El Martinete, la mansión de Antonio Ruiz Soler, Antonio El Bailarín, en Marbella (Málaga) -escenario de fiestas locas, romances inconfesables y amoríos secretos, como el de Vivien Leigh y el artista-, está de nuevo a la venta por 30 millones de euros en una operación no apta para todos los bolsillos.
Pero, mientras se vende o no, pasar unos días en esta exclusiva propiedad, bañarse en su piscina con una serigrafía de Picasso y sentirse como una estrella de Hollywood es posible y tiene precio: entre 35.000 y 80.000 euros la semana, según la temporada.
Ubicada en Puerto Banús, en primera línea de playa, Antonio la bautizó con el nombre de su baile más conocido, el martinete flamenco, un estilo percusivo y ágil que se asemeja al martillo de un yunque de herrero y que es, además, una creación propia del legendario bailaor sevillano.
La historia de esta mítica villa estará vinculada para siempre a la de su primer propietario -uno de los bailarines de flamenco más populares del siglo XX y un afamado director artístico, que participó en más de cuarenta musicales de la Metro Goldwyn Mayer- y al halo de lujo y glamur que envuelve a Marbella, la ciudad de las mil y una noches, y al que de algún modo contribuyó.
Digna de un magnate de Hollywood, El Martinete se levanta sobre una parcela de 4.017 metros cuadrados y cuenta con casi 2.000 construidos que se distribuyen entre la residencia principal con dos plantas, sótano y solarium, además de dos viviendas accesorias independientes.
Vistas al mar desde un dormitorio de 120 metros cuadrados
La propiedad puede alojar cómodamente hasta a dieciséis huéspedes entre los cinco dormitorios de la casa grande -el principal, de 120 metros cuadrados y con vistas al mar- y las cuatro habitaciones de las de casitas de invitados.
Cuenta, asimismo, con jacuzzi exterior, zona de balneario, piscina interior climatizada y hasta un pequeño salón de belleza y peluquería.
Al entrar en esta imponente mansión, inspirada en la arquitectura clásica mediterránea y rodeada de jardines, llama poderosamente la atención un recibidor de grandes dimensiones y triple altura que conecta con el salón principal, un porche de mármol blanco y la escalinata de acceso a su mítica piscina, en cuyo fondo se puede ver un dibujo de Pablo Picasso.
Convertida en objeto de culto para muchos, la piscina es uno de los elementos más característicos de la villa y también uno de los más apreciados.
Al popular bailaor, que durante años recorrió el mundo y se hizo un hueco en el Hollywood de los años dorados con su forma de bailar única, lo mismo se le veía en un evento de la realeza que paseando junto a las estrellas del celuloide del momento como Ava Gardner o Vivien Leigh, con quien siempre se rumoreó que había mantenido un tórrido romance.
A sus pies cayeron rendidos desde Nikolai Baryshnikov y Rudolf Nuréyev a Charles Chaplin y Pablo Picasso. Cuenta la historia que el pintor malagueño invitó al bailaor a la fiesta que organizó para celebrar su 80 cumpleaños y que, tras ver bailar al sevillano, quedó fascinado por su arte y poderío.
Picasso, en la piscina
“El pintor quedó tan encantado que saltó por encima de la mesa que los separaba, ayudándose con una mano, se puso a bailar rumbas con Antonio, cayó de rodillas, le besó en la mejilla, luego se levantó, cogió un lápiz, esbozó un retrato del bailarín y se lo dedicó”, reza en el obituario del artista que “The Independent” publicó en febrero de 1996.
Antonio El Bailarín no solo conservó aquel boceto, sino que decidió grabarlo en los azulejos de la piscina de El Martinete, donde permanece hasta el día de hoy, si bien el original se encuentra expuesto en el Museo Nacional del Teatro de Almagro, en Ciudad Real.
El artista invirtió gran parte de su fortuna en esta mansión, parada obligada de la “jet set” internacional y cuyos muros fueron testigos de grandes bacanales y romances inconfesables y no tanto, porque la discreción no era una de las virtudes del sevillano, que no dudó en airear detalles del encuentro íntimo que aseguraba haber mantenido con Gina Lollobrigida y Manuel Benítez El Cordobés.
Verdad o mentira, son historias que a día de hoy forman parte de la leyenda que acompaña a una de las legendarias casas de Marbella y su propietario fue, sin duda, uno de aquellos artistas que, sin darse cuenta, hicieron de la ciudad el destino preferido por la “jet set” y junto a sus invitados dio forma a la imagen de Marbella tal y como se la conoce hoy