Todo el mundo está temeroso de la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, especialmente debido a las medidas que durante su campaña electoral ha anunciado. De llevar a cabo las propuestas relacionadas con la industria automovilística estadounidense, esta cambiaría de forma brusca y con repercusiones que no solo afectarían al sector en el país sino también fuera de él. El Brexit sería un juego de niños al lado de lo que propone el magnate estadounidense.
Uno de los protagonistas de estas medidas es Ford, señalada y amenazada durante sus mitines de campaña, especialmente por tener una fábrica en México. Donald Trump acusó al gigante americano de robar puestos de trabajo a los ciudadanos por deslocalizar parte de la producción a México. En el país vecino se produce el Ford Fiesta entre otros, y la amenaza no es otra que imponer aranceles a los coches americanos que vengan de México.
Con la imposición de este arancel el precio de venta del pequeño utilitario crecería en 5.000 dólares. Pero no solo con México van las cosas, Trump no quiere productos que vengan de fuera y también le declaró la guerra a todo lo que se fabrique en China, imponiendo un arancel del 45% para los vehículos que provengan del país asiático. En este caso alguno de los afectados sería el Volvo S60 de batalla larga que ahora se comercializa en EE.UU. desde hace poco. Buick también fabrica en China, el crossover Enclave en este caso, que tiene intención de exportar a Estados Unidos.
Pero el caso de los aranceles siempre es un arma de doble filo, pues desde China han amenazado con la misma moneda, imponer los mismo aranceles a los productos estadounidenses. Esto dejaría a Ford y General Motors mal parados, pues tienen una inversión muy grande en China con gran volumen de ventas. Si esto llegara a ser una realidad el consumidor de a pie vería como suben los precios de forma abusiva y las marcas verían como desciendes sus ingresos y por tanto la actividad económica, teniendo que reducir plantilla y destruir puestos de trabajo, todo lo contrario que persigue Trump.
¿Es esto posible? Para romper el acuerdo NAFTA por el que se estipula el libre comercio e introducir aranceles indiscriminadamente necesitaría Trump el apoyo de la mayoría del congreso estadounidense, así que es algo difícil que se llegue a dar. Las amenazas solo han recaído sobre estos dos países por ahora. Sin embargo, el temor se podría infundar en el resto de marcas si se llegara a producir la imposición de un arancel global, pues el mercado estadounidense es muy importante para otras marcas como Honda, Porsche, Mercedes o Toyota.
No solo las ventas se tambalearían con las medidas de Trump, lo referente a legislación de homologación también cambiaría en temas como el consumo y las emisiones. Durante el mandato de Obama las marcas debieron mejorar sus medias de consumo de combustible y abandonar los viejos y tragones motores V6 y V8 en favor de motores más eficientes y de menor cilindrada, más responsables con el medio ambiente.
La Agencia Medioambienal Estadounidense, o EPA en sus siglas en inglés, tampoco dejó de lado los límites de emisiones de gases contaminantes, que llegaron a ser más exigentes que los que se impusieron en Europa con la normativa Euro6. Para el presidente electo todas estas normativas solo dañan a la industria y considera que es mejor eliminaras para favorecer el libre comercio. Incluso llegó a sugerir acabar con la EPA, pero ha nombrado a Myron Ebell como dirigente de esta fase de transición, aunque debido a sus ideales es casi lo mismo que eliminar la EPA.
Myron Ebell es un lobbyista en nómina de grandes petroleras y empresas del sector del carbón. Al igual que Trump, no cree en el cambio climático y pretende sacar a EE.UU. del Acuerdo por el Clima de París. Pero aunque esto beneficiase la libre competencia en suelo nacional, fuera de él la industria estadounidense dejaría de ser competitiva en un mundo globalizado, donde se seguirían respetando las normas de eficiencia y medio ambiente.
Ahora el sector del automóvil, como tantos otros, está a la espera de ver si Donald Trump finalmente llevará a cabo sus medidas o sus palabras se las llevará el viento, como pasa con otros tantos políticos. Lo cierto es que seguro que será un mandato muy conservador, ahora solo falta ver en que grado.