Las manos de Trini llevan 40 años sosteniendo la fuerza de las mujeres y abrazando la vida que se abre paso en ellas. Las de Dani, indican además dónde tienen que apuntar otras manos para prevenir. Las de Leticia, surfean la incertidumbre y los miedos que inunda a las madres antes de conocer a sus bebés y la tristeza cuando saben que ese momento no ocurrirá.
Ellos son tres son las 73 matronas del Hospital Materno Infantil de Málaga, donde esta semana han organizado diversas acciones para poner en valor esta profesión que va mucho más allá del momento del parto.
“Somos la puerta de entrada en el hospital”, resumen Trini, que trabaja en el paritorio del centro malagueño. En este espacio, las matronas se encargan de la obstetricia no patológica, es decir, “del parto normal”. Todo el proceso está en sus manos hasta que se detecta algún problema, momento en el que intervienen los ginecólogos.
Para ello, afirma esta profesional, hace falta saber darle tiempo a las cosas. “Yo siempre digo que el parto es como un buen puchero, que si lo haces deprisa sale mal, pero si tienes paciencia, no habrá otra cosa mejor. Al parto hay que dedicarle mucho tiempo, es muy laborioso, hay que darle muchas vueltas”, ejemplifica.
El parto es como un buen puchero, que si lo haces deprisa sale mal, pero si tienes paciencia, no habrá otra cosa mejor
Pero la labor de las matronas no solo se limita a ese espacio. Dani trabaja desde 2007 en el paritorio del Materno, pero “hay otras muchas zonas en las que estamos y somos importantes”. Apunta a desde la educación en salud en Atención Primaria hasta las charlas a adolescentes, un grupo con especial vulnerabilidad y al que, afirma, “podemos influir mucho”.
“Cada vez empiezan antes con las relaciones sexuales y no podemos evitar, pero sí influir en que estas sean sobre una base de respeto y prevención. Tenemos que romper los mitos que ven en el porno y hablarles de la sexualidad desde otro punto de vista porque muchos tienen una idea muy errónea”, explica.
Otro ejemplo de que están más allá del paritorio es el de Leticia, que trabaja en Alto Riesgo con gestantes que ingresan en planta sin empezar trabajo de parto o con amenaza de parto pretérmino.
Para ella, lo más importante de su labor es “a nivel psicológico”. “Para muchas mujeres es una etapa muy vulnerable. Siempre pensamos en un embarazo como algo sano, sin riesgo, pero a veces te encuentras con una situación muy crítica en una sala de un hospital, con miedos e incertidumbres. En esos momentos, la matrona está día y noche a su lado con un papel integral”, afirma.
Para esta profesional, socialmente se han vendido el embarazo como algo feliz, “como que la embarazada en ningún momento se puede sentir mal porque todo lo que sucede a su alrededor es normal: si vomita, no pasa nada porque es normal; si está cansada, no pasa nada porque es normal. Y no todo es normal y esa noción del embarazo relacionado con la plenitud y la felicidad hace que las mujeres se frustren no solo cuando el embarazo no va bien, sino incluso yendo bien. Creamos muchas expectativas con la epidural, la cesárea o el parto normal”, explica.
Leticia también trabaja junto a las madres que han pasado por una muerte prenatal, un duelo que califica de “silente” porque “la sociedad no entiende que estés así por un feto que no ha nacido”. “Es un duelo como cualquier otro, incluso más duro porque no es tangible, nadie ha llegado a conocer a esa persona, solo ha estado dentro de una mujer y eso es muy difícil de afrontar”, explica.
El duelo prenatal es incluso más duro que los demás porque no es tangible, nadie ha conocido a esa persona, solo ha estado dentro de una mujer y eso es muy difícil de afrontar
En Andalucía, según el último dato que recoge el INE referente a 2021, hubo 4,4 muertes perinatales por cada 1.000 nacidos. Es una realidad latente que tradicionalmente, a juicio de Leticia, la sociedad ha ocultado, aunque afortunadamente en los últimos años se le está prestando atención, “cubriendo la parte psicológica que estaba en el olvido y ofreciendo una perspectiva mucho más holística”.
