Marta, víctima de violencia obstétrica.

Marta, víctima de violencia obstétrica. Imagen cedida por Marta.

Mujer

El parto de la enfermera Marta que acabó en pesadilla: “En el quirófano me destrozaron”

Ha presentado una denuncia al considerar que sufrió 'violencia obstétrica'. Trabaja en un hospital y sabe de lo que habla. Así son las secuelas que sufre.

21 marzo, 2024 01:53

"Tú no te preocupes que te lo vamos a sacar". Con esta frase empezó el peor día de la vida de Marta, nombre ficticio para una madre primeriza de 35 años cuyo parto se convirtió en una pesadilla.

Fue víctima de violencia obstétrica, definida por las OMS como aquella que sufren las mujeres durante el embarazo o el parto al recibir un maltrato físico, humillación y abuso verbal, o procedimientos médicos coercitivos o no consentidos. También incluye en las acciones de este tipo de violencia la no obtención de un consentimiento informado, la negativa a administrar medicamentos para el dolor, un descuido de la atención o violaciones graves de la intimidad.

Habla Marta, enfermera de profesión: "Tuve que ir a terapia. Me diagnosticaron Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). No podía hablar de mi parto, no paraba de llorar, soñaba con ello continuamente… Me pasé 20 días sin salir de la cama del dolor que tenía, tanto físico como psicológico. Yo no podía estar con mi hijo si no me lo ponían encima, ni siquiera podía darle el pecho". Aunque no da su nombre por miedo a ser juzgada, los datos demuestran que su historia no es un caso aislado.

Según el Observatorio de Violencia Obstétrica, casi un 40% de mujeres identifica haber sufrido este tipo de violencia, aunque se sospecha que ese porcentaje es todavía mayor. Un 44,4% considera que fue sometida a procedimientos innecesarios o dolorosos y, de estas, un 83,4% no había aceptado mediante un consentimiento informado. Además, un 35,9% admite que necesita o ha necesitado terapia psicológica para superar los malos recuerdos o secuelas de su parto.

"Me dejaron destrozada"

Foto de una sanitaria.

Foto de una sanitaria. Istock

Abril de 2020, primera ola de la pandemia. Marta llega con síntomas de parto al Hospital 12 de Octubre de Madrid. No está dilatada, así que le ponen oxitocina para acelerar el parto y, además, le rompen la bolsa. Como su deseo es un parto medicalizado, le parece algo normal, y confía ciegamente en lo que están haciendo los médicos "aunque tampoco me preguntaron", recuerda casi 4 años después.

Cuando le administran la epidural comienza con fiebre, pero sus conocimientos de enfermera le permiten saber que es algo que puede pasar. No está preocupada, pero de repente los monitores no reflejan buenas constantes.

Hay sufrimiento fetal. Le llevan al paritorio y le hacen la prueba del pH para comprobar los niveles del niño. Se encuentran al límite. "A partir de ahí todo va a peor. Sé que se trata de un parto de urgencia, pero no de emergencia. Ni siquiera me dejaron pujar", asegura Marta.

Un médico saca los fórceps mientras otro realiza episiotomía. "Me sacaron al niño tirando de él. Me pusieron en posición de litotomía (recostada sobre la camilla con ambas piernas elevadas y apoyadas en unas superficies ancladas a la cama), que dificulta el parto, pero para los sanitarios es mucho más fácil. La episiotomía que me hicieron era desproporcionada y, además, nadie me iba informando de nada", narra.

El niño está fuera y sano, pero las secuelas para la madre van a ser enormes. "Vas a necesitar mucha rehabilitación eh, que tú eres muy laxa" es la primera frase que escucha después de parir, a pesar de que la fisioterapia recibida durante los meses anteriores demostraba todo lo contrario.

"Cuando me suben a la habitación y pasan unas horas, me doy cuenta de que sufro incontinencia fecal y de gases, además de pérdida de sensibilidad en la vejiga y la vagina", relata. A pesar de todo, el médico no se pasa en ningún momento a lo largo del día. Solo recibe visitas de enfermeras, que acuden a sondarla cada 4 horas a causa de los problemas en la vejiga.

"Tengo que mear poniéndome una alarma porque no siento nunca necesidad de hacer pis"

Marta, víctima de violencia obstétrica

Al día siguiente, la ginecóloga determina que todo es normal, prescribe hielo por un moratón en el periné, y a los dos días da el alta. "Yo sabía que no era normal, así que desde el principio decido buscar ayuda de un fisioterapeuta de suelo pélvico, que cuando me ve se escandaliza. Estaba tan destrozada que no pude empezar la rehabilitación, tenía que esperar", cuenta.

