En la malagueña calle Pozos Dulces aún queda uno de esos lugares para desayunar que siguen oliendo a café de máquina y a queso fundido en el Centro de Málaga. Sus azulejos e incluso su marmolada barra hacen intuir que por sus instalaciones han pedido nubes y cortados varias generaciones. La cafetería El Diamante cumple este 2024 setenta y cinco años de historia, un hito que la hace convertirse en una auténtica superviviente en pleno auge de los locales que ofrecen brunchs en el casco histórico de la ciudad.
“Nosotros aquí no vamos a traer tostadas con aguacate ni salmón con philadelphia. Aquí lo que ha habido siempre y habrá serán los pitufos de toda la vida, como los mixtos, o nuestro clásico, el de salchichón de Málaga con aceite, así como nuestra leche con fresa”, dice con una sonrisa Mariví Castillo, el cincuenta por ciento de El Diamante.
La otra mitad es su marido, Francisco Cerezo, que empezó en El Diamante con apenas 22 años, en 1994. Acabó la mili, y como no le salía trabajo de electricista, para lo que se había formado realizando una FP, le ofrecieron trabajo en el bar y no se lo pensó dos veces: aceptó. Lo que no sabía entonces es que estaba firmando su destino laboral para, al menos, los siguientes treinta años.
Para conocer las raíces originales de este negocio hay que remontarse a la posguerra. José Gálvez Toro y su mujer, Aurora Toro Alcaide, lo fundaron en 1949. En aquel entonces era conocido como bar El Brillante y se inauguró en la zona de calle Compañía.
El precio del alquiler, como contó a La Opinión de Málaga el hijo de la pareja, los llevó hasta la calle Pozos Dulces. Así, decidieron hacer un renaming y convirtieron el local en El Diamante. Sobre ello, apunta que José Gálvez siempre quería que todo lo que hacía brillara, “que fuera algo conocido”. Principalmente, daban desayunos, pero también tapas que la propia Aurora cocinaba. En 1991 don José falleció y la historia de El Diamante comenzó a escribirse con otra letra.
Su arranque en el local
En aquel entonces, el local tenía varios trabajadores. Uno de ellos, "el de la máquina de café", se jubiló justo antes de que entrara a trabajar Francisco Cerezo. Su padre solía ir allí a desayunar y le ofrecieron este puesto para él. “En 1997, uno de los dueños, que fue empleado de aquí, también se jubiló y ya me quedé yo con el bar junto al otro camarero, Pedro, que ya también se jubiló”, cuenta Francis, que puso de nuevo a rodar el local.
Con la inestimable ayuda de sus padres y de su actual mujer, Mariví, que entonces era solo su novia, fue haciendo de El Diamante un lugar de referencia en el entorno sin perder la esencia que siempre tuvo. “Nosotros hemos mantenido esa cercanía con el cliente que siempre hubo, destacamos por lo llanos que somos. En treinta años que llevo, la leche con fresa es la misma, el salchichón es el mismo… La gente lo valora. Ahora llegan a otros locales modernos y ven que no hablan con ellos”, cuenta Cerezo.
La pareja no recuerda los inicios en el bar de manera traumática, más bien los califican de intensos. "Trabajábamos muchísimo sin descansar. Se abría a las siete de la mañana y nos íbamos a las nueve de la noche, porque un montón de gente venía a comer aquí por nuestros menús. Y esto de lunes a viernes. Los sábados también abríamos", recuerda Mariví.
El nacimiento de su hijo coincidió con el momento en el que el Ayuntamiento de Málaga comenzó a hacer obras en la calle Pozos Dulces. Una cosa se unió a la otra y decidieron abrir solo por las mañanas y por las tardes, sin dar menús. "En esa época, por las tardes venía él solo, yo no venía, me quedaba en casa", explica la mujer.
