Entrevista

Lucía Llano, presidenta de los guardias civiles retirados: “Mi mujer es Policía Nacional”

“Para mí es el mejor cuerpo, ¡no porque lo diga el New York Times!”

Fecha de publicación:
Fotografía

Esteban Palazuelos

Maquillaje

Nuria Gandara para Harpo MakeUp School con productos de Harpo MakeUp FX

Conversamos con la presidenta de la Asociación Retirados Asociados de la Guardia Civil de España, que da cabida al colectivo de viudedad y orfandad del Cuerpo, y una de Las Top 100 Mujeres Líderes.

"Ingresé en la Guardia Civil con 18 años, en el año 1991”, explica Lucía Llano. “He estado en inundaciones con el agua hasta las axilas. He tenido detenciones muy duras, situaciones muy complicadas… pero si volviera a nacer, sería guardia civil. Quise ser Guardia Civil antes de que las mujeres pudieran formar parte del Cuerpo. Tenía 15 años cuando fue posible por primera vez, en 1988, y me acordaré toda la vida, porque estaba con mi madre en el bar de una amiga suya asturiana. Recuerdo ver por televisión aquella primera jura de bandera”.

Su familia proviene de “una saga de guardias civiles, con mucha sangre verde, que se remonta hasta la creación del Cuerpo en marzo de 1844. Yo sabía que quería ser policía, porque me había criado al lado del cuartel de Cantarranas en Valencia, mi vida estaba rodeada de la Guardia”.

“Cuando terminé EGB”, continúa relatando, “me entregaron mi ficha de 1º a 8º, y ahí leí que cuando tenía 6 o 7 años y me preguntaron qué quería ser de mayor, ya había puesto que policía. Era algo que tenía claro desde niña. Hasta me había creado un carnet con un amigo del colegio en Oviedo, Raúl, nos creamos esos carnets de detectives privados e íbamos por el colegio investigando si le había faltado a alguien una goma o un lápiz. De niña leía Los Cinco, las novelas de Agatha Christie, todo lo que fuera relacionado con la investigación. De mi grupo de amigos de la adolescencia casualmente son varios policías nacionales, alguna abogada y yo digo que del grupo “la oveja verde soy yo”.

Al jurar bandera, explica, “fue muy fuerte, acabamos llorando prácticamente todos. Ese día adquieres un compromiso, juras fidelidad a la bandera, al Rey y a las instituciones del Estado. Hoy en día el significado de la fidelidad está en el aire. Un juramento forma parte de los valores de una persona. La Guardia Civil se debe a la ciudadanía, arriesga su vida, en el juramento lo decimos, si tenemos que hacerlo vamos a derramar hasta la ultima gota de nuestra sangre. No todo el mundo vale para ello. Ser guardia civil es un orgullo y es el valor del honor, de la valentía, son sensaciones que no se pueden describir, que forman parte de tu ser, valores que hoy en día están por desgracia muy ausentes”.

Mujer y guardia civil

“Ser guardia civil es vocacional”, explica, “y más en las mujeres en aquella época porque había sido siempre una profesión para hombres. Cuando ingresamos lo pasamos mal porque la Guardia Civil no estaba adaptada. No teníamos vestuario. En Tarragona mis compañeros tenían vestuario y yo no, me cambiaba en el baño de servicio público. A la institución le costó muchísimo adaptarse a la inclusión de la mujer. Hace treinta años, muchas mujeres lo pasaban muy mal porque los hombres eran machistas, al igual que ocurría en la sociedad, había un machismo no sólo en la Guardia Civil sino en la sociedad en general. La mujer sufrió ese machismo, no por parte de todos, quizás más por los más mayores. Ellos a veces querían protegernos, porque tenían hijas de nuestras edades, no sólo era machismo”.

“Pero nosotras queríamos sentirnos como lo que éramos”, añade, “iguales, porque habíamos recibido la misma formación. Eso es importante. En la Academia no hay ninguna diferencia, la única diferencia eran las pruebas físicas, porque evidentemente había una diferencia entre la fortaleza del hombre y la de la mujer, pero el resto de pruebas de acceso eran las mismas. Una vez llegas a la Academia es lo mismo: correr 8 kilómetros con el arma encima, por los olivos. Ninguna otra diferencia, se nos exigía a veces mucho más. En mi caso personal, tuve suerte con los compañeros. Pero sí sufrí algún caso aislado de machismo”.

Recuerda un ejemplo, cuando, estando destinada en el aeropuerto de Barajas, “me tocó un servicio de vigilancia de exteriores, con el capitán jefe de la compañía: yo era jefa de pareja, que son siempre los más antiguos o con mayor graduación, y es quien se adelanta, cuadra y saluda, y dice si hay novedad. Me adelanté, hice el taconazo, saludé y aquel oficial se me quedó mirando de arriba a abajo, miró a mi compañero y le dijo a él textualmente ‘¿no te da vergüenza que sea una mujer la jefa de pareja?’. Esa frase se me quedó grabada para el resto de mi vida. En ese momento, era más joven, tenía 26 años, y no supe responder. No merecía la pena. Si me pasara hoy con 51 años y la experiencia que tengo, como mujer más madura, hubiera sabido decirle algo. Luego, otras veces fui felicitada, eso también debo decirlo”.

