Carmen Maura a Olivia Molina
Hace unos meses, las dos coincidieron en una ópera. “Una con mucho follón”, dice Carmen Maura. Olivia Molina estaba sentada con su madre y sus largas cabelleras en la fila de delante. “Yo le digo siempre que se corte el pelo”, apunta Carmen Maura. “Entonces me acerqué por detrás y le dije al oído ‘que voy a ser tu madre’”. Ángela Molina se giró y me dijo ‘eso ya veremos’”.
Todo muy de ópera. Olivia supo así, entre dos madres, que se había cerrado el casting definitivo para su nueva película, 'Mi otro Jon'. Un reparto en el que aparecen muchos rostros inesperados, incluyendo los de Ana Obregón o Mariano Rajoy.
Hoy Carmen Maura (Madrid, 1945) y Olivia Molina (Ibiza, 1980) coinciden en la redacción de EL ESPAÑOL para esta sesión de fotos y entrevista con Magas: dos generaciones de actrices en una conversación histórica. Carmen es alegre como un cascabel, que va sonando por donde pasa. Nunca revisa las escenas que graba ni las fotos que le hacen. “Si le valen al director”, exclama, “¡pues una menos! Lo que no me gustan son las comidas de coco para ser actriz. No soy muy partidaria de darle demasiadas vueltas porque te puedes volver loca”.
Olivia es reflexiva, revisa los avances y pregunta. Confiesa que suele llevarse incluso la hoja del texto al rodaje. “Yo, como vea a un actor que lleve la hoja al plató… ¡me pongo!”, le dice Maura. “Es que a mí me da seguridad llevar los apuntes”, responde Molina. “Mira, ella es una actriz estupenda y tiene mucha generosidad de por sí. Por ejemplo, cómo aguantaba a los niños fuera del set. Era de medalla. Pero en esta profesión hay que pasar un poquito de todo”, dice Maura.
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El ángel de la guarda
En la nueva película que ambas protagonizan como madre e hija, dirigida por Paco Arango y completamente benéfica, los temas de la muerte y la pérdida son centrales. Maura es una mujer con cáncer que quiere cumplir su sueño de ver el mar antes de morir y que tiene personas especiales de las que despedirse. Molina es su hija, que va a intentar que eso sea posible.
“Existe mucho miedo a hablar de la muerte”, dice Olivia Molina, “sigue siendo un tema tabú”. Para Maura, es un tema cada vez menos atemorizante. “A mí, cada vez me da menos miedo la muerte y me importa menos ser mayor. Porque no me gusta el ambiente que hay en el mundo".
"Hay gente que está muy mal en todas partes, por eso no me importa ser mayor, porque no veo un futuro divertido para nada. Eso sí, cuando veo a mi nieta contenta con su carrera, que está estudiando periodismo, me encanta pensar en un buen futuro. Me ha encantado, por cierto, pasar por vuestra sala de la redacción llena de periodistas jóvenes. Me encantan, tan serios”.
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Olivia Molina, que se está formando como terapeuta (“estudio terapia Gestalt, tiene herramientas muy útiles para el autoconocimiento y la salud mental”) se pregunta a menudo sobre el futuro, y se preocupa especialmente por sus dos hijos: “Sobre el mundo que van a heredar, sobre los conflictos que vienen. Qué herramientas les podemos dar para que sean capaces de estar lo mejor posible en un mundo así”. Maura recuerda la importancia de jugar: “Antes nos reíamos en grupo y hacíamos cosas juntos, ahora me da miedo cuando veo un grupo de personas y están todas con la tecla”. Entonces, comienza un diálogo delirante.
Carmen Maura: Olivia, lo que es importantísimo es el ángel de la guarda, que te facilita todo.
Olivia Molina: ¿Te refieres a una manera de vivir, a un camino de vida?
C.M.: No, me refiero al ángel de la guarda. Como no le des importancia, no actúa.
O.M.: ¿En serio?
C.M.: Yo le hago propaganda. Al ángel de la guarda también le gusta que le hagas un poco de propaganda de vez en cuando.
O.M.: ¿Te refieres a Dios? ¿A la espiritualidad?
C.M.: No, no, no es Dios; Dios está superocupado. Esto un ángel que te protege. Un ángel.
O.M.:¿Una fe, una intuición?