¿El diagnóstico? Músculo del lado derecho del ano seccionado por la episiotomía, de más de 15 puntos. Músculo del lado izquierdo desinsertado a causa de los fórceps. Pérdida irreversible de sensibilidad en vagina y vejiga. Musculatura del lado izquierdo desviada hacia el lado derecho por puntos mal cosidos y cadera adelantada a consecuencia de la sutura.

"Tengo que mear poniéndome una alarma en el móvil porque no siento nunca necesidad de hacer pis. Gracias a la rehabilitación consigo controlar la incontinencia, fortaleciendo los músculos de alrededor del ano, pero no voy a negar que de vez en cuando se me escapa", admite.

La ONU responsabiliza de nuevo a España por un caso de violencia obstétrica.

Es la tercera condena en 3 años. El Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW) ha reprobado a España hasta en tres ocasiones por violencia obstétrica. La primera sentencia fue en el año 2020. La más reciente, en marzo de 2023.

Francisca Fernández Guillén, la abogada encargada de los tres casos, asegura que tuvieron que acudir a Naciones Unidas porque en España "todo el sistema es machista, sexista y discriminatorio, y era la única manera de encontrar justicia".

En julio acude a su cita con la ginecóloga, donde el maltrato ahora se vuelve verbal. "Me dijo que las secuelas que yo tenía me las estaba inventando, que lo único que quería era fisioterapia gratis", asegura. La frase "si quieres fisioterapia te la pagas tú" puso fin a la consulta.

"Salí de allí llorando. Yo ya me estaba pagando fisioterapia desde el minuto uno, tenía hasta una máquina de electroestimulación en casa, pero lo que quería era ni más ni menos que lo que me correspondía. Conseguí fisioterapia por la Seguridad Social porque ese mismo día bajé a la puerta del fisio del hospital y llorando le dije: por favor, mírame", relata. Y ese es el momento en el que decide denunciar.

A día de hoy, el caso se encuentra en los juzgados, a pesar de que un primer abogado desestimara el caso por "no ser viable". "Me puse en contacto con la asociación El Parto es Nuestro, que me sugirió una abogada que sí aceptó el caso", cuenta.

Al no haber una ley específica, denunciaron bajo mala praxis, "conforme a las opiniones de otros expertos y de un perito que determina que existen secuelas demasiado graves para un niño de tan poco peso. Yo solo quiero justicia, y al menos una compensación económica que me permita pagar la rehabilitación y el entrenamiento que me esperan de por vida", confiesa.  

"Todos hemos ejercido violencia obstétrica"

Ascensión Gómez López es madre, matrona y fisioterapeuta. Ha trabajado como enfermera durante 10 años en un hospital público y como matrona durante seis años en paritorio, pero tomó la decisión de dejarlo

Gómez vivía en el conflicto constante con los ginecólogos o ginecólogas que la acompañaban durante los partos, porque no quería sentirse partícipe de esa violencia. Una violencia que veía a diario y que ella misma reconoce que ha ejercido. "Todas las personas que hemos trabajado en el sistema público de salud hemos practicado violencia obstétrica en mayor o menor medida", asegura.

"Era o trabajar mal o no trabajar", y finalmente tuvo que tomar distancia, a pesar del dolor que le producía dejar un trabajo que le apasionaba. "Me empezó a costar la salud. Me afectaba emocionalmente, psicológicamente y hasta físicamente", cuenta.

Las mujeres embarazadas no son las únicas víctimas de la violencia obstétrica. El término adecuado sería violencia gineco-obstétrica. Puede afectar a cualquier mujer que vaya a una revisión de rutina y, por supuesto, a las profesionales que asisten un parto. El 35% de las matronas se siente impotente ante actuaciones violentas, y un 26% sufre algún signo de TEPT, según el estudio A Mixed Methods Study of Secondary Traumatic Stress in Labor and Delivery Nurses.

Un término que genera rechazo 

En los últimos años, a raíz de la propuesta del Ministerio de Igualdad de incluir la violencia obstétrica dentro de la reforma de la Ley de salud reproductiva y sexual (2010), se ha generado un intenso debate social.

El Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM) rechaza el término violencia obstétrica dado que "no se ajusta a la realidad de la asistencia al embarazo, parto y posparto en nuestro país y criminaliza las actuaciones de profesionales que trabajan bajo los principios del rigor científico y la ética médica", tal y como explica a través de una nota de prensa emitida el 13 de junio de 2021.

Del mismo modo, califica de ofensivo el uso de la palabra violencia y justificó su postura garantizando "la inexistencia de actos violentos en la atención a las pacientes".

