En una época donde la industria del automóvil solo tiene el foco puesto en la electrificación, cuidar las emisiones e integrar toda la tecnología posible en sus máquinas, a veces llegan oportunidades únicas e inolvidables como poder conducir un Lamborghini Countach y un Lamborghini Diablo por carreteras italianas.
Porque sí, a veces los sueños se cumplen. Creo que para cualquier persona apasionada del mundo del motor no hay mayor honor que poder sentarse al volante de dos modelos así, dos coches de leyenda dentro de la historia de Lamborghini y muchas sensaciones que palpar.
Además, no hablamos de un motor cualquiera, sino de un V12 que está en peligro de extinción, ya que a finales de este año junto con la última producción del Lamborghini Aventador Ultimae se dejará de producir. Esto señala la tendencia hacia la electrificación de la firma italiana.
Lamborghini Countach 25 aniversario
Por Cervia (un pueblo costero al este de Italia) y sus inmediaciones, concretamente por carreteras con paisajes de salinas, tuvimos la gran suerte de conducir el Lamborghini Countach. En este caso era una edición especial del 25 aniversario de 1988 y en color plata.
No os voy a mentir si digo que era la primera vez que conducía un coche clásico, "empiezas con el listón muy alto" decían desde la marca. Yo también lo pensé y me sentía muy afortunada, puesto que son situaciones que no ocurren todos los días y dudo que se vuelva a repetir.
Por poneros un poco en contexto, el Lamborghini Countach fue el siguiente modelo que se lanzó tras el Lamborghini Urraco, cuya producción fue entre los años 1974 y 1990. Como veréis, fue todo un éxito con 16 años de vida y ningún otro modelo (de los ahora históricos) le superó en ese sentido.
Durante esos años se hicieron diferentes versiones, desde una inicial con 375 CV hasta la más potente de 455 CV en 1988. Con motivo del 25 aniversario de la marca se decidió hacer una versión especial con el emblema situado en la parte izquierda de la trasera.
Como ya hemos dicho antes, es esta versión la que pudimos conducir. Un mundo nuevo y desconocido que requiere paciencia y aprendizaje para saber llevarlo bien. Sin embargo, gracias a uno de los técnicos de Lamborghini que hizo de mentor, no fue una tarea realmente complicada.
Acostumbrada a probar los modelos más actuales de cualquier marca, sean del segmento que sean, fue un gran contraste subirse al Lamborghini Countach.
Para empezar, las puertas son de tipo tijera (o de apertura vertical), un tipo de apertura que solo las incorporan los superdeportivos. El puesto de conducción (como era de esperar) está casi rozando el suelo, con un interior de cuero en un tono muy claro y estilo vintage. Su condición de coche deportivo le hace tener un asiento duro, que no busca satisfacer la comodidad del conductor, sino que solo se centra en ser un modelo prestacional y que corra mucho.
Una vez ajusto los reglajes del asiento y coloco los espejos retrovisores es hora de arrancar. El motor de 5,1 litros V12 que desarrolla 455 CV de potencia ruge al encenderse, ¡y ojo! cuidado con la posición de los pedales, no hay apenas separación entre ellos.
Al meter la primera marcha se nota un tacto duro del embrague, y lo más curioso es que esta posición es la segunda marcha para cualquier coche actual. Al avanzar los primeros metros a una velocidad muy moderada la dirección es realmente dura: ¡jamás había conducido un coche con una dirección así!
Es increíble apreciar cómo han ido evolucionando las mecánicas, las ayudas a la conducción y los diseños, y más cuando tu primer coche ya tiene toda clase de tecnologías que hacen más fácil la conducción. El Lamborghini Countach es un modelo que requiere de destreza y sabiduría al volante, no cualquiera puede llevarlo.
Para cambiar la marcha nuestro mentor nos indica que esperemos hasta las 4.000 revoluciones, es decir, que llevemos alegre el motor. Según va subiendo de vueltas aumenta el rugido, y es un poco cuestión de oído realizar el cambio. La palanca también tiene un tacto duro, pero con decisión y sin miedo logramos controlar la transmisión.
Lo más especial de todo este proceso son las sensaciones que se consiguen, porque es un coche auténtico, hay que dominarlo. La gran diferencia respecto a los más modernos es que estos van prácticamente solos, con una dirección muy suave, suspensiones que hacen que vayas flotando o sistemas de seguridad que te corrigen el volante si no estás centrado en el carril.
El último Lamborghini Diablo producido
Y por si fuera poco, también estaba a nuestra disposición un precioso Lamborghini Diablo VT 6.0 SE, otro modelo icónico de la marca que hereda los valores del Miura y del Countach. Además, concretamente, esta unidad fue el último de su promoción, el número 42 de una serie limitada.
En un color dorado, su aspecto es más actual, ancho y bajo, además de perder los faros escamoteables que ya estaban algo anticuados para empezar el nuevo milenio. Con una producción entre 1990 y 2001, hubo varias versiones de este deseado Lamborghini y se alcanzaron casi las 3.000 unidades. Pero en este caso hablamos del último de su estirpe, con un motor de 6.0 litros V12 con 550 CV, toda una bestia.
Si lo comparamos con el Countach, este es algo más refinado, menos rudo y algo más cómodo a la hora de conducir. Sin embargo, sigue el mismo patrón con cinco marchas y la de retroceso en la posición habitual de la primera marcha para cualquier coche de última generación.
La denominación VT viene de las palabras Viscous Traction, un sistema de tracción integral permanente y una cualidad que le dista respecto a su gran predecesor, además de ser el primer Lamborghini en incorporar ABS. Desde luego que el Diablo tenía (y tiene) todos los ingredientes para ser un súper coche que te sorprende en todos los aspectos, desde el comportamiento dinámico hasta su diseño.
Una vez estás dentro, el material que más destaca es la fibra de carbono, el cual desprende un brillo muy particular según la luz que incida. Es realmente interesante apreciar cada detalle del interior, una tarea que requiere de tiempo y agudeza visual, así como notar el tacto de cada superficie.
Tanto el Lamborghini Countach como el Lamborghini Diablo son dos auténticas piezas de arte, con unas líneas de diseño similares a naves espaciales y los precursores de los modelos actuales de la marca.
Son la ilusión de cualquier persona que busque auténticas sensaciones al volante, sabes que llevas una reliquia, con un valor incalculable, entre tus manos y pase el tiempo que pase siempre estarán de moda.
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