Cuando se habla de movilidad eléctrica, uno de los aspectos que más preocupan a los usuarios es el de recorrer largas distancias. En este sentido, lo más habitual es pensar que cuanto mayor sea la batería, más autonomía tendrá el vehículo y, por tanto, mejor será la experiencia a bordo.
Según un informe elaborado por el Consejo Internacional de Transporte Limpio (ICCT), la autonomía media de los turismos de batería en Europa fue de 419 kilómetros en 2022, lo que refleja un aumento del 10% en dos años. Por otro lado, casi el 60% de los europeos ha expresado que una autonomía de conducción de 500 kilómetros es el mínimo que considerarían para comprar un vehículo eléctrico.
¿Hasta qué punto es cierto que la batería de los coches eléctricos es mejor cuanto más grande sea? Esta cuestión es la que se ha planteado Oliver Fernández, director de Movilidad Eléctrica de Repsol, gracias al documento mencionado.
Principales conclusiones
En el informe se ha realizado una simulación entre conductores urbanos, rurales y de larga distancia en el transcurso de un año, tomando como referencia el uso de un compacto eléctrico (parecido a un Volkswagen ID.3).
Asimismo, se han evaluado cuatro baterías de capacidades distintas (28, 58, 87 y 116 kWh), teniendo en cuenta el impacto sobre la masa del vehículo, el tipo de carga y el consumo de energía.
De esta manera y gracias al análisis llevado a cabo por el ICCT, Oliver Fernández ha extraído las siguientes conclusiones:
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Durante la mayor parte del año, una batería más grande no reduce significativamente el número de paradas de recarga para los conductores urbanos y rurales: las paradas de carga rápida solo son necesarias durante viajes de larga distancia que son menos del 2% de los realizados en un año.
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Aumentar la capacidad de la batería, por ejemplo doblar la autonomía de 250 a 500 kilómetros, significa aumentar el coste del vehículo entre un 15% y 23% .
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Al aumentar el tamaño de la batería, aumenta el peso del vehículo y, por tanto, el consumo se puede incrementar también entre un 9% y 10%.
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De igual forma ocurre con las emisiones de CO2. Un viajero urbano tiene un aumento de emisiones de 20% al duplicar el tamaño de la batería: los viajes más frecuentes y cortos de este usuario, requieren de una refrigeración o calefacción más frecuente del habitáculo y de la batería y, por tanto, aumenta el consumo energético.
Un gráfico del estudio refleja los datos recabados, donde se tiene en cuenta el consumo de energía, emisiones de CO2, costes para el propietario, número de paradas de carga por día durante un viaje de larga distancia por ocio y el número de cargas por día en un viaje habitual. Así se muestra:
En definitva, el informe indica que una batería de gran tamaño puede beneficiar mayoritariamente a los usuarios que realizan muchos viajes de larga distancia al año. El principal motivo es el número de paradas de carga, que se reduce en una por día, pero a costa de un 15% más de gasto económico.
Sin embargo, para los usuarios de entornos urbanos y rurales, una batería más grande tiene un coste considerablemente mayor que una más pequeña combinada con carga rápida. Además, tal y como se ha mencionado, los viajes de larga distancia representan menos del 2% en un año para este tipo de perfiles.