Audi ha anunciado la incorporación de una nueva motorización para uno de sus buques insignia, el Q7. El SUV más grande de la firma de los cuatro aros, el único vehículo de la marca capaz de acoger a 7 ocupantes a bordo, recibe un motor de acceso, suficiente para satisfacer a todos aquellos que no quieran diésel pero tampoco necesiten las prestaciones de un deportivo.
Se trata del ya famoso 2.0 TFSI de cuatro cilindros, que en una de sus últimas evoluciones es capaz de ofrecer 252 CV, aunque en algunos modelos supera los 300 CV. No obstante, para el Q7 esta cifra de potencia es más que suficiente, habida cuenta que en diésel se ofrece un 3.0 TDI con 210 CV.
El inconveniente más grande de esta versión es que, a día de hoy, no está prevista su comercialización en Europa, limitándose de momento a Norteamérica. Sin embargo, es muy interesante ver como las marcas premium cada vez aceptan más la utilización de motores "pequeños" en los modelos más grandes, sobre todo en los todoterrenos.
De hecho, se puede decir que Audi ha sido de las últimas en sumarse a la tendencia que abanderan modelos como el Volvo XC90, cuya totalidad de la gama, tanto diésel como gasolina, está compuesta por motores de cuatro cilindros. El Mercedes-Benz GLE también cuenta con una motorización tetracilíndrica, al igual que el BMW X5.
Al igual que el resto de opciones mecánicas de la gama Q7, este 2.0 TFSI de 252 CV y 370 NM está asociado de forma exclusiva a una transmisión automática Tiptronic de 8 velocidades, que transmite la potencia al suelo a través de un sistema de tracción total permanente Quattro.
A efectos estéticos, nada hace sospechar que bajo el capó de este monstruo de más de 5 metros se esconde un "humilde" motor que comparte buena parte de sus componentes con, por ejemplo, un Golf GTI. Este propulsor se sitúa como la opción de acceso a la gama Q7 en EEUU, con un precio de salida de 54.000$, unos 6.000$ por debajo de la siguiente opción, el 3.0 TFSI de 333 CV.
De esta manera, Audi quiere hacer olvidar -un poco más- la opción del diésel en un mercado como el americano, donde la presencia del diésel, además de ser mucho menor que en Europa, no está tan bien vista, sobre todo tras la aparición de casos como el escándalo de las emisiones contaminantes de Volkswagen.