Si coge habitualmente la línea 15 de la Empresa Malagueña de Transportes (EMT), probablemente su cara le suene. Se llama Antonio Meléndez y lleva 23 años como conductor de autobuses. Desde el primer día en la empresa, forma parte de esta línea, una de las más largas de Málaga.
Hubo un tiempo en el que soñó con ser aviador, su mayor pasión, pero una lesión en la rodilla le imposibilitó entrar a la Academia del Aire. "Ahora llevo a la gente del norte al sur de Málaga. Los llevo a muchos hospitales como Carlos Haya o la Chip; a trabajar o al instituto. En parte, no soy piloto, pero sí que hago que mucha gente vaya de un lado para otro y cruce Málaga", confiesa riendo.
Al principio, sostiene, nadie quería conducir el 15 porque era una línea "muy conflictiva", pues al principio de los 2000 había quien solo se montaba en este autobús para ir a "buscar droga al distrito Palma-Palmilla". "Pero ya la cosa ha cambiado", cuenta Meléndez, quien califica de familia a todos los viajeros con los que se cruza en cada viaje.
Sabe en qué parada deben bajarse la mayoría de pasajeros habituales y, de hecho, por este motivo, es él quien se encarga de recordar a algún que otro despistado que ha llegado a su destino. También ha visto el paso de generaciones por ese autobús. "He llevado a chavales que luego han pasado por allí con sus parejas e incluso con sus hijos", explica.
Recuerda con cariño una anécdota con un joven casi en sus inicios como conductor. Al parecer, el chaval le dijo si podía gastar de golpe todos los viajes de su tarjeta porque había roto con su novia y solo la usaba para ir a su casa. El conductor le intentó convencer de que era mala idea y que igual podía usarla para otros destinos, pero el joven, en un arrebato de furia, decidió pasar por el lector la tarjeta en varias ocasiones, hasta agotarla, pese a que Meléndez le hizo que le pasara por la cabeza incluso la opción de que pudieran volver juntos.
"A los diez días, allí estaba el colega con su tarjeta y yo le solté un 'te lo dije'. Lo gracioso de esta historia es que varios años después volvimos a coincidir, pero esta vez llevaba a la mujer al lado y dos hijos. Yo lo conocí a él y me miró con cara de 'no vayas a decir nada de aquello'", relata entre risas.
El destino de Meléndez siempre ha estado ligado a los transportes. A los diez años, ya condujo por primera vez un tractor e hizo la mili en Melilla como conductor. Fue allí donde empezó su contacto con los camiones. "Antes de conducir autobuses, fui camionero. Normalmente, he trabajado en excavaciones, moviendo tierra en obras, pero también participé en la construcción de un oleoducto", cuenta.
Sin embargo, el medio de transporte con el que tuvo un flechazo fue el avión. Cuando tan solo era un alumno de quinto de EGB, Meléndez tenía un profesor que le enviaba la tarea de hacer un dibujo cada semana. Un día, una de sus compañeras dibujó a la perfección un precioso barco y le preguntó --porque era muy malo dibujando-- cómo lo había hecho. La respuesta de la niña fue que había mirado un barco en un libro de texto y así lo había podido replicar con exactitud.
"Para la semana siguiente, teníamos que hacer un avión. Y allá que me fui yo para la biblioteca de mi pueblo, Ardales. Consulté veinte libros de aviones y el profesor acabó colgando a la semana siguiente mi dibujo por lo bien que estaba, pero aquello no fue lo importante. Con aquella anécdota descubrí mi mayor hobbie, la aviación", recuerda.
Y así fue aprendiendo hasta convertirse en uno de los mejores historiadores de la aviación en España. Así lo califican sus compañeros del Aeromuseo de Málaga. Antonio Meléndez es uno de los socios y voluntarios de este espectacular y desconocido museo que se encuentra junto al Aeropuerto de Málaga.
A sus 54 años, es una auténtica enciclopedia andante. Además, una servidora les puede prometer que es una de esas personas a las que cualquiera adora escuchar hablando de lo que les gusta. Transmite una pasión impresionante que se refleja en el brillo de sus ojos y que denota las muchísimas horas que ha pasado aprendiendo acerca de los aviones.
"Como sigo trabajando, de momento solo puedo hacer cositas en mi tiempo libre. Pero reconozco que aquí en el Aeromuseo he trabajado mucho y eso que estoy a 50 kilómetros de mi casa", declara Antonio, que ha fabricado gran parte de las maquetas que turistas y locales pueden disfrutar en las instalaciones del Aeromuseo, que cuenta con el archivo de aviación civil más grande de España.
"Somos muchos socios, pero, realmente, codo con codo, estamos veinte", prosigue el conductor de autobuses. En el último año, los voluntarios han empleado más de 10.000 horas en estas instalaciones que se nutren, sobre todo, de las donaciones que hacen socios y visitantes.
Él llegó al museo hace veinte años, cuando supo de él por una revista. "Esto era una salita e incluso esta zona se seguía utilizando de zona VIP", asevera. Ahora ha cambiado muchísimo. Disponen de varias salas con exposiciones de lo más interactivas, ideal para acudir con los más pequeños de la casa. "Es un museo donde dejamos tocar todo. Así es como se aprende".
Si acude al Museo Aeronáutico de Málaga podrá irse a casa conociendo de primera mano las respuestas a cómo funcionan las cajas negras o el programa flight radar, qué mujeres fueron las primeras en inciarse en el mundo de la aviación, por qué notamos las turbulencias o quién era el rondeño Abbás Ibn Firnás, la primera persona en realizar un intento científico de vuelo.
"Yo siempre trato que la visita sea amena, no enrollarme con las cosas técnicas. Estoy acostumbrado a explicarle todos estos temas a colegios y me encantan que los niños pregunten", dice. El pasado 16 de septiembre abrieron inscripciones para hacer excursiones al museo, como cada año, y siempre llega una verdadera oleada de solicitudes. El cupo de visitas se llena muy rápido.
En el museo se puede observar incluso una réplica del primer simulador de vuelo que hubo en el mundo (que se realizó en 1910). En el mundo solo existen el de Málaga, realizado por Meléndez, y otro igual en Toulouse, Francia. "Estocolmo está detrás de mí porque quieren uno. Lo hice de madera. En su día, a mí me dio por ser carpintero y tengo en el sótano una pequeña carpintería donde hago mis cositas para el museo", declara.
Sus amplios conocimientos le han permitido incluso dedicarse a corregir preguntas y respuestas de programas de televisión sobre aviación. "Me mandan desde los programas y yo me encargo de corregirlas o darles el visto bueno. Hasta ahí llega mi nivel de frikismo. También me encanta aprender sobre la radio, escucho la onda corta y cojo la radio china o rumana... Por no hablar de la literatura del Siglo de Oro, mi otra pasión".
Pese a su amor por la aviación, nunca llegó a convertirse en piloto, aunque sí que hizo el teórico de avioneta comercial. "Eran otros tiempos y salía muy caro. Préstamos, financiaciones... No existían entonces", dice. Sin embargo, se conforma con aprender cada día de un mundo que le encanta.
"La aviación está hecha a base de locos. Cogían algo parecido a un avión, se sentaban, sujetaban una palanca y un mando... Y les faltaba darle una estampita de la patrona y que se encomendaran. Eso eran los cursos que se daban y en los que murió mucha gente... Hasta llegar a tener los aeropuertos que tenemos hoy en día", zanja Meléndez, sin saber que él está en esa apasionante lista de "locos" de los aviones.