La de 2017 era la décima participación de Carlos Sainz en el Dakar. El madrileño decidía en 2006 competir por primera vez en el rally-raid más duro e icónico del planeta, y con ello, aceptaba todos y cada uno de los retos que implica la participación en la cita, antes sobre suelo africano, ahora en Sudamérica. Una disciplina completamente distinta, en la que la navegación cobraba una importancia capital más allá de la rapidez en un tramo de 30 kilómetros.
Cada día en el Dakar se traduce en tantos kilómetros contra el crono como los que se disputan en cada fin de semana de rallye en el WRC. Vatanen, Kankkunen, el propio Colin McRae y otros muchos pilotos venidos del Mundial probaron suerte en el Dakar. No todos ellos tuvieron éxito. Carlos Sainz llegó al rally-raid africano en 2006 y en su edición como debutante ya dejó una buena muestra de su objetivo logrando hasta cuatro victorias de etapa con la primera versión del Volkswagen Race Touareg.
Aquel año, unas dunas lo pararon y le hicieron perder media hora, terminando undécimo la carrera, pero quitándose la espina sólo unos meses después, cuando el piloto madrileño se imponía en la Copa del Mundo FIA de Rallies todo Terreno en un programa con el que Volkswagen buscaba formar al bicampeón del WRC en esta nueva etapa. Un año más tarde, en el último Dakar africano, Sainz se volvía a quedar atascado en las dunas, algo que sumado a problemas mecánicos le hacían terminar noveno y prometiendo revancha para una edición 2008 que finalmente no se llegó a disputar.
La llegada de la carrera a Sudamérica obligó a todos a endurecer el ritmo. Los últimos años en el continente negro ya se había rodado muy rápido, sin embargo, con su traslado al otro lado del charco, los pilotos debían emplearse más a fondo al haber de por medio también días con pistas muy rápidas y técnicas. Los dakarianos se debían aclimatar también a esta nueva etapa, y el primero en hacerlo era Giniel de Villiers, ganador del Dakar 2009 en lo que fue el inicio de la etapa triunfal de Volkswagen que duraría otros dos años más.
Aquella será posiblemente una de las espinas que más clavadas le han quedado a Sainz de su etapa en el Dakar. El madrileño era líder con 27 minutos de ventaja a falta de tres días. Un peligro en forma de pequeño barranco no indicado en el RoadBook le costó la victoria, dejándosela en bandeja a Giniel. Carlos quería seguir una vez que el Touareg estaba con las cuatro ruedas sobre la tierra, pero una fractura de clavícula de su copiloto, Michel Perin, le obligaba a volverse a Madrid antes de tiempo y con un sabor amargo.
Amargor que cambiaba a dulce victoria sólo un año después. En 2010 Sainz conseguía lo que había perseguido durante el último lustro. Junto a Lucas Cruz levantaba al cielo de Buenos Aires el tuareg dorado que lo acreditaba como ganador del Dakar. Su rival de aquel año, Nasser Al-Attiyah también lo sería doce meses después, con un intenso duelo fratricida entre los dos pilotos Volkswagen que mantuvo a todos pegados al televisor hasta que un problema de navegación y la rotura de la suspensión apartaran de la batalla al español, finalizando tercero, la última vez que Sainz vio la meta de la carrera haciendo buenas sus declaraciones de que iba a la carrera más dura del planeta a ganar, no a sumar podios.
Esa era la despedida del fabricante de Wolfsburgo, algo que obligaría a Sainz a tomarse un año sabático al no encontrar una montura competitiva con la que luchar por el triunfo, regresando el 2013 con un proyecto completamente distinto, confiando en la filosofía buggy y formando parte de la estructura de uno de sus mayores rivales, Nasser Al-Attiyah. Los vehículos, construidos por Jefferies Racing no eran del todo fiables, sin embargo, sí permitieron a Sainz comprobar las ventajas reglamentarias con las que contaban los 4x2 y encabezar su propio equipo con SMG. Dos proyectos privados, dos abandonos, uno por avería y el segundo, en 2014, por un accidente cuando se había desviado de la ruta para repostar gasolina.
El fichaje por Peugeot Sport era de nuevo el regreso a un proyecto con apoyo de fábrica. Los galos, encabezados por Bruno Famin, apostaban por Sainz para desarrollar un novedoso 4x2, la primera marca que se decidía por este tipo de coches, aunque no fue hasta 2016, ya con el 2008 DKR16, que el equipo estuvo en disposición de luchar por las victorias etapa y por el triunfo final. Las tres participaciones con Peugeot terminarían antes de tiempo, con una avería en la caja de cambios y dos vuelcos. El de 2015 (el propio equipo reconoció que la primera versión tenía por diseño una clara tendencia a volcar) y el del pasado jueves.
A su ya superado medio siglo de edad, Sainz sigue demostrando ser capaz de pelear con los actuales gallos de la disciplina, incluso con sus mismas armas, tal y como ocurre con sus compañeros del ‘Dream Team’ formado por la firma del león. Habrá que esperar unos meses a ver cuál es la decisión del uno de los pilotos españoles más exitosos del automovilismo.