C.M.: No, un ángel de la guarda. Yo no le pido las cosas directamente a Dios. Es mejor a través del ángel de la guarda, y es evidente que me protege, es que lo he visto.
O.M.: ¿Por ejemplo?
C.M.: Mira, mi decisión de no tener agente, estuve veinte años llevando mi carrera yo sola, bueno, entre él y yo.
Maura, única
Cuando Olivia Molina se levanta para chequear sus fotografías con Esteban Palazuelos, Carmen Maura baja el tono y habla con complicidad. “Parece que no me hace caso, pero un poquitín sí que me hace. Me he pasado toda la película diciéndole lo guapa y lo buena actriz que es. Estoy deseando que llegue un director y le diga ‘córtate el pelo’. Que no pasa nada, que el pelo crece. Y ella tiene un pelo maravilloso, y si yo tuviera ese cuello”, sentencia Maura.
“En toda mi vida de actriz, nunca he dicho ‘quiero hacer otra toma’. Nunca de nunca. Si vale, me la borro de la lista”, explica irónicamente. “Incluso cuando se estrena una peli mía, la veo una vez y no más veces. Cuando no hay más remedio que estar en la sala, me pongo tapones. Se lo conté a Penélope (Cruz) y no se lo creía hasta que me vio hacerlo".
"Yo llego haciendo el papel de actriz que entra a su estreno, muy sonriente. Y cuando empieza la película, me quito lo que me duela, los tacones y los pendientes, y me pongo tapones y me quedo relajada toda la película. Y cuando oigo que vuelven, me recompongo y sonrío. No sabes lo sano que es. A veces me quedo dormida, porque tengo facilidad, pero sobre todo hago relajación y por eso al terminar estoy estupenda, cuando se encienden las luces”.
No se imaginaba que su vida sería tan extraordinaria, con un reconocimiento internacional apabullante. “Ay no. Cuando era pequeña, yo empecé a hacer funciones con mis amigas, con menos de diez años. Porque a mí lo que me gustaba mucho era hacer funciones, hacer de fulanita o menganita, ser tal o cual, pero nunca pensé en ser profesional. Luego ya llegó un momento en que lo decidí; en esa época la situación de la mujer era muy diferente, en fin, un dramón".
"Me alegro de haberme decidido, porque si no, probablemente, estaría un poco loca. Fíjate, yo nunca me he hecho psicoterapia y nunca he tomado pastillas para la ansiedad, y con las cosas que me han pasado en mi vida personal… es que esta profesión, si te la tomas en serio, tú misma empiezas a saber mucho de lo que son los sentimientos y la cabeza. Lo mismo tienes que ser una asesina que una mujer muy buena y para eso tienes que analizarte… creo que me ha servido como terapia”.
“Lo de ser competitiva en esta profesión no va bien”, continúa, “es mejor estar tranquila. Yo nunca quise llegar a ningún lado. Todo fue llegando como de sorpresa. En mis principios me decían ‘¿cómo te metes ahí?’. En mi familia no había ningún ambiente para ser actriz. Solo les empecé a gustar cuando llegué a salir en la tele y a ganar dinero de verdad. Pero con Pedro y aquel grupo que encontré, era un mundo de libertad en el que todos iban como les daba la gana".
"Alaska venía así vestida de la calle, y yo le preguntaba ‘¿y por qué llevas las medias rotas?’, y me decía ‘porque no tengo otras’. Me acuerdo mucho de esa contestación suya. Era una niña de quince años listísima, que tenía un sentido de la libertad maravilloso. Somos muy amigas, porque creo que es la niña más lista que he visto en mi vida. Ella tenía claro que quería salir en la revista Hola, que no quería tener hijos, esas dos cosas muy claras”.
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¿Se imaginaba al terminar de rodar alguna escena que pasaría a la historia del cine?
Qué va, porque nunca pienso en cómo ha salido nada. Mira la escena mítica de regarme. Eso no se lo imaginaba ni yo, ni nadie de los que estábamos allí. El día anterior me dice Pedro ‘te voy a quitar el monólogo y lo que vamos a hacer es que te vamos a regar en la calle’. Y yo encantada.
Así que fuimos de noche, de prisa y corriendo, y de repente no se le ocurre otra cosa que me regara uno de verdad, de la calle. Y nadie había probado la fuerza con la que salía esa agua. Hacemos una y ya está: me regaron y fui al suelo directamente. Pelo, maquillaje y vestuario, todo fuera. Todos tronchados de la risa, y yo furiosa.
