Esta semana hemos conocido de mano del gobierno el inminente rescate de las autopistas de peaje españolas, que supondrá un desembolso por parte de las arcas públicas cercano a los 3.400 millones de euros, que ascienden a 5.500 millones si contamos el total de la inversión, Daniel Lacalle lo explica a la perfección en su columna.
Las autopistas de peaje son una de las infraestructuras más importantes de nuestro país, sumando un total de 2.539 kilómetros. Pero, ¿cuál es la definición de una autopista de peaje? Es aquella en la que, para circular, hay que pagar una tasa a su concesionaria, encargada de su construcción y mantenimiento.
Una autopista de peaje -de titularidad pública estatal y ejecutadas por empresas privadas- ofrece una serie de beneficios como pueden ser, por norma general, un trayecto lo más corto y directo posible, un asfalto en las mejores condiciones posibles y una seguridad mayor que la que pueden ofrecer otras vías como las autovías o las carreteras nacionales.
No obstante, existen también las autopistas tradicionales -de titularidad pública-, por las que no hay que pagar -al menos directamente- una tasa por circular por ellas. Se identifican por la denominación A-X y, al igual que las de peaje, deben ser rápidas y capaces de admitir un número considerable de vehículos.
Algunas de las características de las autopistas hacen referencia al radio de sus curvas, que debe ser lo suficientemente grande como para no tener que aminorar la marcha, la presencia de carriles de aceleración y deceleración a la hora de incorporarse o salir de la autopista, la ausencia de pasos a nivel e intersecciones o la presencia de arcenes lo suficientemente anchos como para que un vehículo pueda detenerse en caso de emergencia sin obstaculizar el tráfico.
Por contra, una autovía está considerada como una vía de menor nivel, que por ejemplo no tiene porqué contar obligatoriamente con arcenes tan anchos. Pese a que las autovías cuentan con el mismo límite de velocidad que las autopistas -120 km/h-, sí están permitidas las reparaciones en el asfalto en forma de parches, algo que en una autopista no es posible.
En España las autopistas de peaje no están consideradas como las vías centrales de circulación estatal, consideración reservada para las autovías, que prácticamente cuadriplican su extensión al superar los 8.500 kilómetros. De hecho, hay comunidades autónomas como Extremadura que no cuentan con un sólo kilómetro de autopistas, ni siquiera de peaje.