Cinco de la tarde de una tarde de primavera en la plaza de la Merced de Málaga. Salva acaba de llegar corriendo al bar calle de Bruselas, icono LGTBI de la ciudad. Acaba de salir del trabajo. Se dedica a fabricar simuladores médicos que luego utilizan profesionales del sector de la cirugía estética y quirúrgica para practicar. "Una caña, por favor", le dice al camarero, que ya le conoce. "El que tenga miedo a morir que no nazca, nena, así que vamos al lío, que aquí hemos venido a contarlo todito", dice con gracia y disposición Salva, un joven malagueño de 26 años al que más gente conoce como Dennyx.
Y es que, pese a su original profesión, el motivo de la entrevista es que además de trabajar entre silicona, también es drag queen. Dennyx es el nombre de su personaje. Este año se ha hecho con cuatro reinados drag en el último año (Benalmádena, Mérida, Torremolinos y Málaga), pese a que era la primera vez que montaba un show propio para una gala, algo verdaderamente complicado. "Veo los vídeos y aún alucino. Fue maravilloso. Ha sido una montaña rusa de emociones muy bonita. Yo solo llevo cinco años en esto y el resto... Las veteranas a lo mejor, llevan dieciocho o veinte", cuenta.
Salva siempre ha sido muy polifacético y creativo. Desde muy joven, se ha dedicado a hacer maquetas y a modelar esculturas con plastilina. También ha tenido siempre arte con las brochas faciales, dominando las últimas técnicas de maquillaje. "Pues todo ello es Dennyx. Mi aprendizaje vital lo he centrado en mi personaje de drag. Dennyx lleva 3D, prótesis de silicona, lleva maquinaria, estructura e ingeniería. Dennyx nace de la necesidad creativa y artística que tengo dentro", explica.
No quería que todo su talento se quedara de puertas para dentro. Así que se propuso crear un personaje que hiciera disfrutar a la gente con todas sus virtudes a través de la fantasía. "Con Dennyx creo arte y fantasía para que la gente vea un mundo diferente, pero también mi mundo interior", añade.
Salva se ríe recordando sus comienzos en el mundo drag y las caras de su madre cuando se daba cuenta de que "el niño compraba bragas, faldas y vestidos en AliExpress". "Yo he ido trabajando con mis padres esos estigmas. Hay que recordar que la ropa no tiene género; hay que trabajarlo con las familias y con todo el mundo. Ser uno mismo y ser libre es precioso", relata.
Al principio, es honesto, para sus padres fue un shock, pero jamás le rechazaron. "Yo diría que más bien tenían miedo de perder a su hijo. Veían que estaba entrando en un mundo que no conocían nada, encima relacionado con la noche. Un armario drag no se hace de la noche a la mañana. Un día te compras unas bragas del chino y otra vas a una tienda de telas, compras una red y te hacer algo para salir. Vieron mi ilusión y mis ganas y no tuvieron otra que aceptarlo", dice.
De hecho, no se han perdido ni una de sus galas. Le han visto levantar el cetro y la corona de reina drag como unos fans más. "Me siento afortunado, porque no todo el mundo tiene unos padres que lo acepten", expresa Salva, que ha recorrido un largo camino en los últimos cinco años para llegar hasta el lugar donde está en la actualidad.
No es casualidad que tantos jurados hayan apostado al unísono por su show. “Ha sido lucha, constancia, esfuerzo constante”, afirma. Se fue haciendo hueco en el mundillo a través de pasarelas que, indica, se van creando en diferentes locales de Málaga. En ellas “te luces como una reina, te pones lo que tengas para ponerte y demuestras a la gente la reinona que eres”.
Así, vas ganando trofeos o dinero que acabas invirtiendo en mejorar tu personaje. “De esa forma empecé yo, pero hoy en día hay mil maneras de empezar. Las cosas han cambiado mucho desde entonces. Yo me fui creando mi familia drag, que me fue guiando en el camino. Las miraba y en lugar de imitarlas, trataba de ver cosas diferentes que no veía en ellas. Y así no soy la típica drag. Hay quien dice que doy miedo… Ahora soy bastante creepy, pero me encanta”, dice entre risas.