Así que esa escena se rodó después de ir a un bar a vestirme de nuevo: me peinan y me maquillan y ya con la manguera, Pedro diciéndome ‘ay qué gusto’ y yo repetía ‘ay qué gusto’. Y Pedro decía ‘riégueme’ y yo repetía ‘riégueme, riégueme’. En el doblaje se dijo así. La cámara es maravillosa, y cuando hay talento, hay talento.
O cuando estábamos haciendo el bacalao al pil-pil, Alaska y yo teníamos una conversación grandísima en Pepi, Luci y Bom y Pedro llegó por la mañana y nos dio un folio entero nuevo. Eso fue una escuela, para mí, fantástica.
Esas escenas se han hecho famosas en el mundo entero…
¿Tú te das cuenta? Esa película no se podría hacer hoy. Para que luego hablen de la libertad. Echo de menos la libertad que teníamos.
En su carrera, siempre tuvo críticas, desde un principio. Pero no le importaron demasiado...
Cuando hice televisión, mis amigas me decían ‘estás loca, te vas a cargar tu carrera’, y ahora yo digo, ‘qué carrera, si no tenía ninguna carrera’. A mí me decían ‘estás loca’, por trabajar con Almodóvar. A mí, mi carrera, entre comillas, no me ha importado nunca un bledo.
No es una cosa real, eso de la ‘carrera’, yo aconsejo siempre no planificar ni desear cosas que todavía no han llegado, porque eso te hace daño. Incluso ahora, imagínate, que voy a rodar la siguiente película, la más difícil de toda mi carrera.
¿Cómo se convirtió en un icono de la movida?
Yo conozco a Pedro en el Teatro Barceló, que él hacía solo una frase. Era la primera vez que yo hacía una función seria, y Pedro hacía el papel de uno que entraba en un momento con una pistola y luego se iba. La verdad es que como actor… pero venía a mi camerino, en seguida me hice amiga de él y era mi compinche, porque desde el principio me escuchaba, y decía que le encantaba cómo decía yo las cosas.
¡Me acompañaba a casa contándome argumentos! Y yo le decía por ejemplo ‘cuéntame la historia de una chica que le pasa tal y cual’ y entonces los dos, andando hasta General Pardiñas que era donde yo vivía, él se inventaba toda una historia para mí y me la iba contando. Me partía de la risa. Me parecía superlisto, desde que hice un corto con él.
Yo era una entrevistadora cleptómana que entrevistaba a una invidente. Era una gente que no tenía nada que ver con mi educación. Yo le decía a veces ‘Pedro, esto es muy fuerte’. O ‘Pedro, las mujeres no decimos ‘conejito’’. Y a él le daba igual. A mí, como me lo estaba pasando bien y lo normal me hacía mucho sufrir, prefería ese mundo.
Yo tenía el drama familiar, que me estaban quitando a los niños y todo eso, y encontré a este grupo, que tenían un sentido de libertad increíble, decían lo que les daba la gana… iban vestidos como les daba la gana. Yo era la más mayor y la única que tenía hijos, pero en seguida me incrusté. Me encontraban como parte de la Movida, y yo que era lo más alejado de aquello, pero es verdad que tenía un sentido de la libertad personal muy grande. Y siempre he sabido ver dónde hay talento. Eso siempre.
¿Qué actrices le gustan?
Hay muchas que están muy bien. De las importantes extranjeras, por ejemplo, Meryl Streep, además que sé yo que le gusto a ellas. Ellas me conocen. La última interpretación que he visto absolutamente maravillosa es la de Úrsula Corberó en “El Cuerpo en Llamas”. Ella está inenarrable. ¡Lo hace de bien!
¿Le impone a las demás actrices trabajar con usted?
Hay veces que llego a un rodaje y me encuentro a gente que está apurada, pero eso se lo quito en la primera media hora. Mis masterclass tienen mucho éxito, se ríen, lloran, en seguida le quito importancia a todo. Con Malena Alterio, en una película que se titulaba El Palo, en la que se paseaba Maribel Verdú con un carrito de niño vacío, Malena estaba nerviosa, pero luego está genial y no se nota nada, ¡le di un discurso! A veces te llegan como si fueras a subir una montaña sin el bocadillo, y no, en una película te dan todo, y se repite si no les gusta.