“En mis inicios, siendo gay, tenía que tenerlo oculto. Tenía inventado un novio en mi provincia, cuando en realidad lo que tenía era una novia. Mi mujer es Policía Nacional, se llama Lydia. Respecto a mi condición los primeros años de estar en el Cuerpo lo pasé muy mal. Vivía escondida porque estaba muy mal visto. Hoy en día todo es diferente y la Guardia Civil se ha adecuado a los tiempos”.

¿La mejor policía del mundo?

En pocas palabras, y para los que no lo sepan, ¿cuál es la función de la Guardia Civil?

Servir y proteger a la ciudadanía. El destino de un guardia civil es proteger a las personas y hacer cumplir la ley y estar al servicio de la ciudadanía y al servicio de las instituciones. Sea cual sea el gobierno que haya en cualquier momento, nos debemos a las instituciones y a la ciudadanía. Como en todas las profesiones, luego hay gente buena y menos buena. Más profesional o menos, pero tú juras para servir con lealtad y fidelidad, con excelencia.

Pero, ¿cuáles son exactamente sus competencias?

Ni más ni menos que las que están establecidas en el ordenamiento jurídico. En las academias aprendes el código penal, sabes cuáles son tus competencias, aunque luego depende del destino que tengas. Quien está en el mar tiene unas competencias, quien está en lo que llamábamos servicio rural o servicio a ciudadano, otras, lo mismo en tráfico… la revista de New York Times llegó a decir que era la mejor policía del mundo.

Siendo calificada de ‘la mejor’, ¿qué representa en su carrera la excelencia?

Siempre me he considerado una buena guardia civil. Una vez leí un artículo que decía que para ser buen guardia civil hay que ser buena persona. Y creo de verdad eso. La Guardia Civil siempre ha sido maravillosa. Piénsalo, a nosotros se nos conoce como la Benemérita desde que en octubre de 1929 se concedió la Gran Cruz de la Beneficencia, y se nos ha visto en catástrofes, inundaciones e incendios. Siempre hemos estado ahí. Para mí es el mejor cuerpo, no porque lo diga el The New York Times, lo digo yo y la ciudadanía. Llegamos 180 años de historia ininterrumpida, somos el Cuerpo policial más antiguo de España, que nunca ha cambiado su nombre ni su uniformidad.

¿Cuál es el significado del tricornio?

Ha sido siempre la figura principal. Siempre vigente, como la cartilla de la guardia civil. Eso es historia, está ahí y nadie puede obviarlo.

A veces se escuchan tanto alabanzas como críticas. Para usted, ¿qué es lo mejor de la Guardia Civil?

Lo mejor que tiene la guardia civil es que tenemos todas esas especialidades a las que se puede optar. Estamos en todas partes. En el mar, la tierra, en el aire, en el subsuelo, en la naturaleza y los montes… abarcamos todo el territorio nacional. Yo me especialicé en fiscal, luego estuve destinada en servicio rural y especialista fiscal. Antes de que existiera el equipo actual, las comandancias crearon grupos de mujeres para atender violencia de género y menores y a mí se me designó junto a otra compañera en la compañía de Tortosa, para cubrir ese tipo de temas.

¿Qué momentos en su carrera diría que han supuesto un antes y un después por difíciles?

El suicidio de dos compañeros: una compañera de promoción, Isabel, y otro compañero en Barajas. Ahí descubrí y me di cuenta de que teníamos una profesión en la que, o tienes fortaleza mental, o en muchas ocasiones puedes cometer una locura y además lo tienes fácil porque tienes un arma. Me marcaron porque eran personas que tenían una vida por delante. Muchos compañeros han estado muy mal porque en aquellos años era muy duro. La dirección general de la Guardia Civil tiene ahora muchos programas, tienen un teléfono de ayuda, y en el tema de la mujer, también hay mucha atención, eso hay que felicitarlo. ¡Ahora tenemos horarios! Se está trabajando en la conciliación familiar, que ha mejorado mucho. Las asociaciones profesionales también han trabajado mucho en estas mejoras que actualmente tienen los compañeros y compañeras. La guardia civil de antes no es la de ahora. Antes no podías vivir fuera de la demarcación.

¿Eso en qué influía, lo de no poder vivir en otra demarcación? ¿Les quitaba libertad?

Si estabas destinada en una localidad, no podías vivir en la de al lado. Tengo una compañera a la que no le dejaba el sargento salir en minifalda, era una chica joven que quería salir a pasarlo bien por el pueblo, y tenía que saltar por la ventana del cuartel. Hemos tenido problemas de acoso, claro está. En esos momentos no salían a la luz porque no existían las redes sociales y el teléfono móvil. Se aguantaban porque tenías miedo a que te hicieran la vida imposible o te expulsaran. Tenías que denunciar a un jefe que te estaba acosando. Eso se quedaba en despacho, en petit comité y se tenía que cambiar de destino.