Esa diferencia es, probablemente, la que ha hecho que destaque sobre el resto en las galas de este año pese a no tener tanta experiencia como la competencia. “En esos concursos se premia la estética canaria. Yo he llevado mi imagen a esta estética, pero menos típica. Me lo he tomado como un proyecto personal inspirándome en Avatar, mi peli favorita, sin compararme con nadie. He comprado libros, figuras, las películas… Y así he estudiado la naturaleza de las criaturas, de los na'vis. Yo digo que he creado mi propia tribu albina, con mis criaturas. Le he dado la vuelta a todo”, detalla.
Una gran inversión
"Ser drag es caro, caro de cojones", responde con rotundidad, por eso no tolera a los que puedan reírse de alguna compañera cuando está creciendo en el mundillo y no puede permitirse determinados gastos. Entiende que haya quien combine como puede las pocas prendas que tiene para generar nuevos looks cuando no puede estrenar siempre ropa nueva. "Afortunadamente a mí me han tratado genial. En los concursos hay mucha rivalidad, pero no tuve ningún problema con la competencia, al revés", indica.
No tiene problema en señalar que se deja, de media, unos 500 euros en cada vestuario que saca Dennyx y que su show para la gala ha costado 8.000 euros. "Es una inversión impresionante, pero te digo que, de normal, es poco dinero porque hay gente que invierte más. Lo que pasa es que soy una persona que se hace todo y no entra la mano de obra. Diseño, coso... Eso abarata los costes", dice.
Sus botas de plataforma llevan 14.000 piedras pegadas manualmente, una a una. Estas pueden alcanzar un precio de 1.200 euros. "De cerca no son las más bonitas, pero tienen un buen lejos creo", espeta entre risas, mientras las muestra. Solo una pluma --llevan varias-- le cuesta 14 euros.
Pero pese a que es un manitas, no duda en apostar en los mejores profesionales cuando los necesita. Siempre encarga la corsetería a Santiago Zambrana. "Me puede cobrar una pasta, pero los pago encantada. Su trabajo es impecable y mi imagen está tan pulida, en parte, gracias a la silueta y a la forma que consigue hacer con mi cuerpo. También te digo que sigo teniendo algunos monos de AliExpress; la cosa está en el equilibrio", reconoce con una sonrisa.
Ganar el mayor premio en cada concurso le permite recibir unos 2.000 euros, por lo que si le han coronado cuatro veces, haciendo cuentas, ha recuperado, a grandes rasgos, casi los 8.000 euros que le costó el show. "Recuperado, que no ganado. De hecho, no son ni 8.000, que luego llega mi amiga Hacienda que somos todos y te mete la puñalada en la barriga. Pero está muy bien haber recuperado el dinero porque ya es como mantenerme como estaba antes. Si no llego a ganar nada ahí ya lo paso peor, porque hay que pagar a los niños en condiciones. Cada uno tiene su caché y tengo que respetarlo. Son artistas y el arte se tiene que valorar. Entonces yo lo he valorado y lo he tenido en cuenta ahí. La mitad del dinero prácticamente ha ido para ellos, mi equipo", relata.
Su herramienta más cara y valiosa es su imaginación. "Sin idea no vas a ninguna parte por mucho que tengas", confiesa. Ha pasado un año preparando la gala que le ha dado los cuatro títulos, pero la idea se lleva desarrollando dos años y medio. "Hasta que no he sentido que estaba lista, no la he materializado. Cuando yo he tenido todo el desarrollo, todo súper mascadito y diseñado y tal, empecé a buscar a mi equipo", explica.
Su equipo está conformado por sus amigas, compañeras de la noche, locales que le dan un dinero por patrocinio o pequeños trueques: "Y respecto a mis bailarines, son mi familia, gente con la que tengo mucha confianza. Ellos me han ayudado a mejorar en tema de coreo, aportando ideas. Yo trabajé un tiempo como bailarín también y puedo asegurar que lo mejor de estas galas ha sido compartirlas con ellos".
El lado más personal
Amante de la naturaleza y del mundo de las hadas y los gnomos desde pequeño, asegura que uno de los rasgos más marcados de Dennyx son sus orejitas picudas. "Es mi marca. Hago mis propias prótesis y me queda todo muy integrado. Normalmente, la gente las lleva una vez al año, en Halloween quizá, y me han llegado a decir "Maricón, ¡quítate las orejas!", pero a mí me da igual, me flipan".
