En días como hoy conviene seguir a la prensa estadounidense. Cierto, no dejamos de hablar de un piloto de F1 que con permiso de su equipo de F1 decide hacer las Américas. Pero gran parte del acuerdo para que Fernando Alonso y McLaren estén presentes en las 500 Millas de Indianápolis parece haberse fraguado del otro lado del charco. En concreto, el medio que tiene más información al respecto es la revista americana RACER.
Según ellos, no hubo ni negociación. Zak Brown, actual máximo dirigente de McLaren, y Mark Miles, presidente de la compañía que gestiona la IndyCar Series, se conocían desde hace años. El primero indagó por si quedaban motores Honda libres para Indianápolis (dado que la parrilla se amplía para las 500 Millas pero los fabricantes tienen un número de propulsores disponibles limitado).
Y aunque en principio no lo había, un acto generoso ha permitido que finalmente veamos a Fernando Alonso y McLaren en la Indy 500. Stefan Wilson, hermano pequeño del fallecido Justin Wilson, debía correr la gran carrera con Andretti Autosport. Su esposa trabajara para el circuito de Indianápolis. Y Miles le pidió personalmente que renunciara a su asiento este año a cambio de que la IndyCar apoye su programa para la temporada 2018. El trato estaba hecho.
¿Pero por qué se lanzan Alonso y McLaren en esta aventura? Hace una década que el asturiano deja caer su interés por Le Mans e Indianápolis. Y una vez queda claro que su palmarés en F1 se va a quedar lejos de su talento e impronta reales en la especialidad, aspirar a la Triple Corona puede ser el broche de oro a su carrera. Sólo Graham Hill ganó en Mónaco, Indianápolis y Le Mans, además de conquistar el Mundial de F1. Y pilotos como Mario Andretti, Jim Clark, Jacques Villeneuve o Juan Pablo Montoya se han acercado sin éxito.
Además para McLaren y Honda es una oportunidad clara de mejorar su imagen y llamar la atención a patrocinadores del otro lado del Atlántico. Honda tiene un motor competitivo en IndyCar, pero este certamen por desgracia no cuenta con la relevancia que tenía a mediados de los noventa. Llevar parte de la F1 a EEUU es una operación de marketing redonda, que además contentará a un Fernando Alonso excesivamente crítico con el motorista nipón ante los medios. Y aunque salga mal, aunque la temporada 2017 de F1 sea un desastre, siempre podrán argumentar que intentaron hacer historia.
Para la IndyCar también es importante esta operación. Quizá no aumente tanto las audiencias del campeonato o las 500 Millas de Indianápolis, pues no hay que perder de vista que Fernando Alonso o la Fórmula 1 no son tan populares en Estados Unidos. Pero sí dota de prestigio a su prueba estrella y la coloca en el mapa automovilístico mundial en una etapa clave. En 2018 cambiará de chasis, se encuentra en búsqueda de motoristas que acompañen a Chevrolet y Honda y no haría ascos a un posible comprador.
Además no quieren que Fernando Alonso simplemente figure. El certamen norteamericano está dispuesto a organizar un test especial para McLaren, con el fin de que el asturiano se aclimate al óvalo, afortunadamente uno de los que menos dificultades proponen a los novatos (que se lo digan a Alexander Rossi, último vencedor). Igualmente está previsto que vuele nada más acabar el GP de España de F1 para así tomar parte en las dos semanas de entrenamientos previos. Le faltará experiencia en gestión del tráfico, pero no kilómetros en el óvalo del Indianapolis Motor Speedway o conocimientos de gestión del carburante, tan importante en la F1 actual.
Incluso para la Fórmula 1 no es una jugada tan mala. Frente a los recelos que despertó la participación y victoria de Nico Hülkenberg en las 24 Horas de Le Mans 2015 y los intentos de Bernie Ecclestone por boicotear la prueba gala haciendo coincidir fechas en el calendario, Liberty Media está dispuesta a ser más abierta. Permitir que uno de sus pilotos estrella abra mercado en su país de origen, Estados Unidos, no les hará perder nada.
Queda claro que nadie sale perdiendo. Sí, en Mónaco se echará de menos a Fernando Alonso. Pero el premio gordo es muy suculento para todas las partes involucradas.