La exposición solar con precaución y protección es beneficiosa para la salud, pero ¿cómo se encuentra nuestra piel tras meses de radiación más intensa? El sol, el cloro, el agua del mar y los cambios bruscos de temperatura son los principales enemigos de la piel del rostro durante el verano, obteniendo como resultado una piel apagada y falta de brillo que nos muestra que está deshidratada, e incluso cáncer de piel en peores casos.
Para prevenir todos los efectos nocivos de la radiación solar en la piel, “es imprescindible una adecuada protección solar, no solo durante los meses de verano, en que nos encontramos más expuestos, sino que debemos ampliar el uso de la protección solar diaria en crema o bruma todo el año y convertirlo en una rutina para evitar estos efectos indeseados”, insiste la doctora María Ortiz, responsable de la Unidad de Medicina Estética del Hospital Quirónsalud Málaga. Sí podemos añadir algunos refuerzos, como protección solar oral durante verano, pero hay que tomar medidas preventivas y protectoras todo el año, como “el uso de los fotoprotectores físicos, como gorras, sombreros y gafas; y químicos: cremas solares de factor 30, como mínimo, y de +50 en cara y cuello. Obviar estas medidas acelera la oxidación y deshidratación de la piel o, lo que es lo mismo, contribuye a que las marcas de expresión aparezcan cuanto antes para quedarse”.
“La fotoexposición es uno de los principales factores del envejecimiento cutáneo prematuro, ya que la acción de los rayos UVA y UVB acelera el engrosamiento de la capa córnea -la más externa- de la epidermis, favoreciendo así la formación de manchas y arrugas tempranas; queratosis actínicas, que son manchas ásperas en la capa superior de la piel que se presentan después de años de exposición al sol; así como la aparición de cáncer de piel en los casos más graves en los que no se usa una adecuada protección”, indica la médica.
La piel busca mecanismos de defensa ante los daños en las fibras de colágeno por la luz ultravioleta, que causa una producción excesiva de fibras de elastina anormales. “En respuesta, la piel intenta mejorar esta situación, provocando la formación de fibras denominadas cicatrices solares, que generan arrugas y depresiones cutáneas”.
Tratamientos de recuperación facial
Así, tras el verano, solemos notar nuestra piel más deshidratada, la aparición de manchas o arrugas finas, que es recomendable controlar y revisar por un especialista e incluso recurrir a ciertos tratamientos adecuados después de la exposición solar, como mesoterapia, peelings químicos o luz pulsada intensa.
La doctora María Ortiz repasa cada uno de estos tratamientos para contrarrestar los efectos del sol, apoyando el uso de “la mesoterapia facial con ácido hialurónico y vitaminas, para aportar una gran dosis de hidratación a esas células castigadas por el sol”. Por otro lado, “los peelings químicos nos ayudarán a pelar esa piel que se ha engrosado por el efecto de la radiación ultravioleta, consiguiendo así una piel más sana y limpia”. Mientras que “la Luz Pulsada Intensa (también llamado IPL), para tratar y eliminar los léntigos solares (o manchas benignas de la piel) que hayan podido aparecer por la estimulación de la melanina”.