A la hora de circular por nuestras carreteras todos tenemos claro el significado de los diferentes colores del semáforo, que, tanto en España como en otros países como Japón o Estados Unidos, está conformado por los tres típicos: rojo, verde y ámbar (o amarillo). Inventados en el siglo XIX, ahora están a punto de cambiar para siempre, ya que pasarán a incorporar el color blanco, para tener así cuatro luces.

Los semáforos son necesarios para evitar que las intersecciones se conviertan en caóticos focos repletos de accidentes. Aunque nos acompañan desde los inicios de la circulación y siempre los habíamos conocido con tres colores, se implementará un color blanco que tiene relación directa con los vehículos autónomos.

Una propuesta desarrollada por un grupo de ingenieros de la Universidad de Carolina del Norte (Estados Unidos), que asegura que añadir un cuarto color puede ayudar a un mejor control de flujo de tráfico, está muy cerca de ser una realidad.

Un semáforo de cuatro colores. E.E.

La luz blanca es un periodo a través del cual los vehículos autónomos aprovecharán para procesar datos que les ayuden a regular mejor el tráfico en los cruces. Por tanto, su implementación lograría incrementar de forma significativa la eficiencia en el paso de los vehículos por las intersecciones y esto, al mismo tiempo, conseguiría ahorrar combustible.

En estos nuevos semáforos con cuatro luces, la luz roja continuará significando la necesidad de detenerse en el cruce; la verde permitirá continuar con la marcha; el ámbar, seguirá indicando que se debe detener el vehículo salvo que se esté tan cerca que detenerse de forma brusca pueda suponer un riesgo; y la luz blanca, que indicará a los vehículos no automatizados que sigan al coche que tienen delante.

Cuando muchos vehículos autónomos se aproximen al cruce en cuestión, la luz blanca se encenderá, y los conductores humanos que solo tienen que seguir a los vehículos que les preceden.

Flujo de tráfico para los vehículos autónomos

El mencionado estudio llevado a cabo por la Universidad Estatal de Carolina del Norte ha señalado que este sistema con cuatro luces en el semáforo permite reducir el tiempo de los desplazamientos entre un 3,2% y un 94,06%, dependiendo del volumen de coches autónomos que estén circulando por las carreteras.

Esta idea para poder controlar el flujo de tráfico a los vehículos autónomos es relativamente nueva y recibe el nombre de paradigma de control móvil, asegurando sus creadores de que es importante añadir el concepto de luz blanca en los semáforos para informar a los conductores humanos lo que está sucediendo, para que sepan lo que se supone que tienen que hacer una vez que se acercan a esa intersección.

Según las primeras pruebas llevadas a cabo en territorio estadounidense, se ha podido ver cómo los coches autónomos mejoran el flujo de tráfico, con independencia de la presencia de la fase blanco, además de que la fase blanca mejora aún más el tráfico.

No obstante, por el momento todo se trata de un estudio que está por ver si acaba siendo una realidad, por lo que no hay ninguna fecha establecida acerca de la fecha a partir de la cual podríamos tener que lidiar con esa cuarta luz en los semáforos.

Los semáforos inteligentes y sus ventajas

Más allá de la llegada de la luz blanca a los semáforos, conviene hablar de los semáforos inteligentes, que son aquellos que van un paso más allá de los convencionales y que, haciendo uso de las innovaciones tecnológicas, tienen la capacidad de tomar decisiones en tiempo real, lo que ayudará enormemente a la fluidez del tráfico y la propia seguridad del mismo.

Es una realidad que las circunstancias no son iguales a lo largo de toda la jornada, ya que cambian en función de si es de día o de noche, si se trata de una hora punta o valle, o según las circunstancias meteorológicas adversas, con unas necesidades del tráfico que cambian constantemente y en las que es necesario que los semáforos convencionales dejen paso a otros modelos más modernos y actuales.

Gracias a los semáforos inteligentes se pueden ajustar sus tiempos para evitar atascos, aglomeraciones y congestiones de tráfico. Los datos recabados para poder tomar estas decisiones llegan a estos sistemas a través de la información del entorno, vía cámaras y otros sensores, además de poder conectarse a las agencias locales de tráfico y recibir todos los datos de estas. Así, tienen la capacidad de adaptar su funcionamiento según el volumen de tráfico y la densidad de vehículos y peatones. En el futuro, de hecho, serán integrados en los sistemas inteligentes de transporte y tendrán incluso la posibilidad de comunicarse con los propios conductores.

Aunque pueda parecer que todo ello será parte de un futuro lejano, algunos de estos semáforos ya se encuentran en pruebas en Alemania, donde utilizan la inteligencia artificial, cámaras de alta precisión y sensores de radar para adaptar los flujos de tráfico, detectar la velocidad media de los usuarios e incluso los tiempos de espera. Se estima que con estos ajustes se puede llegar a reducir en un 15% el tiempo invertido por los conductores a la hora de realizar sus trayectos urbanos.

Por otro lado, hay modelos de semáforos que disponen de sensores de velocidad para tramos concretos, de forma que, si detectan que un conductor circula a demasiada velocidad, el resto de semáforos de ese tramo se pueden cerrar para evitar que ponga en riesgo su seguridad y la del resto de usuarios de la vía.