que en aquel entonces era Pablo Moreno, y Vanesa Martín, que ofreció en la tetería sus primeros conciertos. Ahora ambos llenan escenarios inmensos como el WiZink Center de Madrid o el Auditorio Cortijo de Torres cada vez que visitan Málaga.
También comenzó su carrera artística Dani Rovira y no precisamente haciendo monólogos, sino contando cuentos a los más pequeños cada dos viernes. Hace algunos años, Rovira confesaba en televisión que, para él, contar cuentos en una tetería fue su escuela. "Yo contaba cuentos siendo el narrador, los cuatro personajes que aparecían e incluso hacía los efectos especiales", decía el actor y humorista entre risas recordando aquellos años con cariño.
Sin embargo, artistas emergentes como Ainoa Buitrago, con la que habló EL ESPAÑOL de Málaga hace tan solo unas semanas, también recuerdan con mucho cariño los últimos años de esta tetería. “En 2017 hice mi primer concierto en Málaga allí, creo que fueron tres personas, pero la gente no se imagina lo bien que lo pasamos”, contaba la joven en la entrevista.
Al final, cada persona que ha pasado por esta tetería, además de clientes, han resultado ser familia. "Cuando llegaba la tarde, muchos de los clientes y amigos de El Harén, se turnaban para dar un saludo, algo de cariño y en muchos casos, entregar una sonrisa a los que trabajamos para hacer de Málaga, un lugar acogedor y entrañable", cuenta su propietario, que describe el ambiente de la tetería como algo mágico. "Muchas de las parejas que se enamoraron a la luz de nuestras velas, ahora regresaban con sus hijos, que con el tiempo seguían viniendo", añade.
El pasado mes de agosto cerraban las puertas esperando que la situación pandémica mejorara, pero sin embargo, la reapertura nunca llegó a producirse por el riesgo a crear un nuevo modelo de negocio que les hiciera perder su esencia a raíz de las restricciones. "Todo tiene un principio y un final. La vida son etapas y, tras 22 años, he plasmado una filosofía y un concepto muy diferente a la que está empujando esta nueva era", dice.
Así, Lozano ha aprovechado para agradecer estos 22 años a aquellos que siempre han estado a su lado. Desde su mujer, "por estar siempre a mi lado apoyándome y soportándome todos estos años", hasta a su equipo de trabajo, el equipo de publicidad, sus clientes parroquianos y a todos y cada uno de los artistas "que han decorado y vestido las paredes de El Harén".
"El Harén apaga sus velas. Recorro sus muros, su suelo empedrado. Recuerdo su música, el sonido de los clientes hablando. Cierro la cancela y siento que la vida pasa muy rápido y que lo único que importa es el amor que nos llevamos…", zanja el propietario.