La Clase A de Mercedes cumple estos días su 20 cumpleaños, el 20º aniversario del nacimiento de uno de los modelos más innovadores de la marca de la estrella, que en su día supuso una auténtica revelación gracias a la ruptura con el pasado tanto a nivel de concepto como a nivel estético.
Corría el año 1997, y en el Salón de Ginebra Mercedes-Benz sorprendió a propios y extraños presentando un vehículo que no cuadraba en absoluto con el planteamiento que hasta ahora ofrecía la marca. El Clase A se lanzó intentando conquistar a un cliente más joven, más familiar y más aventurero.
Su diseño en forma de monovolumen no dejó indiferente a nadie. Bajo esa apariencia práctica y compacta -que no gustó a todo el mundo- se escondía un chasis muy innovador en el que la seguridad era una prioridad, como demostraba su estructura tipo "sandwich", que descolgaba el motor y la caja de cambios en caso de accidente para evitar una intrusión en el habitáculo.
No fue un lanzamiento fácil sobre todo en su fase inicial debido a ciertos problemas de estabilidad, que se cortaron de raíz con la instalación, de serie y en toda la gama, del control de estabilidad ESP. Su habitáculo también se podía calificar de innovador sobre todo en temas de polivalencia, con numerosos huecos portaobjetos y una segunda fila completamente modular.
Ese planteamiento modular le sirvió también para acoger en su chasis numerosos grupos propulsores alternativos. El Clase A pudo instalar en su interior numerosos sistemas ecológicos e inteligentes, como un propulsor de pila de hidrógeno, una variante eléctrica y otra propulsada por gas, entre otros.
Con una gama de nuevos motores diésel y gasolina de cuatro cilindros y tracción delantera, el Clase A mantuvo su planteamiento "monovolumen" tanto en la primera como en la segunda generación, abandonándolo en la tercera y actual generación, que se ha convertido en un tremendo éxito gracias a un enfoque más premium.