Las emisiones contaminantes se han convertido en el caballo de batalla de los fabricantes de automóviles, que trabajan constantemente para reducir al máximo los gases nocivos que producen sus motores de combustión. Las condiciones de homologación para su posterior venta son cada vez más exigentes, algo que redunda en unos márgenes de actuación cada vez más limitados.
Una llamada a revisión no tiene porqué ser, a priori, una noticia negativa para una marca. La fabricación en serie puede desembocar en ciertos defectos que, tras descubrirse, la marca se encarga de subsanar a la mayor brevedad, generalmente sin coste para el usuario.
Una de las llamadas a revisión más conocidas y multitudinarias de los últimos tiempos ha sido la protagonizada por el Grupo Volkswagen con motivo de las emisiones de sus motores diésel, que utilizaban una programación irregular en su centralita para superar los test anticontaminación.
Ahora es otra alemana, Mercedes-Benz, la que anuncia una llamada a revisión de carácter voluntario para todos los Mercedes equipados con motores diésel homologados bajo las normas Euro V y Euro VI. Esta llamada a revisión tiene como último fin realizar correcciones técnicas para reducir y corregir las emisiones de óxidos de nitrógeno, NOx.
El objetivo del fabricante es "tranquilizar a los usuarios", adelantándose a las actuaciones de las autoridades alemanas, que están trabajando junto con las marcas en un plan de llamadas a revisión para reducir las emisiones de NOx en su afán por "limpiar" -valga la redundancia- la maltrecha imagen de la tecnología diésel.
Con un presupuesto fijado en los 220 millones de euros, esta llamada a revisión tiene carácter técnico, ya que se realizarán, según la marca, modificaciones mecánicas y físicas en los propulsores. No obstante, cabe esperar que esa cifra acabe siendo bastante superior si los 3 millones de vehículos implicados acuden a la revisión.