¿Cómo analiza el éxito de Penélope Cruz?
Cuando he trabajado con ella siempre ha estado muy bien. Es muy buena actriz y Penélope desde el principio lo tenía muy claro. Hay que tener gana. Yo me acuerdo de la primera llegada de Antonio Banderas a Los Ángeles, que íbamos todos juntos porque íbamos con Mujeres al borde de un ataque de nervios. En cuanto llegamos yo odié ese sitio. Solo era cine, cine y cine. Salí del hotel y no podía pasear porque las calles estaban vacías y todo eran coches. No me gustó nada.
Antonio, en cambio, feliz. Nos dieron un coche descapotable, y se peinó hacia atrás y me dijo ‘esto es lo mío, Carmen’. Eso es importantísimo, porque él llegó y no sabía inglés. Es muy listo y muy buen actor, pero hay que querer. Yo nunca tuve la ambición de los americanos.
Sin embargo, los americanos la adoran...
Sí, pero no es porque yo les haya pedido nada. En esta profesión no debes tener demasiados sitios a los que llegar, porque si no sale te pones tristísimo. Nunca sabes lo que va a pasar con una película. Fíjate que yo he estado veinte años sin representante. Solo estábamos Resines y yo sin representante. A él porque le encanta ahorrar (se ríe). Es el hombre con el que he estado más veces en la cama, porque siempre nos tocaba juntos en las películas y me lo he pasado trabajando con él increíble.
¿Le gustaba negociar a usted sus propios contratos?
Cuando era pequeña me encantaba jugar con mis hermanos al póquer. Yo hubiera sido una buena mujer de negocios. Yo llegaba allí y decía ‘quiero ganar esto’ y todo lo que era, cómo iba ser el cartel, qué posición iba a tener, yo decía ‘eso a juicio del director, me da igual’.
Me fue muy bien porque nunca tuve un problema con un productor, nunca nadie me hizo ninguna faena ni me dejó de pagar. Yo solita negocié con General Foods cuando hice aquel anuncio del café, que era ‘tacita, tacita’, me lo propusieron y me fui a ver a los americanos.
El día que llegué había una mesa entera llena de señores con traje, todo tíos y yo llegué sola, sin abogado. Se llevaron un chasco. Se les bajó el ataque. Me dieron un contrato enorme, y dije ‘no voy a leerlo ahora, pero vamos, que si llegamos al acuerdo, hago lo que me digan’. El tío se quedó encantado. No me dijeron que no a nada.
¿Y su relación con la prensa?
Alguna putadilla me han hecho, pero en general, me quieren.
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Olivia, sobre la fama y su saga
Sobre la fama, Maura le recomienda a Olivia Molina “tomárselo con mucha calma y no creerse nunca nada. Un día eres la más y otro día eres la menos y da igual, tú estás ahí, con tu trabajo y cuando te dicen ‘vaya mierda que has hecho’ tienes que decir ‘pues sí, no estuve bien, ¿y qué?’. Luego siempre se recuerdan cosas maravillosas que has hecho. Quedarse parada esperando el papel de tu vida es muy duro. Yo soy partidaria de hacerlo todo”.
Para Olivia Molina, “la fama está intrínsecamente a mi forma de haber crecido. Yo salgo en las revistas desde que nací. Entonces, ¿qué es para mí la fama? Algo que me ha acompañado desde siempre, he aprendido a vivir con ello y ¡he estado muy peleada con la fama por etapas en mi vida!
No sabía donde estaba la barrera, qué podía guardar para mí, qué tenía que dar por haber nacido en una familia conocida… en edades en las que te sientes interpelada con la imagen que das, esa pregunta sobre la identidad es tremenda porque tú te estás haciendo y hay mucha gente escribiendo sobre ti, era muy neurótico y complicado”.
Para ella, “la moda es un vehículo de expresión y, en relación con mi oficio, me parece muy interesante para crear personajes a través del vestuario. El resto lo utilizo también y es parte de mi oficio en la alfombra roja, y también hay una industria a la que acudo cuando necesito. Pero en mi día a día voy más todoterreno. Tengo dos hijos y poco tiempo”.