VIOLENCIA OBSTÉTRICA
La ciencia ha avalado en muchos sentidos la importancia que tiene la labor de las matronas. Estudios han demostrado que su presencia en los hospitales ayuda a reducir la tasa de cesáreas y, por contra, aumenta la satisfacción de las mujeres. “Atendemos a la mujer de manera integral, la cuidamos, que es una palabra del ámbito de la enfermería, no de la medicina”, apunta Trini.
Pese a todo, en los últimos años ha proliferado el término de ‘violencia obstétrica’ referido al uso de algunas prácticas sin consentimiento y sin información. Estas engloban desde el afeitado del pubis a la inducción al parto con medicamentos o mediante la ruptura de membranas hasta exploraciones vaginales repetidas, la maniobra de Kristeller o episiotomías. Un estudio publicado en 2021, apuntaba que dos de cada tres mujeres en España reconocían haber sufrido estas acciones.
“Hubo un momento en el que los partos eran más medicalizados, pero siempre han sido humanos. La matrona, la partera, la comadrona siembre han estado ahí y el hecho de hacerlo en el hospital no tiene por qué deshumanizarlo”, sostienen Trini, que reconoce haber vivido muchas etapas diferentes en la profesión, “desde que éramos como brujas hasta ahora, cuando nuestro saber basado en conocimientos científicos nos ha dado un sitio”.
“Pasamos de los partos en las casas de nuestras abuelas al otro extremo, al parto hospitalario, nada individualizado, muy mecanizado e instrumentalizado”, explica por su parte Leticia, que sí reconoce haber vivido “situaciones violentas” que tienen que ver con las veces en las que no se respetan los protocolos.
“Si las guías de actuación dicen que una primípara puede estar cuatro horas en expulsivo, no puedo hacerle una cesárea a la hora porque quizá a las cuatro ese niño nace por parto normal. Si dicen que la maniobra de Kristeller no se tiene que usar, no se tienen que seguir haciendo como se hacen en muchas ocasiones para evitar cesáreas. Esto es algo que poco a poco vamos consiguiendo, no podemos quedarnos anclados en lo que se hacía con el argumento de que se ha hecho siempre. Es un problema que sobre todo está en hospitales grandes, con un gran número de profesionales, muchos de ellos con muchísimos años de experiencia a los que le cuesta actualizarse”, apunta.
“Todo evoluciona y hay estudios que demuestran que cosas que se han venido haciendo hasta ahora son contraproducentes”, apunta Dani, que prioriza en este sentido actuar con “sinceridad, respeto y comunicación”.
Los tres apuntan a la importancia de informar siempre a la mujer del proceso y ser consciente de las necesidades de cada caso. “Hay partos que van solos y otros que cuestan y necesitan ayuda. Hay que tener paciencia y a veces no se tiene. La mujer tiene que confiar en los profesionales que siempre vamos a trabajar por su bienestar y el del bebé”, asevera Trini.
Al respecto, también alude a la necesidad de estar en un entorno seguro: “Está muy bonito lo de dar a luz en la playa, es idílico, pero no sabes cómo va a ser el proceso. Igualmente, puedes parir en casa, pero con alguien que te pueda ayudar porque se puede complicar las cosas. Uno tiene que parir donde quiera, pero con responsabilidad”.
RETOS DE LA PROFESIÓN
Respecto a los retos a los que se enfrenta la profesión, Dani habla de que “hay que destinar recursos”. “Somos enfermeros especialistas, figuras muy importantes y polivalentes”, sostiene. Para él, el hecho de ser un hombre en un mundo de mujeres nunca ha sido un problema: “Hay casi total normalidad”. Según cuenta, solo en “tres o cuatro ocasiones” ha sentido que las pacientes o sus familias se han extrañado de que fuera un hombre quienes les fuera a prestar atención y, aunque reconoce que son minoría, apunta que “en cada promoción de nuevos residentes suele haber algún chico”.
Para Leticia, el reto está en que la matrona “pueda estar en donde haya una mujer en edad fértil”, desde los centros de salud de Atención Primaria. “Para poder desarrollar nuestra profesión, necesitamos más recursos”, asegura.