La prueba germana marca el comienzo de la segunda mitad del Mundial de Rallies, tal vez con un parón más pequeño que el de otros campeonatos internacionales como el de la Fórmula 1, sin embargo, la novena prueba del WRC nos marcaba un claro corte en el calendario: el comienzo de las citas sobre asfalto. Aunque no era la forma de partir la temporada 2016 más equitativa (teniendo en cuenta que este año había 14 pruebas, 13 tras la caída de China), la llegada del Rally de Alemania supone un corte con todo lo establecido hasta ahora en cuanto a competición.
Durante estos ocho meses que llevábamos de temporada desde el Rally de Monte-Carlo, Sébastien Ogier ha estado obligado a abrir pista en todos y cada uno de los rallies disputados hasta el momento. Mientras que en las dos citas invernales no le pasó demasiada factura e incluso se puede decir que le benefició salir primero a los tramos, la llegada de la tierra al Campeonato del Mundo le sacó por completo de las quinielas y ha sido gracias a su regularidad y a los pocos errores cometidos la verdadera razón por la que se ha mantenido al frente de la general.
Tras 27 semanas desde su último triunfo en la nieve (escasa) de Suecia, Ogier se veía favorecido por primera vez abriendo pista, algo que aprovechaba a la perfección en un nuevo rally sin errores, en el que sus mayores rivales fueron su propio compañero de equipo Andreas Mikkelsen y los dos Hyundai del equipo oficial. Para entonces Jari-Matti Latvala ya había claudicado, o mejor dicho su caja de cambios ya había dicho basta cuando no se llevaba disputado ni tan siquiera un tramo de la prueba.
El galo, tres veces Campeón del Mundo y camino de su cuarto entorchado intercontinental decidió atacar donde a él más le gusta, donde a otros más les duele: en los tramos largos. Allí, el piloto nacido en Gap destapa el tarro de las esencias y es capaz de mantener su ritmo más alto desde el primero hasta el último de los kilómetros cronometrados. Es allí, en el temido Panzerplatte y sus casi interminables 40 km en los que se probaban los tanques, donde ‘Seb’ engordó su ventaja por encima de los 20 segundos, poniendo una brecha lo suficientemente grande como para contemporizar la etapa y media que quedaba por delante. No sólo eso, si Mikkelsen tenía alguna intención de plantar cara al francés con su mismo coche, esta quedó apagada al acercarse los Hyundai i20 WRC a la segunda posición que ocupaba el escandinavo.
En esos momentos la batalla se centró en saber qué dos acompañarían a Ogier en el podio en Trier. Dani Sordo atacaba nada más comenzar la última y definitiva jornada. El español, especialista sobre esta superficie debido a su forma de pilotar (especialmente de frenar) regresaba al Mundial tras no poder estar en Finlandia por una fractura en una de sus vertebras. La inactividad no se apreciaba demasiado en su ritmo y pronto tomaba ventaja sobre Thierry Neuville. Juntos, los dos pilotos de Hyundai dejaban fuera del podio a Mikkelsen, manteniendo un duelo similar al que ya tuvieron en este mismo terreno en 2013 por la victoria. Una única décima separaba al cántabro del belga, dándole la segunda plaza 10 años después de su debut aquí, con idénticleo resultado.
En una prueba con muchas bajas antes y durante el rally, las posiciones quedaron rápidamente definidas. El recorrido de Alemania con muchas trampas, diferentes tipos de asfalto, así como posibilidades de meteorología adversa (incluso siendo en verano) y elementos externos como los hinkelsteins, piedras de gran tamaño que delimitan las pistas militares, son un caldo de cultivo para las fuertes salidas de pista. En este caso fue Stéphane Lefebvre el que lo experimentó en sus carnes en la que era su segunda vez en el Rally de Alemania al volante de WRC de la categoría absoluta. La salida de pista del joven francés a unos 166 km/h y el posterior choque contra un árbol enviaba tanto a él como a su copiloto, Gabin Moreau al hospital con lesiones internas y fracturas de diversa consideración que afortunadamente no han puesto en peligro sus vidas.
Hayden Paddon sería quinto, a pesar de que el asfalto sigue sin ser la superficie preferida para el neozelandés, una de las revelaciones de estas dos últimas temporadas. Mads Ostberg tenía el dudoso honor de ser el último World Rally Car clasificado, sexto, con una clara estrategia de lo que se conoce como ‘nadar y guardar la ropa’ y justo por delante de los Skoda Fabia R5 oficiales. En el WRC2 era Esapekka Lappi el ganador, precisamente con una de las unidades de la firma checa. El finlandés, parece ser el próximo integrante de la larga tradición de flying finns y por ello ya ha despertado el interés de varios equipos oficiales, entre ellos, la propia Toyota. Simone Tempestini seguiría con su temporada impoluta y se llevaba el triunfo entre los participantes en WRC3 y JWRC.