Acaba de llegar de Barcelona, donde ha estado seis meses rodando una nueva serie. “Conciliar familia y trabajo ha sido un trabajo de equipo entre mi familia y yo, de una precisión espectacular. Agradecida de poder seguir trabajando y criando. Es una serie para una plataforma, he tenido un equipo muy profesional y ya estoy aquí, sin tregua ninguna, para la promoción de 'Mi otro Jon'. Esta película totalmente benéfica, algo que no había vivido nunca, es único”.
Su personaje tiene mucha inteligencia emocional, sabe lo que necesitan los demás...
Me alegra que percibas eso, creo que el rol de Rocío era este, ser el vehículo a través del cual se hace posible la fantasía de su madre, atreverse a vivir en el cuerpo de otra persona, atreverse a vivir sus últimos momentos. Esta cosa de la eternidad, de sentirte parte de algo que te va a sobrepasar y que es eterno.
Ella es la que hace avanzar la historia. Es una mujer muy ocupada, con mucha prisa y ruido y, de repente, recibe una noticia que la pone en contacto con su vulnerabilidad, y que cambia el orden de prioridades.
¿Cómo lleva la intermitencia de su profesión?
Lo he visto a mi alrededor desde siempre. No conozco otra manera de vivir, mi madre y mi padre nos han criado así, también la generación anterior, con lo cual imagínate el bagaje que tengo y yo misma lo he elegido para mi familia. No deja de sorprenderme y resultarme complicada la intermitencia, siempre partir de cero, no poder dar nada por sentado, más desde que soy madre. Hay veces que no tengo trabajo y me pregunto si sonará el teléfono; la edad, ser mujer, todo afecta, y yo que me angustio fácil, tengo que trabajar mucho para poder sostener y tener anclajes internos que no dependan de lo externo con otros proyectos.
¿Ha sido su madre un rol model para usted?
Mi madre lo ha hecho a su manera, ella tiene sus recursos, herramientas y camino, es otra generación, son otras problemáticas, otra sociedad... era un momento diferente. Nosotras estamos en otro sitio. Yo he hecho muy poco cine, sobre todo he hecho televisión. Somos actrices distintas de mundos diferentes y nos podemos comunicar desde ahí.
Ella es una mujer muy curiosa y muy despierta y compartimos muchas visiones.
¿Cuáles?
Estudio terapia Gestalt, herramientas muy útiles para el autoconocimiento y la salud mental. He sido afortunada de poder tener un acompañante terapéutico gestáltico, y me interesó y vi muchas similitudes con el teatro y mi profesión, un espacio que para mí es un lugar de referencia, donde puedo arriesgar más y salir de zonas de confort. Estoy en ello, formándome desde hace tres años, y para mí será hermoso poder juntar ambos mundos.
Dos generaciones de actrices
En conversación final, Maura y Molina coinciden en su amor a la interpretación. “Hay que hacerlo todo igual, con la misma importancia”, dice Maura.
Olivia Molina: ¿Un presente absoluto?
Carmen Maura: Me refiero a que, aunque sea un café-teatro, y yo he hecho muchísimo con cuatro gatos, hay que hacerlo como si fuera el Teatro Español viéndote el Rey.
O.M.: Es decir, que todo está en lo que una ponga de sí misma en cada trabajo.
C.M.: Yo lo he pensado siempre, por eso he hecho tantas cosas impresentables, porque hay que trabajar. Aprendes con lo malo, con lo bueno y con lo demás.
O.M.: No voy tan desencaminada, si lo dice Carmen Maura...
C.M: Tu madre por ejemplo es muy libre y hace lo que le da la gana. Ángela Molina hace desde siempre lo que le da la gana y todo el mundo la deja. Hay una película reciente de ella que recomiendo siempre, en la que está genial, Carne de Neón, con Mario Casas.
O.M.:Es buenísima...
C.M: Lo que encuentro es que para ser actriz, hay que tener verdadera gana, porque es muy injusto. Cuenta muchísimo la suerte. Tener un ángel de la guarda que te ponga en los sitios en los que tienes que estar en el momento bueno. Es muy dependiente de eso, de la suerte. Así como en la vida personal yo he metido la pata muchísimo, en la profesión de actriz he tenido siempre a ese ángel. Y luego, hay que hacer lo que te dé la gana. Todas mis amigas de esa época, todas, Marisa, Julieta, todas me decían “no te das cuenta, te vas a cargar tu carrera”, y yo es que como lo de la carrera nunca lo he entendido, bueno, es que no existe…