Una vez llegó la pandemia y vieron que las tardes comenzaron a ser "muy malas", sirviendo apenas unos treinta cafés, acordaron que debían priorizarse ellos y que abrirían solo por las mañanas, sobre todo porque Francis padece colitis ulcerosa, que le produce brotes de vez en cuando.
"Vienen malagueños, pero también guiris"
A El Diamante entran malagueños, pero también 'guiris', y más ahora con la llegada de los alquileres turísticos. El público extranjero les salva las mañanas de los sábados. “Aunque los sábados de por sí se han convertido en una locura, principalmente con el tema de las despedidas de soltero y soltera. También tenemos muchos eventos del estilo de las romerías que vienen aquí a desayunar… Antes nos comíamos poco los sábados, pero ahora la cosa ha cambiado”, asegura Mariví.
Si siempre habían acudido a desayunar en su establecimiento oficinistas, albañiles o trabajadores del Ayuntamiento de Málaga y museos varios, ahora también, gracias a las redes sociales, cada vez les visitan más personas de otros puntos de Málaga. “Cuando nos cuelga Christian Machowski la leche con fresa o un bocadillo... es un bombazo, es una locura la cantidad de gente que ve sus tuits”, dice Francis, mientras muestra orgulloso en su móvil un post de este influencer guiri, que es cada vez más malagueño.
Pueden llegar a poner entre 150 y 200 desayunos diarios. Los que les visitan, además de por lo sabroso de sus desayunos, les eligen por su ambiente y estética. “Aquí todo lo que ven es antiguo y real, desde el molinillo de café hasta las botellas que hay en el mueble de madera. Nos dicen que no quieren ni que le quitemos el polvo, que es una joya”, expresa la pareja entre risas.
"Nos pasa igual que la leche con fresa. No tenemos ni idea de su historia inicial, la verdad, pero aunque es algo muy antiguo, seguimos pidiéndoles los botes a Bodegas Quitapenas, los mismos de siempre. Es que la gente nos la pide muchísimo porque es algo único. Ya les es difícil hasta encontrar el bote de sirope en algunos supermercados, me parece que queda alguien que lo vende en el Mercado Central", cuenta Cerezo.
El futuro
Mariví y Francis no saben qué pasará con El Diamante en el futuro. Prefieren vivir en el presente. El local es alquilado y reconocen que no saben qué hará la propietaria del edificio con él cuando ellos se jubilen. El relevo generacional, de momento, queda descartado, aunque "nunca se sabe". "Nuestro hijo va a cumplir veinte años y quiere ser educador social. A veces le pido una manita y nos dice que no, que no le gusta. Si no encuentra nada, el día que acabe... Pues se vendrá aquí. Si no, pues volará", dice su madre.
La pareja entiende al joven. Un bar de esas características requiere mucho esfuerzo y sacrificio. El tiempo de 'vacaciones' más largo que han tenido desde que tienen El Diamante fue el período pandémico. "Es fuerte, pero es que no hemos cogido casi vacaciones. Si hemos viajado, ha sido por lo típico de coger 4 o 5 días, que así pudimos ir a Roma, a Bélgica... Pero hemos tenido muy poco descanso", apostillan.
Mariví reconoce que durante la pandemia echó de menos a algunos clientes fieles. Sin embargo, dice estar "muy cansada" de la rutina. "Hay un momento en el que te das cuenta de que mientras que la gente se está divirtiendo, tú estás al otro lado de la barra. Yo me he perdido a mi hijo sacando procesiones por estar trabajando. Este año pasado fue la única vez que he podido verlo salir, en la Sentencia. En Zamarrilla también salía, pero como llovió, no pudo", lamenta.
"Aún nos quedan unos años aquí, salvo que me toque la lotería", espeta Mariví entre risas. En ocasiones, sus clientes deciden compartir con ellos algunos cupones porque ya los consideran parte de su familia. "Aquí ya hay algunos que hasta se cobran ellos mismos con el datáfono o recogen sus platos para ayudarnos... ¡Son como hermanos!", zanjan Francis y Mariví.