Lo cantaba Papá Levante con inaguantable laciura en, atentos, el año 2000: no está de moda practicar sexo (si no hay razón para el corazón)… Se ve que un poco más tarde, tras la caída de las Torres Gemelas practicar sexo (porque el mundo se va a acabar) sí se puso de moda…
Pero seamos serios: el pimpampum es lo que mueve nuestra realidad. Y siempre ha sido así: ¡pues anda y que no fue famoso el cipote de Archidona! Como prueba: ¿para qué vamos a salir de juerga si no es para salir de caza? Sin el aliciente del sábado sabadete, ¿quién podría enfrentarse con ánimo de espíritu a una fiesta popular? ¿A un festejo de pueblo? ¿A una Feria de Málaga?
La promesa esperanzada de "esta noche, carricoche" adquiere un doble sentido en la Feria que empuja a los más fogosos a lanzarse a cuanta oportunidad que el azar les deje cerca de la boca (literalmente). Y como cualquiera sabe, las ocasiones las pintan calvas, por lo que cuando llega el momento hay que agarrarse a ellas sin mayores miramientos. Aunque sea con uñas y dientes.
¿Que nos pilla en mitad de la Feria del Centro de Málaga, a plena luz del día? Pues quién es el guapo que se resiste. Así, alguien que nunca practicaría sexo kamikaze tras la leve protección de dos coches, con cientos, si no miles, de personas a tiro de piedra, se pasa a la torera la más primaria prudencia e improvisa una zona de cruising en cualquier escalón. El paraíso, como el infierno, se encuentra detrás de cualquier esquina. Y si te dan ánimos a gritos, mejor que mejor, oiga.
Claro, luego pasa lo que pasa: fotografían o filman el atracón de papa asada, lo suben a Twitter bajo el hashtag #elespíritudelaFeriadeMálaga y te catapultan a la fama de la que disfrutaron Olvido Hormigos, el novio secuestrado de Falete o la siempre socorrida Monica Lewinsky.
El legado que tengo aquí
"Eran otros tiempos, unos más sencillos", dirán. Concretamente 2012. Hacía sólo seis años que disfrutábamos de Twitter y no sabíamos del poder viralizador de las redes sociales y blablabla. Vamos, que lo de pinchar en plena calle se había convertido por obra y arte de las cámaras digitales y los smartphones del demonio en una práctica de mayor riesgo: si te descuidas, tus técnicas amatorias terminan siendo juzgadas por una Málaga deseosa de buscar cada año el nuevo baluarte espiritual de la semana de feria.
Cosa que llegó durante los siguientes años sucesivos en diversos formatos: desde desnudos en pleno corazón de la plaza de la Constitución, a prácticas más explícitas con la implicación de dos implicados, corrían de boca en boca gracias al milagro de la Red y al buen hacer de la comunidad global. Además, para qué negarlo: muchos no tienen reparos en ser grabados o, al menos, en simular que les importa un poquito.
Y como cualquier lugar es trinchera el espacio es lo de menos: ya sea tras el carromato de las Hamburguesas Uranga (hoy en día, más moderno, tras la foodtruck); ya sea en los jardines de Cortijo Alto, bajo la romántica luz de las farolas, agarrados a un banco como si no hubiera un mañana o como si no existiera un Internet con ganas de jarana.
Ay, lo cierto es que hacerlo con tal grado de despreocupación es hacerlo de verdad.
Un susto gordo
El sueño terminó el año en que se juntaron unos cuantos para dar rienda suelta al poliamor en un coche. El problema fue la falta de consentimiento a que el encuentro fuera registrado en vídeo para la posteridad.
La cosa se salió de madre: hubo una denuncia de por medio en la que se hablaba de violación y la detención de unos cuantos fue rápida y efectiva.
Pero cuál no sería la sorpresa que, a las pocas horas, la jueza encargada de la investigación decidió soltar a los muchachos tras ver el vídeo de marras. Vídeo que, como no podía ser de otro modo, se hizo viral y dejó las cosas bastante claras para propios y extraños…
Sin embargo, el daño ya estaba hecho: el hashtag #elespíritudelaFeriadeMálaga estaba tocado de muerte. La etiqueta, que llegó a tener su propio cartel alternativo para la Feria de Málaga y que fue imitado por otros festejos como el de Jerez, cayó en barrena, en el olvido, enterrado injustamente.
No importa que cada día recibamos por WhatsApp al menos un vídeo por jornada de parejas de amantes on fire dando rienda suelta a parte del amor que este mundo necesita para ser salvado: ya son pocos los valientes que deciden subirlos a las redes para dar ejemplo de lo que la pasión hace con los cuerpos.