Esas críticas venían de gente del mundillo. A él no le afectan ahora, pero sabe que cuando empiezas, esos comentarios son muy dañinos. "Tienes que desarrollar una coraza. Yo siempre he apostado por mí, por mi idea, por defenderla a muerte y exteriorizarla. Me ha salido bien, pero creo que hay gente que podría caer por esos comentarios", subraya.
Su salero y claridad brillan mientras explica cada detalle de sus andanzas como drag, se nota que es algo que ama. Sin embargo, no siempre ha sido un chico tan abierto y extrovertido. De adolescente, era "el marginado de la clase", con una personalidad muy tímida. Para evolucionar, dice, ha trabajado muchísimo, sobre todo por dentro.
"A mí la vida me ha obligado a ese proceso por ser gay. Perdón, abiertamente gay. O más bien queer", dice. Salva cree que la sociedad actual impone determinadas etiquetas a la fuerza, lo que impide a ciertas personas poder hacer lo que realmente quieren. "O te adaptas a la sociedad y eres triste, igual al resto; o eres único y excelente y, además, eres libre. Yo creo que sé con que me quedo, aunque haya siempre gente ahí para dar por culo", sentencia.
De pequeño, nunca le hicieron bullying por ser gay. Al salir de la ducha, cogía las toallas del pelo de su madre y se pintaba los labios frente al espejo. Cree que antes que gay, se dio cuenta de que era drag. Dice que pasó desapercibido por el colegio. Lo que le creó trauma fue el instituto, donde llegó a obligarse a estar tres años junto a una chica después de presenciar que le metieron la paliza a un chico que era diferente a lo que la sociedad califica de "normal" y que sus profesores no hicieron nada por evitarlo.
La situación le causó una depresión muy grande. Ahora cree que aquellos años de su vida, más que una pérdida de tiempo fueron un "aprendizaje", un "avance personal". "Es resiliencia. Avanzas en lo que la vida te hace vivir. Yo vi a ese niño en el suelo y le ayudé a levantarlo ante la mirada hacia otro lado del profesorado", recuerda.
En segundo de Bachillerato, se rebeló. "Tras un primer año de instituto amargado, me di cuenta de que tenía que ser yo misma. Me desmelené. Saqué toda la furia que tenía dentro y mandé todo a tomar por culo. Dije que aquí no me pisaba nadie. Y creyendo que iba a tener mala aceptación, obtuve lo contrario. Mis compañeros me apoyaron y así fue como la timidez se fue fuera. Adiós al miedo al qué dirán", apostilla.
El mundo drag le salvó
De cara al futuro, le encantaría poder dedicarse totalmente al mundo drag, pero es un salto muy complicado, pues su sueldo creando prótesis es en parte una de sus alas para seguir dando vida a Dennyx. Aunque cree que ha cumplido una gran meta convirtiéndose en reina drag, sueña con pasar por Drag Race España, un programa que podría darle el impulso para ello; pero sabe que es difícil y que en nuestro país hay drags de mucho nivel. "He dicho de presentarme alguna vez, pero siempre pasa algo que no lo hago", matiza.
"De momento, me conformo con seguir exponiendo mi arte y seguir siendo Dennyx, aunque no siempre. Hay que saber separar. Yo lo he pasado muy mal. Con la timidez, yo no me quería nada, me quería suicidar, no quería vivir la vida. Tuve una depresión muy fuerte. Aunque Dennyx llegó de inicio por una necesidad artística, se puede decir que también me aportó algo que me faltaba. Me ha salvado la vida. Me ha dado algo que no tenía. Me ha hecho volar", cuenta.
Le costó asimilar que tras tanto trabajo Dennyx estaba teniendo una gran aprobación, pero, más aún, darse cuenta que si Dennyx era querida, Salva también era querido. "Era raro ver que la gente quería a mi personaje y diferenciar que Dennyx era yo. No sentía que fuéramos la misma persona detrás del maquillaje. Dennyx es mi alter ego, me eleva, creo impacto y me da autoestima y eso es muy bonito. Yo recomiendo a la gente que haga drag. Si tienes un día de mierda, plántate unas plataformas y un buen maquillaje y pa'lante; la vida es actitud", zanja Salva entre risas.