¿Hay menos casos hoy en día?

Sí, claro, hay menos. Eso va con la sociedad. Los compañeros de hoy en día no tienen esas mentalidades. La Guardia Civil está muy pendiente y no lo consiente. Han crecido junto con la sociedad. La guardia civil de ahora es moderna, y comparte con el ciudadano, en las comandancias se hacen jornadas de puertas abiertas y se da a conocer a la ciudadanía lo que se hace. Se ha vuelto más cercana.

La fortaleza mental

¿Cómo se ha sentido en diversas ocasiones al arriesgar su vida incluso en algún caso?

No lo piensas, es automático. Estás entrenada para eso, no tienes miedo, tu objetivo es ayudar.

Pero, ¿siempre ayudar creer que va a sobrevivivr?

Cuando un guardia civil actúa, lo hemos visto ahora en el caso de Barbate, ellos no se van con la lancha, siguen ahí. Están haciendo su función, un guardia civil no puede ser cobarde.

¿Qué noticias o casos le tocan más la fibra?

Todos los casos en los que un compañero o compañera pierda la vida o queda herido. Todos. Se está perdiendo el principio de autoridad. Tenemos que estar dotados de mejores recursos y sé que están trabajando en ello. Siempre digo que en muchas ocasiones buscamos culpables, se culpabiliza al ministro del interior o al director general. Yo, como ser humano, y creo que soy cabal, pienso que estas personas no quieren que muera un guardia civil. Evidentemente. Ocurre desgraciadamente. Pero hay que aprender.

¿Cuál cree que es la postura correcta en esos casos?

Hay que trabajar más en dotar de los medios necesarios, de última generación, para luchar contra la delincuencia que hay en nuestro país. Lo que no hay que hacer es culpar automáticamente: los delincuentes son los únicos culpables. En la asociación no insultamos en redes ni entramos en temas políticos. A nadie le gusta que fallezca un miembro de las fuerzas del Estado. Tienen que trabajar en mejores dotaciones y no estar por detrás de los delincuentes, sino por delante. RAGCE confía en el trabajo conjunto y colaborador de todos. Tachar de culpable a una persona no sirve para nada.

Una dedicación social

¿Por qué pasó a retiro?

Pasé a retiro por enfermedad. Tenía proyectos, quería ser cabo, hacer el curso del mar… todo se truncó porque me diagnosticaron artritis reumatoide, luché por una plaza acorde con mi situación, sin noches, con un horario estable, pero no fue posible. Soy quizás la única persona que ha ido a un contencioso administrativo para luchar por quedarme. La abogacía del Estado decidió que era mejor que pasara a retiro. Estuve un año yendo a un psicólogo. No sabía hacer otra cosa. Me decían ¡vive la vida, tienes una pensión! Luego estudié Educación social en la Complutense, hice formaciones de masters, cursos de criminología… pasados los años empecé a ver que muchos mayores y gente retirada se quejaba, en grupos de Facebook.

¿Y qué hizo entonces?

Empecé a redactar un ideario. En una comida de compañeros de promoción me dijeron que era muy necesaria una asociación que se dedicara a la guardia civil retirada. Confundamos RAGCE en 2018. En 2019 en las escaleras me crucé con Margarita Robles, que me atendió amablemente. En un mes o menos nos recibió, aunque éramos solo 20 socios. Ahora somos 5.000. A partir de ahí empezamos a presentarnos a Interior, estuvimos con Grande-Marlaska, después con María Gámez, a la que estamos y estoy muy agradecida. Con ella y otros jefes de gabinete, empezamos a trabajar sobre los puntos posibles y se nos concedieron tres cosas: tarjetas de retirado de la guardia civil, que no gusta mucho de diseño pero seguro que se trabajará en ello; dos artículos en el nuevo código de conducta, 22 y 23, referentes a la figura del guardia civil retirado, respeto y cariño hacia un veterano; y por primera vez se crea la orden general que hace referencia a la relación institucional, con ‘sala de veterano’ cuando sea posible.

¿Cómo es la asociación ahora?

Somos 5.000 socios de todas las edades, mayoritariamente mayores de 75 años que no pagan cuota y en redes sociales somos más de 30.000 seguidores. En RAGCE estamos muy pendientes de los que tienen discapacidad o viven en soledad… tenemos convenios para seguir formándonos en idiomas, estudiar nuevas carreras… Ayudamos también al colectivo de viudedad y orfandad. Una cama articulada o dinero para un tratamiento son cosas habituales, ahora se entrega una colecta que hicimos para los afectados por el volcán de la Palma. En las delegaciones nos presentamos a las autoridades de cada provincia y les pedimos que nos trasladen las necesidades a veteranos. Tenemos un gran equipo de 48 personas, entre delegaciones, subdelegados y junta. Con corazones beneméritos, somos como una familia. Es un gran éxito. Por eso, no me canso de decirlo, si volviera a nacer, volvería a elegir este camino.