Todos los conductores estamos obligados a renovar nuestro permiso de circulación cada 10 años –cada 5 los mayores de 65 años-, pero hay ciertas circunstancias relacionadas con la salud que pueden variar esta periodicidad. Son las enfermedades o dolencias que pueden condicionar nuestra aptitud al volante.
Las enfermedades que más riesgo suponen en la conducción son aquellas relacionadas con las pérdidas de conciencia: diabetes, epilepsia, trastornos cardiovasculares y del sueño, pero también las que producen alteraciones mentales graves o de comportamiento, como la esquizofrenia, la depresión, la demencia o el abuso y/o dependencia a fármacos, alcohol o drogas.
Por último, son incompatibles con la conducción todas las enfermedades que afectan a la vista: cataratas, glaucoma, retinopatía diabética o hipertensiva o la degeneración macular.
Cómo conducir si tienes una enfermedad
Si padeces alguna de estas enfermedades, esto es todo lo que debes tener en cuenta para disminuir el riesgo de un accidente:
Conocer bien la enfermedad es fundamental para evitar sorpresas conduciendo.
- Conocer los efectos secundarios de los medicamentos que estás utilizando.
- Saber reconocer los primeros síntomas de una descompensación y cómo subsanarlos.
- Evitar las situaciones desencadenantes.
- Extremar las precauciones o incluso no conducir en la fase aguda de la enfermedad, de descompensación o del inicio de un tratamiento, ya que es cuando existe mayor riesgo.
- Cuanto notes los primeros síntomas de descompensación, detén el vehículo en un lugar seguro y quita el contacto.
- No dejes nunca el tratamiento por tu cuenta.
- Consulta al médico antes de conducir. Él es el mejor asesor y te indicará cuándo puedes hacerlo.
Recuerda que en el examen psicotécnico para obtener o renovar el carné de conducir preguntan por cualquier posible enfermedad que padezcas o hayas padecido. Comunicar tu estado es tu responsabilidad.
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