El sistema sanitario catalán es el único en España que reconoce la violencia obstétrica.

Una iniciativa pionera. La Sociedad Catalana de Obstetricia y Ginecología creó en 2022 el primer grupo de trabajo de violencia obstétrica y perspectiva de género en salud para combatir este tipo de prácticas.

Sin embargo, la ginecóloga y divulgadora científica Miriam Al Adib Mendiri prefiere ir en la línea de la Sociedad Catalana. Considera que "han tomado una decisión muy valiente y nada desacertada", y lejos de hacer mala sangre, lo ve como una cuestión de autocrítica "con una finalidad de mejora".

Es consciente de la existencia de este tipo de violencia, la cual considera, rigiéndose por la OMS, como "un trato deshumanizado", claramente diferenciado de una mala praxis. "Tú puedes hacer tecnicamente bien el protocolo médico, lo que sería hacer buena praxis, y aún así realizar violencia obstétrica", matiza.

Al Adib no habla de mala intención por parte del personal sanitario, sino de "una cuestión de falta de conciencia, de pensar en la medicina como una ciencia sin más, como si todo fuera cuestión de técnica, cuando la medicina combina ciencia y humanismo".

"Hay que humanizar más. No puede ser que tratemos a una paciente como si fuera una niña ignorante, no informarle, no respetar sus propias decisiones o que nos llevemos a su bebé sin explicar absolutamente nada; una cosa es tener una urgencia que no da pie a explicaciones, y otra es que se trate a esa paciente como si fuera un mueble, cuando un pilar importante para recuperarse es tener un trato cercano, que le aporte confianza y poder comprender lo que ha pasado", explica.

Las cesáreas en España 

España se encuentra entre los países más intervencionistas en materia de partos, según el European Perinatal Health Report. Una intervención excesiva con prácticas como la episiotomía, enemas, el uso de oxitocina, la rotura de bolsa... están a la orden del día, a pesar de que la evidencia científica rechaza estas prácticas.

La doctora Al Adib lo justifica en el miedo de los profesionales sanitarios. "Muchas veces nos ponemos nerviosos por temor a que algo salga mal y adelantamos acontecimientos e intervenimos sin necesidad", explica.

En la programación e inducciones del parto, que es otro de los factores que preocupa en el entorno de la violencia obstétrica, España se sitúa muy por encima de lo recomendado por los organismos internacionales.

Mientras que la OMS recomienda un porcentaje máximo del 15% de cesáreas, España alcanzó su cifra más alta en 2014: un 38,1%. Y fue en hospitales privados. Este dato se encuentra muy por encima, y de manera continuada en el tiempo, del que ofrecen los hospitales públicos, cuyo porcentaje más alto de cesáreas asciende al 22,9%, en el año 2016.

Ascensión Gómez, matrona, ve detrás de esta gran diferencia en las cifras que presenta un tipo de hospital u otro "una cuestión de dinero". "Las cesáreas son más rentables para el sistema privado. Priman los réditos, los tiempos, los beneficios... y no tanto el bienestar o la salud de las mujeres", afirma.

¿Es violencia de género?

Eva Margarita García es doctora en Antropología e investigadora de la violencia obstétrica en España. Hizo la primera tesis doctoral de Europa sobre violencia obstétrica, bajo el título de 'La Violencia Obstétrica como Violencia de Género', y la enmarca dentro de la violencia machista "porque evidentemente solo se realiza sobre mujeres y, además, sigue los mismos esquemas que el resto de la violencia de este tipo".

"Si la sociedad en la que vivimos es patriarcal, la medicina hegemónica también será profundamente androcéntrica, por lo que las mujeres serán atendidas siempre sobre un paradigma instaurado hace muchos años en el que somos la otredad, lo deficitario…", explica.

Además, señala que es el único tipo de violencia machista que puede ser ejercido por otra mujer, "ya que en esos momentos no actúa en tanto de mujer, sino en tanto de integrante solícita del paradigma médico androcéntrico".

En la misma línea, Ascensión Gómez asegura que el sistema sanitario "no está libre de la mirada machista""Un ejemplo está en el uso de agua en el parto. La evidencia científica demuestra que es recomendable y beneficioso y aún así no hay manera de que en todos los hospitales haya una bañera. Saca en otra especialidad una evidencia de ese nivel y verás como todo el mundo lo hace.  ¿Por qué la evidencia científica en obstetricia no tiene el mismo peso que en otra especialidad médica? Pues porque somos mujeres", alega.

Andrea G. Cilleruelo, autora del reportaje, es alumna de la primera promoción 2023-2024 del Máster de Periodismo de EL ESPAÑOL/UCJC.