En cualquier historia para llegar al presente no hay que olvidar aquellos capítulos que tuvieron una especial importancia en el pasado. Cada uno de ellos en su menor o mayor medida han ido construyendo lo que conocemos hoy en día.
Un ejemplo perfecto de las palabras anteriores es la oportunidad de haber podido probar algunos de los modelos clásicos más emblemáticos de la firma francesa Citroën. Nuestra aventura ha tenido lugar en un sitio muy especial: el Conservatorio de Citroën ubicado en el extrarradio de París.
Este centro es un auténtico paraíso para los más aficionados de la marca, ya que albergan unos 600 coches desde que empezaron su producción en 1919 con el Citroën Type A. La exposición cuenta con 250 vehículos de todas las tipologías, propulsiones y colores, incluso modelos conceptuales que más tarde dieron vida a ciertos coches muy populares.
También se pueden encontrar automóviles de competición o vehículos impensables como el helicóptero Citroën o el último ejemplar fabricado del furgón Citroën Tipo H. Por tanto, se trata de la mayor colección a nivel mundial que tiene la entidad del doble chevrón.
Por otro lado, también dispone de la asociación La Aventura Citroën y de iniciativas como la Amicale Citroën Internacional, que sirven para unir a aficionados, clubes y coleccionistas. De esta manera, se pueden seguir celebrando eventos y salones dedicados a la pasión por el automóvil y Citroën.
Cómo es conducir un Citroën clásico
Como si nos hubiéramos metido en una máquina del tiempo, hemos tenido a nuestra disposición algunos de los modelos más conocidos de Citroën, esos que tuvieron un capítulo especial en la historia de la marca francesa. Hablamos de un Citroën C4 Traction Avant de 1956, Citroën 2 CV Spot de 1976, Citroën Mehári de 1979, Citroën CX GTI Turbo de 1989 y un Citroën C4 G de 1932.
Como podéis apreciar, algunos de ellos tienen más de 60 y llegan hasta los 90 años, y lo que más nos ha sorprendido es que pueden seguir funcionando como el primer día. Está claro que sus responsables los miman día a día y les cuidan con mucho aprecio, puesto que son verdaderas joyas.
Una explanada del propio recinto del Conservatorio ha sido el lugar elegido para desplegar esta vistosa flota llena de historia, cinco modelos (entre otros) que han permitido a Citroën consolidarse como la marca que es en la actualidad.
Para ir poco a poco, he escogido el Citroën CX GTI Turbo como primera toma de contacto, un coche de finales de los 80 que se "acerca bastante" a lo que puede ser un modelo moderno. Esta berlina deportiva integra un motor de 2,5 litros y 168 CV de potencia, toda una bestia con cambio manual que resulta bastante dócil a la hora de conducirlo.
No obstante, el CX GTI Turbo transmite ser un coche con ágil y rápido, con buen aplomo por la distancia entre sus ejes. Un escalón por encima (en cuanto a edades) se sitúa el célebre Citroën Mehári, una versión en verde caqui con un modesto motor de 28 CV.
La estructura de este coche era algo único y permitía absoluta libertad, un modelo con gran popularidad en entornos de playa que se podía descapotar o convertir en un pick-up. Para ponerme en el puesto del conductor abro una pequeña puerta y entrar requiere un ligero impulso, ya que la altura de la misma es considerable.
Uno de los aspectos que más me han sorprendido es la postura de la palanca de cambios, colocada de manera horizontal. Al principio puede descolocar este esquema del interior, pero un dibujo indica qué posición corresponde a cada marcha. En este sentido, cabe destacar que el primer recorrido es el movimiento de la segunda marcha en cualquier vehículo actual, es decir, hacia el piloto.
En marcha tengo que pensar con exactitud cuál es el siguiente gesto con la palanca, acompañado del embrague, el cual no me parece que esté excesivamente duro como otros coches clásicos. Otro punto llamativo es claramente el nivel de acabados, que si lo comparamos con un vehículo contemporáneo, es fácil apreciar la gran evolución que han tenido los automóviles a lo largo de la historia.
Ahora toca darle paso al Citroën 2 CV Spot, una edición limitada de la que solo se fabricaron 1.800 unidades. Esta versión del año 1976 tuvo como objetivo intentar rejuvenecer la imagen del mítico modelo francés, puesto que ya había otros coches en el mercado mucho más avanzados y frescos.
Lo mejor de este 2 CV es, sin duda, su diseño exterior en naranja, además de la capota del techo específica de esta variante. El interior de rayas crea un impacto visual muy simpático, y de nuevo volvemos a encontrar un esquema similar al que tiene el Citroën Mehári (por la palanca de cambios).
El volante de grandes dimensiones proporciona una dirección algo lenta y con un corto radio de giro. No obstante, en este tipo de coches no hay "peros" que valgan, son divertidos de conducir y punto. La emoción está asegurada.
El último modelo que pude probar fue el Citroën C4 Traction Avant de 1956, un coche bautizado así por tener tracción delantera. Solo por su estética exterior nos puede hacer creer que estamos en una película de época, con una estructura de acero y suspensión independiente en las cuatro ruedas.
Tras haber visitado las instalaciones del Conservatorio y conducir algunos de sus coches más queridos por la socidad, está claro que Citroën siempre ha sido una marca disruptiva y llena de creatividad desde sus inicios. Cada modelo ha tenido un papel destacado en estos más de cien años de trayectoria de la casa francesa.
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