Un día cualquiera de la Feria de Málaga, en La Malagueta, se escucha un solo de trompeta. La banda juvenil de Miraflores interpreta un pasodoble de Manuel Rojas Tirado. Tiene nombre de pueblecito de Huelva, pero en Málaga el top of mind es otro. Cuando uno habla de Nerva no piensa ni en el pasodoble ni en la localidad minera onubense. En Málaga, tiene más sabor y olor que oído.
Es fácil recordar a maestros malagueños departiendo en las mesas de este bar. Eugenio Chicano, victoriano de adopción, tiraba de cuando en cuando de alguno de sus amigos. Agustín Fernández, alma mater de Nerva, tiene en su memoria alguno de esos encuentros. "Allí se hablaba de todo: de toros, de lo que pasaba cada día...", de lo que tocase. Rememora a la perfección una de aquellas charlas: la de Chicano con el genial columnista y poeta malagueño Manuel Alcántara.
Otro buen amigo de Eugenio Chicano, el abogado Carlos Ismael Álvarez, afirma que Nerva "no es exactamente como el Café Gijón, entendiéndolo como aquel referente de las tertulias". Quizá porque las tertulias del Gijón, en Madrid, eran elevadas y cerradas a los grandes nombres de la cultura de la capital: "Eugenio no era un artista que viviera en su torre de marfil, ni alguien que estuviera encerrado en su estudio".
Más bien al contrario, relata Álvarez. Chicano se había mudado a La Victoria y "era habitual encontrárselo comiendo la famosa ensalada de remolacha del iSamoa", tomando un helado en alguno de sus descansos en el Casa Mira del Compás de la Victoria. Pero el artista vivía en calle Cristo "y habitualmente aterrizaba en el Nerva, donde establece una amistad con Agustín y sus dos hijos Joaquín (quien ahora regenta Nerva) y Antonio (referente gastronómico malagueño con Araboka)".
Podría decirse que Chicano era un parroquiano asiduo de Nerva y Álvarez insiste en que "era un conversador nato". Buena parte de esas conversaciones, por el interés mutuo de Agustín Fernández y el pintor, eran sobre toros. Muchas protagonizadas por Javier Conde, a quien Chicano le diseñó más de un terno de estilo picassiano.
De hecho, de las paredes de Nerva cuelgan, sobre todo, recuerdos cofrades y taurinos. Costumbrismo pop made in Chicano. En el pasillo que da entrada al salón que lleva el nombre del genial pintor malagueño fallecido en noviembre de 2019, están reproducidos todos los carteles de Semana Santa que salieron de su estudio.
Un museo no museo
Eugenio Chicano tiene su sala en el Museo de Málaga. Como artista referente, es lógico que la ciudad le rinda tributo. Pero como todo en él, hay cosas que se acercan mucho más a lo mundano que a lo ritual.
"Gracias a Nerva tenemos a Eugenio mucho más a mano", asegura Carlos Ismael Álvarez. Es un museo a su manera, donde "tú no tienes que ir a un museo" a ver el arte, sino que "son las pinturas las que salen a tu encuentro".
En este sentido, Álvarez destaca los murales del artista: "Tú quedas con un amigo a almorzar en ese comedor tan bonito y das con una pintura que te interpela y te llama. Si vas a otra cosa, te distrae... o mejor dicho, te atrae, te plantea interrogantes ¿estos quiénes son? ¿Cómo puede ser esto si nunca pudieron estar juntos?", asevera el abogado malagueño.
En el bar victoriano hay dos murales, uno que se ve desde la calle, en el recibidor abierto, en el que aparecen figuras como Manuel Alcántara o Antonio Ordóñez. Después, en el interior, aparece un mural que ocupa todo un testero.
En el centro, Agustín, el propietario de Nerva, rodeado de figuras históricas como Curro Romero, Federico García Lorca o, de nuevo, Manuel Alcántara. Explica Álvarez que Málaga ya tuvo otros restaurantes con pinturas murales: "Recuerdo Los Vikingos o La Alegría, pero Nerva da una vuelta, porque es una pintura más próxima y menos solemne. La gente no se encuentra con un mural que hable de temas míticos o temas bíblicos". El detalle victoriano de ese mural se encuentra junto a Alcántara. Las tres letras que daban nombre al monte victoriano: JAC (Juventud de Acción Católica).
Los manteles de Chicano
Pero, sin duda, Agustín Fernández hizo un trabajo de incalculable valor: mantener y guardar como oro en paño los dibujos que Eugenio Chicano realizaba mientras comía, bien gazpachuelo, bien ensaladilla rusa.
Cuando Chicano terminaba y se marchaba, Agustín recortaba todos los dibujos que hacía. "Hoy, todos esos dibujos, son una parte más del patrimonio pictórico de este genio de la pintura en Nerva", destacan en este local malagueño.
Agustín recuerda con cariño las largas conversaciones con Chicano. Una de ellas, poco antes de fallecer el artista, concluyó con la llegada de la panda de verdiales Santón Pitar el 3 de noviembre de 2019.
Con o sin verdiales, el recuerdo de Eugenio Chicano en el barrio de la Victoria va más allá -mucho más allá- del que se tiene de un artista. Su memoria siempre estará en Nerva como aquel hombre al que "llamabas y se ponía al teléfono, que se paraba por la calle con la gente para hablar", como asegura Carlos Ismael Álvarez. El recuerdo de un genio que derramaba su arte incluso en el mantel de cada día.